16 / Aza?a
14 de abril del 3 1, cuando la bandera republicana ondea en Cibeles y se le requiere para hacerse cargo de la Historia: "L¨¢stima, s¨®lo otro mes y terminaba mi novela" / "Mire usted, Umbral, las ciudades comienzan a estar bien a partir de los dos millones de habitantes" / El Jard¨ªn de los frailes y las Confesiones de un peque?o fil¨®sofo, de Azor¨ªn, o dos maneras opuestas de hacer ensayos de pubertad / Aza?a o "el pasantillo resentido" / Elogio del resentimiento / Conspira en las reboticas de Atocha y funda Acci¨®n Republicana / Jam¨¢s dijo, de Casas Viejas, "los tiros a la barriga" / Aza?a, chulo de putas / Se declara en verso a Lolita Riv¨¢s-,Cherif / Se casa en Los Jer¨®nimos con tul ilusi¨®n / Salva a Sanjurjo y Aznar le llama "dictador" / "Catalanes, ya no hay un rey que os haga la guerra" / Preso en el puerto de Barcelona / Cogido de las manos a Camer moribundo / La Xirgu, le llamaba "el se?or republicano" / Ag¨¹ista y mal autor teatral / Aza?a mas¨®n (4).
Cuando la bandera republicana ondeaba ya en Cibeles y fueron a decirle a Aza?a, aquel 14 de abril, que ten¨ªa que hacerse cargo de la Historia, ¨¦l, en su refugio de perseguido (barrio de Salamanca), hizo un gesto como de asco (2).-S¨®lo con un mes m¨¢s y terminaba mi novela.
Su novela era Fresdevall, nombre que dio a un lugar castellano llamado, m¨¢s sensatamente, pero con menos belleza, Fresdelvall, pues que el topon¨ªmico se refer¨ªa a un valle. All¨ª hab¨ªa situado, inevitablemente, la historia de tres generaciones de su familia (volvamos sobre Goethe: "el artista, haga lo que haga, no conseguir¨¢ sino, expresar su propia subjetividad"). Aza?a, en su infancia y mocedad, frecuenta el Campo Laudable, nombre que le dieron los romanos, y en seguida comprende que aquello es un burgo podrido (y militarizado, para mayor incomodidad). Este Campo Laudable pertenece, naturalmente, a Alcal¨¢ de Henares, patria cervantina de don Manuel Aza?a. Aza?a vuelve poco por Alcal¨¢, salvo con algunos amigos, y la tristeza lluviosa de la provincia le hace llegar, con el tiempo, a esta confidencia, que uno entiende bastante:
-Mire usted, las ciudades comienzan a estar verdaderamente bien a partir de los dos millones de habitantes.
Nunca m¨¢s aquel sal¨®n de espuelas perdidas bajo los soportales militares de Alcal¨¢. Estudia en El Escorial, con los agustinos, como da ya un poco de asco el contar, por tan sabido, y de aquellos ensayos de pubertad escurialense le queda El jardin de los frailes, novela autobiogr¨¢fica, cuadrada y completa, como el Monasterio, que a veces me ha gustado contrastar con las Confesiones de un peque?o fil¨®sofo, de Azor¨ªn. Qu¨¦ diferentes maneras de leer la propia pubertad y, sobre todo, qu¨¦ diferencia entre el talento y prosa de Aza?a y la cortedad y parquedad de Azor¨ªn. Luego, Aza?a estudia Derecho en Madrid, y se hace pasante de algo, por subsistir (aunque algunas modestas rentas le quedaban de la familia arruinada). Su oficio de pasante, cuando empieza a funcionar brillantemente en la pol¨ªtica y la oratoria, hace que la Derecha Sempiterna hable del "pasantillo resentido".
