?Por qu¨¦ un Estado federal?
En torno al federalismo y al modelo de Estado federal se est¨¢ hablando ¨²ltimamente con excesiva ambig¨¹edad y, en muchas ocasiones, con verdadera frivolidad. En otras, y desde planteamientos que compartimos en buena medida, como impulsores del reforzamiento del poder pol¨ªtico de las autonom¨ªas, se incurre en la contradicci¨®n de defender una f¨®rmula de federalismo cooperativo, que llevar¨ªa en la pr¨¢ctica, seg¨²n nuestra interpretaci¨®n del t¨¦rmino, a una delegaci¨®n en los. entes aut¨®nomos de la capacidad de ejecuci¨®n, pero no de la de desarrollo legislativo.La confusi¨®n que casi siempre origina la utilizaci¨®n del t¨¦rmino federal, cuando nos referimos al modelo de Estado, no es, sin embargo, casual y gratuita. Su ra¨ªz cabe encontrarla tanto en la actitud ego¨ªsta de un nacionalismo conservador, incapaz de asumir el compromiso de solidaridad que Sustenta el modelo federal, como en la falta de coherencia de una izquierda centralista y burocratizada, que, sin embargo, traslada el t¨¦rmino federal al seno de sus organizaciones pol¨ªticas, sin asumir el compromiso de respeto a la libertad de todos los pueblos, que constituye tambi¨¦n la esencia de este modelo de Estado.
Conviene explicar, por tanto, desde la congruencia de la nueva izquierda progresista y radical que auspiciamos, cu¨¢les son las ideas-fuerza que sustentan el modelo de Estado federal; por qu¨¦ optamos por esta f¨®rmula de organizaci¨®n pol¨ªtica. para nuestro pa¨ªs y c¨®mo ser¨¢ posible alcanzar este objetivo en el marco de la Constituci¨®n espa?ola.
Federaci¨®n es pacto. Pacto efectivo y duradero entre iguales y libres, para asumir un proyecto com¨²n y solidario. Pacto que, sin renuncia a la personalidad, intereses y expectativas propias de los pueblos, implica una cesi¨®n de parte de sus soberan¨ªas en un ente surgido de la fusi¨®n de ¨¦stas, el ente federal, como instrumento eficaz para la resoluci¨®n de las diferencias y en el contexto de una pol¨ªtica equilibrada y decidida entre todos.
La libertad, la solidaridad y el pacto entre los pueblos constituye, por tanto, el sustrato ideol¨®gico del modelo de Estado federal. Modelo claramente lejano a la f¨®rmula de la confederaci¨®n, aunque a veces se utilizan indistintamente, con evidente error. No es lo mismo federaci¨®n que confederaci¨®n. Confederarse es agruparse, unirse sin p¨¦rdida alguna de soberan¨ªa, para resolver problemas comunes; no implica, pues, un pacto pol¨ªtico en sentido estricto, ni un proyecto solidario; aunque bien es cierto que la confederaci¨®n entre pueblos ha propiciado posteriormente, en ocasiones, la federaci¨®n, como es el caso de la Confederaci¨®n Helv¨¦tica.
Ese acercamiento generoso entre los pueblos, ese fundirse en un compromiso que desde la libertad supera las barreras del individualismo defensivo constituye el mejor proceso de vitalidad y participaci¨®n democr¨¢tica que pueden asumir todos los pueblos de Espa?a en este momento hist¨®rico. Por ello optamos desde la nueva izquierda por la f¨®rmula del Estado federal.
La estructura federal que propugnamos no est¨¢ re?ida con las precisiones y el propio mensaje impl¨ªcito en el T¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n Espa?ola de 1978. En realidad, la ¨²nica forma de dar un sentido al Estado de las autonom¨ªas consiste en crear las condiciones de una organizaci¨®n federalizada, en el sentido de considerar que no se trata ya de discutir concesiones del Gobierno central a las autonom¨ªas.
Las decisiones del poder pol¨ªtico
La idea de concesiones debe ser sustituida por la de un sistema federal, en el que los distintos niveles se interrelacionen mediante verdaderos pactos. Del mismo modo, las autonom¨ªas no pueden ser simplemente un estrato administrativo m¨¢s, entre la esfera central y las provincias, con todo lo que de duplicaciones y derroche comporta esta concepci¨®n. Por el contrario, han de ser instancias para transmitir a todo el tejido social, en su nivel territorial, las decisiones del poder pol¨ªtico y de la capacidad administrativa, en todo lo que no sea necesariamente decisi¨®n a nivel general (asuntos exteriores, defensa, etc¨¦tera).
