?xito y fracaso del pacifismo
En los ¨²ltimos meses, la Prensa de EE UU ha publicado varios art¨ªculos, editoriales y opiniones sobre la muerte del movimiento pacifista en ese pa¨ªs. "?Qui¨¦n mat¨® a la Campa?a por la Congelaci¨®n (Freeze) de las armas nucleares?", se preguntaba hace pocos d¨ªas Charles Krauthammer en el Washington Post. En Europa Occidental se escuchan voces tambi¨¦n indicando la agon¨ªa del movimiento por la paz a partir de dos datos. Primero, que los llamados euromisiles -Pershing II y de Crucero- han sido en gran parte desplegados y s¨®lo resiste Holanda a las presiones de Washington. El segundo, la aparici¨®n de grupos que practican acciones terroristas contra algunos de los objetivos tradicionales del pacifismo (cuarteles y bases de la OTAN). La instalaci¨®n de los nuevos misiles es la evidencia que los poderes pol¨ªticos no est¨¢n dispuestos a ceder frente a los movimientos. Moraleja: no vale la pena hacer campa?as. El terrorismo es interpretado en ciertos medios de comunicaci¨®n como una consecuencia del fracaso. ?"Los pacifistas se vuelven terroristas" no es, acaso, un excelente titular para la Prensa sensacionalista?Es dif¨ªcil ser optimista. Hace tres a?os, muchos pol¨ªticos, buena parte de la Prensa e intelectuales vieron renacer en Europa Occidental, EE UU y Jap¨®n un movimiento que desde el fin de la guerra de Vietnam parec¨ªa haber desaparecido. Para m¨¢s tranquilidad, el 99% de los grupos criticaban tanto las armas nucleares en el Este como el Oeste y rechazaban las consignas del prosovi¨¦tico Consejo Mundial por la Paz. ?Qui¨¦n no est¨¢ por la paz? ?Y qui¨¦n puede estar en contra de gente honesta que pretende, demostrar dentro de los m¨¢rgenes de la ley que no quiere la guerra? Hasta hubo pol¨ªticos que, en parte, ganaron elecciones presidenciales subi¨¦ndose a la ola del pacifismo. Los problemas comenzaron cuando los ciudadanos dejaron de ser solamente un testimonio de un problema grave de nuestra ¨¦poca (la carrera de armamentos) y se dedicaron a la pol¨ªtica m¨¢s directa. El caso estadounidense es ejemplar: la atenci¨®n que le prestaba la Prensa al Freeze se esfum¨® cuando este grupo -al igual que muchos otros- decidi¨® participar en las elecciones de 1984 apoyando a determinados senadores y representantes, haciendo campa?a en contra de otros; citando busc¨® alianzas pol¨ªticas con grupos representativos de otros problemas (minor¨ªas, feministas, negros, contra la intervenci¨®n militar en Am¨¦rica Central). Primero se dej¨® de hablar del Freeze y ahora -pese a que sigue existiendo- se anuncia su muerte. ?No pasar¨¢ lo mismo en Espa?a en los pr¨®ximos meses, cuando la sola existencia del movimiento pacifista sea un testimonio inc¨®modo tanto de un compromiso incumplido como de la dependencia de EE UU?
A los mass media les encanta celebrar los fracasos: lo que pudo ser y no fue el mayo del 68; lo que quiso detener (el despliegue de los euromisiles) y no detuvo el pacifismo europeo; lo que pretendi¨® y no obtuvo el pacifismo norteamericano (la congelaci¨®n de los arsenales y el inicio de conversaciones reales para el desarme). Como ocurre con las revoluciones, las que: m¨¢s gustan son las traicionadas. Cada vez que hay elecciones regionales en la Rep¨²blica Federal de Alemania nos anuncian que el partido verde bajar¨¢, aunque luego se mantenga o suba. Y, por las dudas, se recuerda, de tiempo en tiempo, que la socialdemocracia de la RFA y el Reino Unido apoyan ahora los postulados pacifistas porque no est¨¢n en el poder. Sin duda esto puede ser cierto -as¨ª lo demuestra el pasado-, pero ser¨¢ un problema futuro de las ejecutivas de esos partidos explicarles a sus votantes y militantes si cambian de l¨ªnea. En pol¨ªtica tambi¨¦n se arreglan cuentas, como posiblemente lo compruebe el PSOE.
El terrorismo pacifista ser¨ªa una excitante traici¨®n. Los grupos por la paz no parecen dispuestos, sin embargo, a entrar en esa posibilidad. Aunque la Prensa nos recuerde que la base norteamericana de Francfort fue cuestionada por los pacifistas antes de que estallara en ella un coche bomba, la no violencia sigue siendo un elemento te¨®rico y pr¨¢ctico indiscutible del movimiento. En febrero pasado numerosos grupos, miembros del Comit¨¦ de Enlace de la Campa?a por el Desarme Nuclear Europeo firmaron una declaraci¨®n condenando "el terrorismo como forma de acci¨®n pol¨ªtica" y denunciando "en¨¦rgicamente toda tentativa de relacionar esas acciones terroristas con las actividades de los movimientos, instituciones y personas que luchan por el desarme y la paz en Europa y el mundo".