Y aqu¨ª habr¨ªa que hacer un elogio de las clases medias resentidas, un elogio del resentimiento espa?ol de clase media, que, de vez en cuando, encuentra un caballero vengador y marengo, como Aza?a. Resentido, s¨ª -?y por qu¨¦ no?-, don Manuel Aza?a, resentido el peque?o burgu¨¦s l¨²cido que ve c¨®mo la cultura es un bien suntuario, y la Patria y todo. Todo es un bien suntuario de los suntuosos. Es cuando comprende que Espa?a es el cortijo de unos cuantos y, aparte su pasant¨ªa o lo que fuere, decide, desde este Madrid "de adobes y tranv¨ªas", hacer la revoluci¨®n desde abajo, empezando por el Ateneo, de que ya hemos hablado aqu¨ª, y dedic¨¢ndole a la docta casa m¨¢s atenci¨®n y talento de los que se merec¨ªa aquella fonda cultural donde se daban conferencias. Se afeita el rubio bigote juvenil, se abandona a la gordura y la calvicie, y se deja llevar a las reboticas de la calle Atocha, o por ah¨ª, para fundar Acci¨®n Republicana. Cuando la sublevaci¨®n de Jaca, con los impol¨ªticos fusilamientos de, Gal¨¢n y Garc¨ªa Hern¨¢ndez, que le dan ya a la Rep¨²blica venidera el romanticismo de plazuela que necesitaba, la mayor¨ªa de sus compa?eros se entregan, por solidaridad con los detenidos y fusilados, pero Aza?a anda escondido por Madrid, de piso en piso (incluso en su propia casa, donde menos pod¨ªan buscarle, con la bella Lolita Rivas-Cherif, su esposa), y aprovecha la pausa para. trabajar en Fresdevall (3). Aza?a viene a vengar el resentimiento activo y ambicioso de clase media, no el resentimiento de escalaf¨®n, y por eso tiene a tantos funcionarios y profesionales consigo. Obreros, menos. Odiaba el campo desde su experiencia cerril en la natal Alcal¨¢. Pero tampoco dijo nunca, a prop¨®sito de Casas Viejas, aquello de "los tiros a la barriga". Dijo en las Cortes, imprudentemente, que en Casas Viejas hab¨ªa pasado lo que ten¨ªa que pasar, sin saber realmente lo que hab¨ªa pasado. No se sabe si no ten¨ªa ambiciones o las ten¨ªa escondidas. En todo caso, era un gordo sensual corregido por la inteligencia.
Aza?a, en Madrid, hab¨ªa vivido con algunas musas del arroyo y amadas mal vestidas, aunque no consta que fuese amigo particular de Carr¨¨re, y hasta hab¨ªa vivido, no s¨®lo con ellas, sino de ellas, y de esto se jactaba a?os m¨¢s tarde. Le fascinaba Europa, por donde hab¨ªa viajado bastante, y no le interesaba demasiado Am¨¦rica. Una vez, en un banquete oficial, un amigo le hizo reparar en la magnificencia del servicio: "De buena gana les robaba una copa". Y Aza?a:
-Ll¨¦veselas usted todas, para no descabalarles el juego.
Era un intelectual que s¨®lo ten¨ªa nociones intelectuales de los hechos f¨¢cticos. Ya ministro de la Guerra, ve¨ªa a los generales tan ni?os, con su ambici¨®n, de borlas, que no reparaba en que eran ni?os que ten¨ªan juguetes b¨¦licos y disparaban de verdad. En Aza?a, como en todo intelectual, hay una incapacidad para hacerse carg¨® de lo f¨¢ctico, hay una me c¨¢nica reconversi¨®n de los hechos en ideas. La guerra civil fue la guerra de un general contra un, ensayista. Naturalmente, gan¨® el general. Cacharrer¨ªa, Granja del Henar, tertulias de Aza?a, donde su inteligencia perezosa perd¨ªa el tiempo, sin saber a¨²n que era el tiempo de Espa?a. Entra en el juego de la pol¨ªtica caciquil por Puente del Arzobispo y le derrotan siempre, claro. Se enamora de Lolita Rivas-Cherif y se declara a ella en versos humor¨ªsticos: el viejo juego freudiano/bergso niano de la risa comol expresi¨®n de lo reprimido. Pero ella, veintitantos a?os menor que ¨¦l, le acepta, y se casan en Los Jer¨®nimos con tal ilusi¨®n, que los ritos de la derecha dif¨ªcilmente son salvados por la izquierda burguesa. Aza?a, primero como ministro de la Guerra (su hist¨®rica reforma militar, que Franco no le perdonar¨ªa), y luego como presidente del Consejo, tiene a su derecha al presidentede la Rep¨²blica, el sainetesco don Niceto Alcal¨¢ Zamora, y a su izquierda a Largo Caballero y la CNT. Todo esto le preocupa m¨¢s que la sanjurjada (consigue de don Niceto la no ejecuci¨®n de Sanjurjo) y los movimientos, de la derecha. (Manuel Aznar, de tan brillante carrera franquista, lleg¨® a llamarle "dictador" en El Sol.) Conseguido el Estatuto catal¨¢n, va a Barcelona con Maci¨¢ y dice desde el balc¨®n de Saint Jaume:
-?Catalanes, ya no hay un rey que os haga la guerra!
