Pa¨ªs Vasco, confrontaci¨®n y di¨¢logo
LA POL?MICA originada entre el ex presidente del Partido Nacionalista Vasco (PNV) Xabier Arzallus y el l¨ªder de Euskadiko Ezquerra Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s amenaza convertirse en un elemento de confusi¨®n que va a generar nuevos motivos de crispaci¨®n y tensiones en las relaciones pol¨ªticas del Pa¨ªs Vasco.Lo que pudiera haber sido un debate de fuerzas pol¨ªticas adversas que se enfrentan en la dial¨¦ctica normal de toda confrontaci¨®n democr¨¢tica se ha convertido en un rosario de graves acusaciones, cuya veracidad resulta pr¨¢cticamente indemostrable y cuya utilidad para asentar la convivencia pac¨ªfica del Pa¨ªs Vasco resulta cuando menos discutible. Probablemente, la ¨²nica ense?anza que puede extraerse de estos hechos la constituye que mientras perdure la violencia todo di¨¢logo pol¨ªtico corre el riesgo de adquirir ribetes envilecedores y el debate est¨¢ atenazado por la amenaza de quienes, en vez de argumentar, reparten muerte y destrucci¨®n. El descabalgamiento del terrorismo es condici¨®n necesaria para la libre confrontaci¨®n pol¨ªtica.
La tronante irrupci¨®n de Arzallus acusando de tibieza nacionalista a Bandr¨¦s Rama poderosamente la atenci¨®n y parece confirmar la conocida tesis de exclusivismo que practican algunos importantes sectores del Partido Nacionalista Vasto. Resulta bastante complicado de entender en 1985 que con la biograf¨ªa pol¨ªtica y personal del diputado de Euskadiko Ezquerra se est¨¦ ante una personalidad de dudoso comportamiento nacionalista. A menos que ser nacionalista en Euskadi y ser miembro del PNV sean la misma cosa. Pero lo que ya mover¨ªa a la risi¨®n, si no fuera por el fondo ideol¨®gico que lo sustenta, es la acusaci¨®n dirigida al diputado vasco de que prefiere enviar a sus hijos al Liceo Franc¨¦s en vez de a las aulas d¨¦ una ikastola. No es forzado convenir que este argumento no s¨®lo Constituye una peligrosa manifestaci¨®n de intolerancia, sino que sobre todo representa una solemne memez.
Pero, por su parte, Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s no se ha quedado a la zaga, y, palabra m¨¢s o palabra menos, ha acusado a Arzallus de instigar a los polimilis para que rompieran la tregua de sus actividades terroristas establecida tras el intento de golpe de Estado del 23 de febrero y rota con el asesinato del capit¨¢n de Farmacia Mart¨ªn Barrios. Con independencia de que el propio Arzallus y algunos testigos de aquella conversaci¨®n han negado la veracidad de esta acusaci¨®n, otros asistentes, sin embargo, han corroborado las manifestaciones del presidente de Euskadiko Ezquerra.
Verdaderamente, a estas alturas resulta casi imposible saber a ciencia cierta el alcance real de aquellas manifestaciones de Arzallus a los miembros de ETApm, y de ser cierto que -directa o indirectamente- indujo a los terroristas a continuar sus siniestras actividades, estar¨ªamos ante un caso de notoria desverg¨¹enza pol¨ªtica y calculada ambig¨¹edad. Pero, por otro lado, no parece -por muy loables esfuerzos que en los ¨²ltimos a?os haya realizado para la erradicaci¨®n de la violencia- que sea Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s la persona m¨¢s adecuada para lanzar este tipo de acusaciones.
Pero, al margen del juicio que puedan merecer los hechos del pasado, la pol¨¦mica entre Arzallus y Bandr¨¦s sirve poco para aportar clarificaciones de cara al futuro de la convivencia pol¨ªtica del Pa¨ªs Vasco. Destaca en toda esta discusi¨®n un intento de arrinconar y deslegitimizar una opci¨®n nacionalista como la de Euskadiko Ezquerra, que ha hecho de la erradicaci¨®n de la violencia en el Pa¨ªs Vasco y la reinsercci¨®n social de quienes dejan las armas un objetivo pol¨ªtico de primer orden. Combatir al partido de Bandr¨¦s con acusaciones de tibieza nacionalista constituye una manifestaci¨®n exclusivista de la representaci¨®n pol¨ªtica que es dif¨ªcilmente conciliable con la composici¨®n de una sociedad compleja y plural como la vasca de hoy. Y adem¨¢s constituye un factor de retroalimentaci¨®n para quienes siguen practicando el asesinato y la extorsi¨®n como m¨¦todos de actuaci¨®n en la vida p¨²blica.
En ocasiones, las actitudes de algunos dirigentes del PNV se vuelven trampas para su propio partido y catalizan la espiral, terrorismo-represi¨®n, que imposibilita la salida pol¨ªtica para asentar la convivencia democr¨¢tica en el Pa¨ªs Vasco. La relativizaci¨®n de la importancia hist¨®rica del Estatuto de Guernica, la actitud ante la Constituci¨®n de 1978 y la permanente trivializaci¨®n del nivel de autogobierno alcanzado por la comunidad aut¨®noma son argumentos que el PNV concede a los grupos radicales y a los partidarios de la violencia para continuar con sus t¨¢cticas. Basta con repasar los manuales de historia y contemplar el Estatuto de 1936 para comprobar la falsedad de estas argumentaciones. Encerrar la din¨¢mica pol¨ªtica del Pa¨ªs Vasco en un permanente e imaginario agravio en su relaci¨®n con el Estado puede constituir una provechosa t¨¢ctica partidaria para el PNV, pero significa condenar la convivencia de la sociedad vasca a caminos de autodestrucci¨®n.
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