?Se acab¨® el pacifismo? ?Se acabar¨¢ en Espa?a despu¨¦s de que el Gobierno celebre (o no) el refer¨¦ndum sobre la OTAN? Para acercarse a una respuesta convendr¨ªa no confundir fracasos con muerte. En primer lugar, es dif¨ªcil que la intensa labor de concienciaci¨®n que ha llevado a cabo el movimiento por la paz no d¨¦ otros frutos que manifestaciones en las calles. La Universidad, los medios de comunicaci¨®n, los sindicatos y partidos pol¨ªticos se han contagiado de la alergia pacifista (como la denomin¨® el Gobierno de EE UU). Basta mirar un fen¨®meno cotidiano: toda la informaci¨®n que producen los medios de informaci¨®n sobre defensa (compra y venta de armas, planes, control de armamentos, conversaciones, etc¨¦tera) es recibida por el ciudadano medio como "informaci¨®n sobre pacifismo", aunque hablen solamente de guerra y c¨®mo hacerla. Hasta hace unos pocos a?os, la defensa era un tema para miembros de las fuerzas armadas y un pu?ado de especialistas; ahora, quienes est¨¢n implicados en esta cuesti¨®n comparten mesas de debate con ellos (como ocurri¨® durante varios meses en un seminario organizado en Zaragoza). Los ciudadanos han descubierto que si los ej¨¦rcitos, los planes de defensa y las alianzas militares existen para su protecci¨®n, entonces tienen derecho a opinar.
Algo que ha ocurrido en el extranjero y Espa?a es que en los ¨²ltimos a?os creci¨® la percepci¨®n sobre las amplias vinculaciones que tiene todo lo referido al armamentismo. Aunque Agnes Heller y Ferenc Feher acusen al pacifismo de ser un movimiento que s¨®lo se preocupa por una cuesti¨®n la paz como absoluto), la realidad es que la relaci¨®n entre inversi¨®n en industria b¨¦lica y reconversi¨®n; entre gastos militares y necesidades sociales; las propuestas para crear zonas desnuclearizadas; las campa?as para que las superpotencias no intervengan en el Tercer Mundo; el debate sobre tecnolog¨ªas nuevas y su posible aplicaci¨®n militar (Eureka e Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica) son temas que superan un anhelo abstracto de paz y sumergen al ciudadano en diversas tem¨¢ticas. Aqu¨ª conviene recordar que muchos aspectos del armamentismo despiertan reacciones sociales m¨¢s all¨¢ de las convocatorias de los militantes pacifistas. El activista m¨¢s eficaz para que miles y miles de personas se manifestaran en Europa contra Ronald Reagan fue el mismo presidente de EE UU visitando las tumbas nazis y pidiendo m¨¢s dinero para derrocar a los sandinistas. Podr¨¢n entrar en crisis las organizaciones por la paz, pero mientras un parado espa?ol sepa (lo cont¨® Televisi¨®n Espa?ola hace poco) que la defensa de Espa?a le cuesta 13.700 pesetas al a?o; y en tanto uno de los 30 millones de pobres de EE UU se entere que el aparato militar de su pa¨ªs le absorbe 1.080 d¨®lares (170.000 pesetas) cada 12 meses, el pacifismo o algo parecido seguir¨¢ existiendo.
No se percibe, de todos modos, esa crisis ag¨®nica en las organizaciones pacifistas, sino m¨¢s bien activas discusiones sobre estrategias futuras. No es lo mismo el fracaso de un partido pol¨ªtico que el de un movimiento. Un reverso electoral puede hundir a un partido, pero es dif¨ªcil borrar s¨®lo con la ideolog¨ªa de la modernidad y la fuerza una conciencia adquirida. El Freeze critica las armas nucleares y la disuasi¨®n, entonces Reagan anuncia que "para volver obsoletas" las primeras y no vivir amenazados por la segunda va a lanzar el presupuesto militar a las galaxias y contra el Tercer Mundo. Eso exige una respuesta pol¨ªtica que el pacifismo norteamericano ya est¨¢ elaborando y dando. Varios Gobiernos europeos occidentales hipotecaron para el futuro su seguridad y la soberan¨ªa aceptando nuevos misiles de alcance medio norteamericanos, pero ahora hablan de una "Europa m¨¢s independiente" a trav¨¦s del Eureka. Y el Gobierno espa?ol explicar¨¢ que la mejor forma de luchar por la paz es manteni¨¦ndose dentro de la OTAN. En cinco a?os de pacifismo no han detenido la carrera de armamentos (?es justo pasarle la factura por ello?), pero hoy tiene una envergadura (con actividad pol¨ªtica, investigadores, apoyos pol¨ªticos e intelectuales, con una buena parte de las iglesias de su lado, en relaci¨®n con el movimiento sindical) que le permite intentar respuestas para estos y otros desaf¨ªos. No van a estar siempre en la cresta de la ola, desilusionar¨¢n a muchos que sue?an con ser Petra Kelly adoptando sus consignas, pero si los grupos por la paz siguen trabajando seriamente sobre la realidad consolidar¨¢n dos logros que nadie puede negarles: haber. insertado el armamentismo, en el debate pol¨ªtico y recordar que la ¨¦tica deber¨ªa seguir siendo v¨¢lida aun en tiempos de caos.
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