Pero luego la Rep¨²blica se agrava de la manera que todos sabemos, y Aza?a llega a estar preso en el C¨¢diz y en otro barco/ c¨¢rcel, en el puerto de Barcelona, confusamente promiseado, promiscuamente confundido, lejos de la ignorancia ignorante o deliberada de Alcal¨¢ Zamora, presidente de la Rep¨²blica. Aza?a sac¨® de todo aquello un libro, Mi revoluci¨®n en Barcelona, del que se vendieron en seguida 25.000 ejemplares. Hab¨ªa ido a ver a Carner y le hab¨ªa cogido las manos pero Carner ya s¨®lo era un cad¨¢ver que prestaba atenci¨®n. Aza?a es feo, gordo, indiferente y c¨ªnico. Anduvo peregrinando Espa?a con Adelaida de Rivas-Cherif, Mateo Rivas Cuadrillero, Mar¨ªa Luisa Vald¨¦s y su mujer, Lolita Rivas-Cherif. Como los del 98, identificaba Espa?a, sobre todo, con Castilla, al menos est¨¦ticamente. Le gustaban pueblos como Villalba de los Alcores. Hizo La Pluma, revista literaria en fasc¨ªculos de 48 p¨¢ginas, a dos pesetas, en su piso de Hermosilla, 24, duplicado, no lejos de donde hab¨ªa vivido Gald¨®s, en una especie de librer¨ªa de viejo, antes de cambiarse a su casa confortable y final de Arg¨¹elles. Con ¨¦l escribieron gentes como D¨ªez-Canedo y Pedro Salinas, m¨¢s "El paseante en Corte", que no era sino el propio Aza?a. And¨¢bamos por los a?os 20. No sab¨ªa don Manuel qu¨¦ Espa?a de hidras hab¨ªa despertado y hostigado. Su mujer, Lolita, era una belleza entre Romero de Torres y el modelo femenino Restauraci¨®n. Aparece siempre muy erecto en los actos oficiales, Aza?a, como queriendo interiorizar su grosor. Los hombres y los nombres que le rodean por entonces son Historia t¨®pica de Espa?a. Pero Estampa se permit¨ªa esta aleluya: .?Ser¨¢ Lerroux, ser¨¢ Aza?a el que nos mande en Espa?a?". No puede decirse que el humor pol¨ªtico/period¨ªstico haya mejorado mucho desde entonces. El Emperador del Paralelo tambi¨¦n hizo mucho da?o a la Rep¨²blica, con su demagogia y su m¨²ltiple juego, y acab¨® siendo glosado por "El caballero Audaz". Cada uno tiene los juglares que se merece.
Las relaciones entre Aza?a y Maci¨¤ siempre fueron reservonas, aunque ambos usaban abrigos de espiguilla. Aza?a ten¨ªa verrugas en el lado derecho de la cara y hablaba muy bien en las plazas de toros. Margarita Xirgu le llamaba "el se?or republicano" y nunca crey¨® demasiado en ¨¦l como autor teatral. Aza?a era ag¨¹ista, como Azor¨ªn (aunque tambi¨¦n tomaba vino) y puede v¨¦rsele en los viejos balnearios espa?oles, resolviendo Espa?a en la cabeza o resolviendo su siempre inacabada novela Fresdevall. Cuando est¨¢ preso se pone boina. En noviembre del 37 visita el frente de Madrid con el general Rojo. En el 38 estuvo en Valencia. Tambi¨¦n recorri¨® el frente con Miaja. El 4 de noviembre de 1940 es enterrado en Montauban, Francia, y hab¨ªa dejado dicho que no quer¨ªa que lo moviesen de donde cayera. Todo lo anterior y lo posterior a ese noviembre vencido y exiliado es Historia casi escolar que da como verg¨¹enza repetir. En Aza?a hay un dandy republicano e interior a quien la naturaleza ha hecho la gracia sin gracia de sacarle gordo y adiposo. Es un l¨ªrico que siempre eleva la met¨¢fora a concepto. Un conceptuoso que se expresa mejor en met¨¢foras. Gran escritor y arrojado pol¨ªtico, demasiado intelectual para hombre d¨¦ acci¨®n. Le faltaba crueldad para ser cruel, pero n o le faltaba frialdad mental. Ni ¨¦l mismo sab¨ªa muy bien, seguramente, si quer¨ªa la gloria literaria o la gloria pol¨ªtica. (Hoy le pasa a Tierno, quiz¨¢.) Corporaliza como nadie a los hijosdalgos espa?oles, devenidos "pasantillos" que incorporan activamente el noble resentimiento de nuestras clases medias intelectuales. Nervioso e inseguro, pod¨ªa dejar que el cigarrillo entero se le hiciese ceniza, entre los dedos, sin perder el pulso, mientras las revueltas, revoluciones y contrarrevoluciones rodeaban su estatua y su estatura.
Notas:
1. Aza?a se dej¨® arrastrar a la masoner¨ªa, de mala gana y por vaga curiosidad. En seguida pas¨® al estado de durmiente, por la ingenuidad let¨¢rgica de aquellas pr¨¢cticas.
2. Aza?a llega a corporalizar f¨¢cticamente la Rep¨²blica como un rey la Monarqu¨ªa.
3. La novela Fresdevall, jam¨¢s terminada, est¨¢ en sus OP. Pero el g¨¦nero de Aza?a, entre la met¨¢fora y la ideaci¨®n, era el ensayo.
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