Glosa a las 'Estampas bostoffianas'
S¨ª, es cierto que ¨²ltimamente est¨¢ de moda hablar mal de Estados Unidos. Esta tendencia es natural y, yo dir¨ªa, necesaria y sana, teniendo en cuenta que es el pa¨ªs m¨¢s rico y poderoso del mundo y que su actual Gobierno mantiene con intransigencia una pol¨ªtica econ¨®mica e internacional que oprime y sojuzga a los pa¨ªses m¨¢s d¨¦biles que intentan escapar a su control. Toda cr¨ªtica que sirva para poder distinguir y eliminar los aspectos imperialistas y autoritarios a los que tienden las democracias occidentales y, sobre todo, la naci¨®n democr¨¢tica y capitalista que fund¨® Washington y ratific¨® Lincoln, es, en s¨ª misma, una necesidad humanista e intelectual. Sin embargo, las cr¨ªticas econ¨®micas y pol¨ªticas se vuelven especulativas y abstractas cuando se empieza a hablar del pueblo norteamericano. La inmensidad de este gran pa¨ªs, con su variedad de culturas y razas, plantea la casi imposibilidad de objetivar y profundizar en el an¨¢lisis de las costumbres, problemas, anhelos y frustraciones de los norteamericanos.Esta dificultad se ve clara en la serie de art¨ªculos que mi querida amiga Rosa Montero ha publicado recientemente en EL PA?S de los d¨ªas 13, 14 y 15 de agosto. Todo lo que Rosa narra, con su personal estilo de cr¨®nica y vi?etas, sobre su reciente estancia en EE UU, puede ser perfectamente reconocido por cualquier turista que tenga la oportunidad de adentrarse en la vida diaria del mundo universitario norteamericano; sin embargo, tambi¨¦n pienso que Rosa, en sus Estampas bostonianas, peca de excesivamente simplista, parcial y precipitada en unos juicios elaborados desde este peque?o n¨²cleo de poblaci¨®n intelectual y, universitario localizado en Boston. Reconozco que en esta contestaci¨®n m¨ªa a las observaciones de Rosa hay un deseo de querer afinar sobre ciertos aspectos que, al no ser adecuadamente presentados, desvirt¨²an la realidad personal del americano que vive y trabaja en un sistema de educaci¨®n liberal y privado del que Wellesley College, MIT y Harvard son m¨¢ximos exponentes y cuyo modelo est¨¢ perfectamente realizado en Estados Unidos.
Cuando invit¨¦ a Javier Mar¨ªas, en el oto?o, y a Rosa Montero, en la, primavera, para que me sustituyeran en mi a?o sab¨¢tico ten¨ªa dos claras intenciones. En primer lugar, deseaba que ellos, como j¨®venes novelistas y como profesionales intelectuales, ligeramente marginados de lo establecido, trajeran a Wellesley una cierta mentalidad nueva espa?ola, que yo, como acad¨¦mica y profesora trabajando durante siete a?os fuera de Espa?a, no pod¨ªa adecuadamente dar. Tambi¨¦n deseaba que ellos, como amigos m¨ªos, disfrutaran de las excelencias de ense?ar en un ambiente peculiar y extra?o de una universidad de mujeres como es Wellesley y que, al hacerlo, aprendieran, asimismo, algo de la gran libertad de pensamiento y de las infinitas posibilidades acad¨¦micas que la universidad privada norteamericana ofrece. Por otra parte, tambi¨¦n quer¨ªa que con ellos se reanudase la tradici¨®n del departamento de Espa?ol de Wellesley College, interrumpida en los ¨²ltimos 25 a?os, que hab¨ªa tenido profesores tan ilustres como Jorge Guill¨¦n, Justina Ruiz de Conde, Pedro Salinas, Juli¨¢n Mar¨ªas y Carlos Bouso?o.
Mi intenci¨®n en cuanto a la aportaci¨®n de mis amigos al departamento ha sido un ¨¦xito, ya que tanto colegas como alumnas no hacen m¨¢s que ensalzarme su profesionalidad, su dedicaci¨®n y la simpat¨ªa que ambos han despertado. Sin embargo, en cuanto a mi segundo deseo temo, despu¨¦s de leer el art¨ªculo de Rosa, que no ha logrado percibir lo que es y representa la lucha por la integridad y la libertad intelectual y personal del sistema universitario americano.
S¨ª, es cierto que Wellesley, MIT, Harvard son universidades car¨ªsimas, elitistas, competitivas, imponentes, pero tambi¨¦n es cierto que la criba est¨¢, exclusivamente, en la capacidad intelectual y personal de los estudiantes y no, como a?ade Rosa, en su capacidad econ¨®mica, y quiero puntualizar que tampoco est¨¢, hasta cierto punto, en las notas. Lo que no dice Rosa, tal vez porque no se ha molestado en informarse, es que representantes de Wellesley College recorren el pa¨ªs visitando las escuelas privadas y p¨²blicas para reclutar estudiantes, y lo ¨²nico que se les exige a ¨¦stas es que sepan escribir de una forma clara y coherente, que puedan analizar la literatura; que est¨¦n familiarizadas con principios avanzados de matem¨¢tica; que conozcan, por lo menos, una lengua extranjera; que hayan experimentado en los laboratorios de ciencia y que manejen conceptos generales de historia y de geograf¨ªa. Con estos requisitos y con los ex¨¢menes generales de entrada y, sobre todo, con buenas cartas de recomen-
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