Elvis Presley, el mito necesario
Memphis (Tennessee, Estados Unidos) ha sido escenario de algunos momentos cruciales en la historia de la m¨²sica popular de nuestro siglo. Su cenit, los a?os cincuenta. Su coraz¨®n en forma de calle, Beale Street. Por aquel entonces la pisaron Howling Wolf y Sonny Boy Williamson camino de los estudios de la KWEM, donde actuaban en directo para una nutrida legi¨®n de radioescuchas, o tambi¨¦n B. B. King y Ruflis Thomas cuando sal¨ªan de otra emisora, la WDIA, en la que desempe?aban una apreciable y afamada tarea como pinchadiscos.Monumentos
Actualmente, presiden los extremos de Beale Street sendas estatuas en honor de dos hijos adoptivos de la villa sure?a que alcanzaron gloria a trav¨¦s de la m¨²sica. La m¨¢s menuda de ellas se erige en honor de W. C. Handy, m¨²sico negro de oscura biograf¨ªa que arrastra el insensato y abrumador t¨ªtulo de padre del blues. La otra, que con toada seguridad se ver¨¢ hoy emperifollada con las flores del recuerdo, honra la memoria de un mito: Elvis Presley.
Elvis es el mito necesario, el arquetipo que logr¨® sintetizar y materializar los elementos esenciales de una revoluci¨®n en los gustos y el consumo juveniles del mundo industrializado mediados los cincuenta. La trinidad motriz del invento (sexo, drogas y rock and roll) todav¨ªa tardar¨ªa a?os en formalizarse y adquirir visos de doctrina autoconsistente, pero la realidad ya la conten¨ªa completa, perfecta y corporeizada totalmente en un muchacho de Tupelo, un pueblo de Misisip¨ª en el coraz¨®n del Sur, que agitaba la entrepierna como nadie mientras cantaba de maravilla rock and roll.
Ni inventado ex profeso se hubiera logrado mejor rey para la nueva cohorte de adolescentes. Fue a un mismo tiempo -sin propon¨¦rselo, uno casi dir¨ªa que de forma fatalista- ariete rompedor de un pasado que sepultar -ignorar en el mejor de los casos- y s¨®lido eslab¨®n en la cadena que configura el deseable esp¨ªritu de todo buen muchacho norteamericano.
Hogare?o, rural por sus or¨ªgenes, corre caminos por oficio, adorador de su madre, buen soldado..., lo que se dice un dechado de virtudes privadas a pesar de su escandalosa imagen p¨²blica. El desorden rockero, en tiempos de gloria para el rey, no era mucho m¨¢s que catarsis juvenil a horas convenidas.
As¨ª lo supo entender el propio Elvis -de hecho, as¨ª lo viv¨ªa en su fuero interno- y, al abandonar la milicia, uno de los primeros trabajos que puso en circulaci¨®n fue el O sole mio, internacionalmente popularizado por Mario Lanza, a ritmo de slow medio. Cuentan sus hagi¨®grafos que ¨¦sa fue la canci¨®n predilecta de Presley.
En cualquier caso, fueron m¨¢s de nueve millones las copias de It's now or never vendidas, y en el momento mismo en que echaba un cierre casi definitivo a su actividad p¨²blica como rocanrolero esencial comenzaba a moldear su faceta de crooner por encima de toda sospecha y generaci¨®n.,
En galer¨ªa
Elvis Presly acumul¨® atributos m¨¢s que suficientes para quedar incorporado a la galer¨ªa de mitos de nuestro tiempo. No es ¨¦ste un camino expedito para cualquiera, sean cuales fueren sus aut¨¦nticos m¨¦ritos. Resulta impensable que las p¨¢ginas de los peri¨®dicos recojan con sistem¨¢tica puntualidad gestos y obras de un m¨²sico como Jimi Hendrix al cumplirse aniversarios de su desaparici¨®n f¨ªsica.
Demasiado explosivo, francamente alejado de lo que puede digerir sin molestias un esp¨ªritu bienpensante medio. Nada que ver con la prepotente y sacrosanta Am¨¦rica wasp a pesar de haber interpretado una de las versiones m¨¢s sobrecogedoras que se hayan o¨ªdo jam¨¢s de su propio himno nacional.
Tampoco llegar¨¢n nunca a brillar con el boato necesario las glorias y miserias de rockeros tan singulares y geniales como Frank Zappa. La Norteam¨¦rica de Hendrix y Zappa est¨¢ mucho m¨¢s pr¨®xima a Bukowsky y Wolfe que al tradicionalismo vital y mental de Elvis Presley y su entorno familiar.
Ser¨¢n, como mucho, mitos internacionalistas y, por descontado, jam¨¢s transgeneracionales. Elvis, s¨ª. Sus excesos p¨¦lvicos en p¨²blico parece que fueron contrapesados por una privacidad con escaso traqueteo lumbar. En cuanto a las drogas, tranquilizantes, adelgazantes y alcohol, como tantos y tantos miles de honrados ciudadanos. Por cantar rock and roll, por hacerlo tan bien como nunca lo haya hecho el mejor, no hay excomuni¨®n posible. Alguien tiene que representarlo con un rostro y una figura concretos en el olimpo del mundo at¨®mico. El hombre desapareci¨® ocho a?os atr¨¢s. El mito sigue aqu¨ª. De lo contrario, ?a santo de qu¨¦ se hubiera escrito el presente art¨ªculo?
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