Y, sin embargo, existen serias dudas de que el modelo auton¨®mico camine en esta direcci¨®n. Hay que insistir en el hecho de que, a pesar de la descalificaci¨®n rotunda que de la LOAPA hizo el Tribunal Constitucional, despoj¨¢ndola de sus pretendidas categor¨ªas de ley org¨¢nica y armonizadora, hoy su esp¨ªritu pervive con terquedad mediante todo tipo de mecanismos. Y de seguir as¨ª las cosas, las perspectivas se concretar¨¢n a¨²n m¨¢s si cabe. En primer lugar, estaremos perdiendo la oportunidad hist¨®rica de transformar radicalmente la administraci¨®n heredada, haci¨¦ndola m¨¢s eficaz y realmente m¨¢s pr¨®xima al ciudadano. Por otro lado se est¨¢n ya duplicando administraciones mim¨¦ticas sin contenido pol¨ªtico; y, por ¨²ltimo, vemos d¨ªa a d¨ªa c¨®mo se esfuman las expectativas de una mejor y m¨¢s democr¨¢tica distribuci¨®n del poder pol¨ªtico y, sobre todo, delimitar el crecimiento, ya asfixiante, del poder real de la burocracia, que seguir¨¢ imperando en los tres niveles b¨¢sicos de la Administraci¨®n del Estado.
Si de verdad queremos avanzar hacia el Estado federal, tendremos que actuar decididamente en tres frentes claramente complementarios entre s¨ª.
Primeramente ser¨¢ necesario tejer socialmente un consenso que refleje la preferencia social y la voluntad generada entre todos los pueblos de Espa?a para ir a la implantaci¨®n del sistema federal. En esta l¨ªnea ser¨¢ fundamental recuperar la doctrina federalista, principalmente en cuanto que, en el proyecto de configuraci¨®n del Estado, es preciso plantear el pacto eficaz y duradero, basado en la igualdad entre partes y su libertad, y no en conciertos parciales posibilistas a corto plazo.
En segundo t¨¦rmino, ser¨¢ preciso adecuar la estructura jur¨ªdica y pol¨ªtica de las organizaciones que se pretenden federales a los principios e ideas b¨¢sicas. al inicio comentadas, que conforman la idea de federaci¨®n. Llamarse federal y no serlo es bastante m¨¢s que una frivolidad. Por otra parte, no parece cre¨ªble que se pueda alcanzar un modelo de Estado federal desde una praxis pol¨ªtica contrafederal.
En tercer lugar, es necesario simplificar la Administraci¨®n, tendiendo hacia pocas estructuras org¨¢nicas y a la diversidad de dependencias funcionales. Pero eso hay que hacerlo, como viene reiterando la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, dotando a cada ente de todas las competencias propias y exclusivas que sean necesarias para la satisfacci¨®n de sus intereses respectivos. En este sentido, convendr¨¢ interpretar la Constituci¨®n y los estatutos de autonom¨ªa, con la inspiraci¨®n permanente de sus pre¨¢mbulos, para que as¨ª tengamos poderosos instrumentos de avance democr¨¢tico y progreso. Asimismo, ser¨¢ necesario profundizar en la pol¨ªtica de transferencias, concretando los legisladores auton¨®micos y estatales el valor pr¨¢ctico de los principios de prevalencia y supletoriedad, y acabando con las t¨¦cnicas legislativas complejas, que, en el fondo, posibiliten el mantenimiento del poder a quien no le corresponde, y retras¨¢ndose sine die la inaplazable reforma de la Administraci¨®n central. Habr¨¢ que avanzar hacia un mayor equilibrio y capacidad econ¨®mica de los tres niveles de inter¨¦s, ampliando cuantitativa y cualitativamente las competencias y la gesti¨®n de los poderes locales. Todos los entes auton¨®micos deber¨¢n asumir el mayor nivel de competencias pol¨ªticas, manteniendo el poder central la definici¨®n de los proyectos comunes; y s¨®lo la capacidad de gesti¨®n para la aplicaci¨®n pr¨¢ctica de la pol¨ªtica en las materias b¨¢sicas derivadas de los principios del pacto federal, y no de acuerdos circunstanciales o de reticencias jacobinas.
Por ¨²ltimo, cabr¨ªa exigir una nueva asignaci¨®n de tareas al Senado, como aut¨¦ntica C¨¢mara de representaci¨®n territorial, donde, adem¨¢s de entender de todas las disposiciones que afectan al poder auton¨®mico, se controlase la gesti¨®n del poder central, desde el, punto de vista de quienes delegan por parte de sus recursos y soberan¨ªa para un quehacer solidario y progresista. De esta forma estar¨ªamos desarrollando nuestras cartas magnas con un m¨¦todo federal, en el que ser¨ªa necesario tambi¨¦n institucionalizar conferencias sectoriales, entre los departamentos auton¨®micos y central, m¨¢s que para coordinar desde arriba, para complementar racionalmente ambas actuaciones.
Desde el federalismo de la nueva izquierda que auspicia la Federaci¨®n Progresista ofrecemos estas reflexiones como aportaci¨®n a un debate pol¨ªtico necesario.
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