Una victoria del pueblo por la fuerza de los votos
La ¨²ltima d¨¦cada de la historia de Chile est¨¢ marcada por el dolor, la brutalidad y las sombras de una de las peores dictaduras de Am¨¦rica Latina, y tambi¨¦n por el indomable esp¨ªritu de lucha de su pueblo. Sin embargo, nada de ello -ni la brutalidad odiosa de Augusto Pinochet ni el hero¨ªsmo glorioso y esperanzador del pueblo- puede hacernos olvidar la trascendencia y el significado hist¨®rico de uno de los acontecimientos pol¨ªticos y sociales m¨¢s importantes de la historia contempor¨¢nea: el triunfo electoral, hace hoy 15 a?os, de la combinaci¨®n de partidos de la izquierda chilena, agrupados en la Unidad Popular, que llevaba como candidato a la Presidencia de la Rep¨²blica al doctor Salvador Allende."La revoluci¨®n no implica destruir, sino construir; no implica arrasar, sino edificar", dijo, Salvador Allende en la euf¨®rica noche del 4 de septiembre de 1970, cuando al filo ya de la medianoche un grupo de sus partidarios se reunieron en una festiva celebraci¨®n ante el edificio de la Federaci¨®n de Estudiantes de la Universidad estatal chilena, desde cuyo balc¨®n el victorioso presidente improvis¨® un hermoso discurso. Salvador Allende tuvo siempre la virtud de agigantarse en los momentos decisivos.
Chile ten¨ªa hasta ese momento una prolongada historia de elecciones y Gobiernos democr¨¢ticos, con fugaces par¨¦ntesis que enla perspectiva de la historia de 160 a?os de vida independiente no alcanzaban a empa?ar su tradici¨®n c¨ªvica y libertaria.
Los sindicatos y los partidos pol¨ªticos que representan a los trabajadores surgieron a comienzos del siglo XX, bajo la inspiraci¨®n de Luis Emilio Recabarren, padre del sindicalismo clasista y fundador del partido comunista. En sucesivas elecciones, los chilenos consolidaron un r¨¦gimen democr¨¢tico en lo pol¨ªtico y capitalista en lo econ¨®mico, aunque fuertemente progresista.
Ellas hicieron posible el acceso al , poder, en 1970, de una coalici¨®n de partidos de izquierda que en su programa proclamaba la decisi¨®n de transformar revolucionariamente al pa¨ªs. Un marxista hab¨ªa conseguido un triunfo electoral por primera vez en la historia y se propon¨ªa a partir de all¨ª conquistar todo el poder para dar vuelta de cabeza a la sociedad de un peque?o pa¨ªs subdesarrollado y dependiente.
"Hemos triunfado para derrotar definitivamente la explotaci¨®n imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de importaci¨®n y exportaci¨®n, para nacionalizar, en fin, el cr¨¦dito, pilares todos que har¨¢n factible el progreso de Chile, creando el capital social que impulsar¨¢ nuestro desarrollo", dijo Salvador Allende en ese mismo discurso del 4 de septiembre. Sus palabras resum¨ªan lo esencial del programa de gobierno que puso en pr¨¢ctica, innovando tambi¨¦n en la pr¨¢ctica habitual de los Gobiernos burgueses y populistas latinoamericanos, que llegan al poder apoy¨¢ndose en floridos programas que jam¨¢s cumplen.
El m¨¦dico socialista, que hab¨ªa destacado en 1939 como ministro de Salubridad del Gobierno frente populista que encabez¨® Pedro Aguirre Cerda, llegaba a los 62 a?os de edad a la Jefatura del Estado de la Rep¨²blica de Chile, decidido a hacer u?a revoluci¨®n tan profunda como pac¨ªfica y demostrar as¨ª que si la democracia es sincera y se aplica hasta sus ¨²ltimas consecuencias, es posible que los pueblos alcancen el poder y controlen su propio futuro, empleando ¨²nicamente la fuerza de los votos y de la raz¨®n.
El doctor Allende y los dirigentes de los partidos de la Unidad Popular sab¨ªan lo suficiente de marxismo como para darse cuenta de la trascendencia universal que podr¨ªa tener el ¨¦xito de la experiencia revolucionaria chilena. El propio Allende lo dijo en un mensaje enviado al Parlamento el 21 de mayo de 1971: "Chile es hoy la primera naci¨®n de la tierra llamada a conformar el segundo modelo de transici¨®n del capitalismo al socialismo. Aqu¨ª y ahora la historia empieza a dar un nuevo giro".
Simult¨¢neamente, Allende ten¨ªa otra convicci¨®n profunda: que para llevar a cabo esta revoluci¨®n a la chilena el pueblo no iba a emplear la fuerza de las armas. Y si alguien sacaba a relucir las espadas, fusiles, ca?ones o aviones a reacci¨®n, ser¨ªa el imperialismo, con objeto de aplastar la experiencia revolucionaria.
Al final de su vida Allende constat¨® con amargura, aunque sin perder la esperanza, que los contrarrevolucionarios "tienen la fuerza y podr¨¢n avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos".
Y agreg¨® en su emocionante mensaje desde el palacio de la Moneda, difundido por Radio Magallanes el 11 de septiembre de 1973, que "el pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse; el pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco humillarse".
Estas ideas son la m¨¢s clara ense?anza dejada por la luminosa victoria popular del 4 de septiembre de 1970, ahogada en sangre por Pinochet y sus patronos hace ya ahora 12 dolorosos a?os.
es presidente de la Central ?nica de Trabajadores de Chile.
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