La fiesta no cuaja
Plutarco dec¨ªa de Arist¨®fanes -siglos despu¨¦s de ¨¦l- que "deforma la realidad y habla m¨¢s al populacho que a los hombres selectos; su estilo es una mezcla de continuados disparates, y se hincha hasta lo inveros¨ªmil y se arrastra hasta la puerilidad. En su teatro no es posible distinguir al padre del hijo, ni al ciudadano del labriego, ni al militar del burgu¨¦s, ni al pr¨ªncipe del lacayo. Su impudencia no puede ser soportada sino por la plebe; sus agudezas son acres, violentas; sus gracias consisten siempre en retru¨¦canos y juegos de palabras, en equ¨ªvocos groseros, en alusiones retorcidas y dif¨ªciles. En ¨¦l la finura se convierte en tosquedad; sus burlas son m¨¢s dignas de ser silbadas que de ser aplaudidas. Su alegr¨ªa es desverg¨¹enza. En suma, no escribe este autor para agradar a la gente culta, sino para excitar las pasiones m¨¢s vulgares y torpes". Si se vuelve a representar Arist¨®fanes, se puede tambi¨¦n volver a publicar la cr¨ªtica.Fiestarist¨®fanes es, en realidad, un espect¨¢culo de Stavros Doufexis, que tiene una fama mediterr¨¢nea de director de escena. Est¨¢ basada en La asamblea de las mujeres. Le sigue mucho en la forma, en el di¨¢logo; le traiciona en el esp¨ªritu. Arist¨®fanes odiaba la democracia y era un hombre que hoy llamar¨ªamos de derecha; Doufexis, por la conveniencia del teatro en Grecia y en la ampliamente subvencionada Espa?a, y sin duda por sus propias convicciones, trata de hacer una defensa de la democracia. Arist¨®fanes se?alaba su punto m¨¢s bajo: caer en manos de las mujeres (significado profundo: los valores viriles hab¨ªan perdido fuerza por la democracia); el director procura inclinarla del lado del feminismo. De donde al descoyuntamiento, a la falta de ilaci¨®n del original y de la construcci¨®n actual se a?ade un desconcierto y una contradicci¨®n entre los textos mismos.
Fiestarist¨®fanes
Espect¨¢culo de Stavros Doufexis. Versi¨®n espa?ola de Juli Leal. M¨²sica de Pep Llopis. Int¨¦rpretes: Esperanza Roy, Manuel Barcel¨®, Carlos Alberola, Cristina Andreu, Salvador Bolta, ?ngel Burgos, Pilar Ferrer, Teresa Gasc¨®, Lole Iriarte, Eladio Olmeda, Juan Jos¨¦ Prats, Teresa S¨¢nchez y Pepe Sobradelo. M¨¢scaras de Nazario Regidor. Escenograf¨ªa y vestuario de Mariscal. Direcci¨®n de Stavros Doufexis. Templo de Debod. (Los veranos de la Villa.) 9 de agosto de 1985.
M¨¢scaras que no resuenan
Busca un espect¨¢culo. Inventa m¨¢scaras de personajes de tebeo, busca anacronismos en la indumentaria para aproximarnos. La m¨¢scara griega era un instrumento ac¨²stico -el primer amplificador- -; las m¨¢scaras d¨¦ este espect¨¢culo tienen gracia fallera de gesto y color, pero no resuenan: las bocas quedan m¨¢s altas que los orificios y las narices de los actores quedan oprimidas. La mezcla de este sonido con los micr¨®fonos es detestable. Inventa coplillas y canciones: no tienen gracia, ni musical ni verbal. Alarga la obra; la segunda parte -sobre todo- se despe?a en la inconsistencia. Queda el sentido de fiesta: no termina nunca de arrancar.Cuando se tiene una actriz de la expresividad de Esperanza Roy es un pecado teatral encarcelarla y dirigir sus gestos hacia algo est¨¢tico, como los de todos los int¨¦rpretes. Hay que dejar aqu¨ª una suspicacia: la anulaci¨®n y conversi¨®n del texto, las coplillas a?adidas, los chistes de actualidad -versi¨®n espa?ola, Juli Leal- buscan una anulaci¨®n del autor; la m¨¢scara y el peplo, la del actor. Va todo hacia el espect¨¢culo de Doufexis, a su aprovechamiento personal y, claro, a su responsabilidad. Alcanza en ¨¦l algunos momentos brillantes, unos bonitos juegos de color en el vestuario -de Mariscal-, algunas composiciones y roturas bien logradas.
El espacio del templo de Debod estaba lleno. Hubo muchos aplausos al final de cada acto, pero la satisfacci¨®n, al final, no parec¨ªa completa.
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