El crimen de Auckland
EL 10 de julio pasado, el barco Rainbow Warrior, del grupo ecologista Greenpeace, se hund¨ªa en el puerto neozeland¨¦s de Auckland como consecuencia de una explosi¨®n misteriosa; uno de los tripulantes, el fot¨®grafo portugu¨¦s Fernando Pereira, perd¨ªa la vida en el atentado. Al cabo de unas semanas, las averiguaciones sobre las causas del hundimiento han dado lugar a un verdadero esc¨¢ndalo. internacional, y lo menos que cabe decir es que Francia se encuentra en una situaci¨®n sumamente embarazosa. Una pareja francesa, si bien provista de pasaportes suizos falsificados, ha sido detenida, y el Gobierno neozeland¨¦s ha anunciado que va a pedir la extradici¨®n de otros ciudadanos franceses complicados en el crimen. Diversos datos parecen apuntar, de una forma m¨¢s o menos directa, a una responsabilidad de los servicio? secretos franceses. En a?os anteriores, estos servicios han tratado de obstaculizar la persistente campa?a de Greenpeace contra las pruebas de armas nucleares que Francia viene realizando en el Pac¨ªfico. El propio Rainbow-Warrior ten¨ªa previsto participar en una nueva campa?a de ese g¨¦nero.Sobre esas eventuales relaciones entre los autores del atentado y los servicios de espionaje oficiales de Francia, dependientes del Ministerio de Defensa o de otros organismos estatales, corren versiones e interpretaciones muy diversas. Se habla de una posible maniobra de sectores de extrema derecha, que no dejan de tener ramificaciones dentro de los aparatos de espionaje, para desprestigiar al Gobierno socialista y al presidente Mitterrand.
Se esgrimen posibles v¨ªnculos con los ultras de Nueva Caledonia, inclinados a la acci¨®n violenta y que se enfrentan desde posiciones colonialistas con la pol¨ªtica del Gobierno franc¨¦s, m¨¢s favorable actualmente a las soluciones independentistas. En realidad, todos sabemos que cuando se toca a los servicios de espionaje suele ser muy dificil desenvolver el ovillo hasta el fin.
El jefe del Gobierno neozeland¨¦s, David Lange, ha declarado que los culpables son, desde luego, unos criminales, pero que puede tratarse de mercenarios a sueldo, de fan¨¢ticos, o incluso de personas que han desempe?ado su misi¨®n oficial, aunque agregando que hasta ahora no existe ning¨²n indicio que pemita atibuir la responsabilidad a ning¨²n Gobierno.
La indignaci¨®n leg¨ªtima despertada por el atentado de Auckland ha sido tanto mayor porque la organizaci¨®n Greenpeace ha sabido granjearse una gran popularidad en todo el mundo. Sus actividades y objetivos plasman aspiraciones sentidas por los pueblos. Quiz¨¢ con exceso de ingenuidad, y sin duda poco protegida ante posibles infiltraciones de sus enemigos, Greenpeace se ha dedicado a una lucha activa contra acciones de diversos Gobiernos que da?an la ecolog¨ªa.
Se ha colocado por encima de. los bloques, enfrent¨¢ndose tanto contra los lanzamientos por el Re?no Unido de residuos nucleares al mar (acci¨®n que tuvo un fuerte impacto en Galicia y en Espa?a) como contra el exterminio de las ballenas por los pescadores sovi¨¦ticos. Los militantes de Greenpeace demuestran valent¨ªa, audacia, enfrent¨¢ndose f¨ªsicamente contra los atentados a la ecolog¨ªa; particularmente en zonas mar¨ªtimas. El propio Gobierno franc¨¦s ha sentido el grav¨ªsimo quebranto que podr¨ªa sufrir su prestigio si no se aclara la responsabilidad de sus servicios secretos en el crimen de Auckland. Lo prueba que Fran?ois Mitterrand haya nombrado como responsable con plenos poderes para realizar una investigaci¨®n a Bernard Tricot, una personalidad. pol¨ªticamente muy alejada de los socialistas, antiguo colaborador del general De Gaulle.
Pero no se puede olvidar que el crimen de Auckland se ha producido en el marco de un conflicto pol¨ªtico muy serio: la oposici¨®n cada vez m¨¢s radical de los principales Gobiernos de esa parte del Pac¨ªfico a las pruebas nucleares francesas en Mururoa. Es una cuesti¨®n que va camino de agravarse; provoca actitudes airadas entre las poblaciones de esa parte del mundo. La reacci¨®n no es contra Francia, sino contra cualquier presencia de armas nucleares. Nueva Zelanda, a despecho de muy fuertes presiones de EE UU, mantiene la prohibici¨®n de entrada en sus puertos a cualquier nav¨ªo con armas nucleares. Tales actitudes, que reflejan una toma de conciencia antinuclear de proporciones mundiales, se han plasmado recientemente en la firma de un tratado que establece una zona desnuclearizada precisamente en esa parte del Pac¨ªfico. Aparte del desenlace judicial y pol¨ªtico que tenga el crimen de Auckland, no cabe duda de que Francia va a sufrir una creciente presi¨®n para que ponga t¨¦rmino a sus pruebas en Mururoa.
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