Un bravo soldado
La propuesta de comprar el telefilme austriaco Las aventuras del bravo soldado Schweik se archiv¨® en los cajones de los despachos de Prado del Rey durante varias temporadas hasta que se materializ¨® este mismo a?o, con Fernando Moreno como m¨¢ximo responsable de los programas de producci¨®n ajena de TVE.Se alegaban, al parecer, razones obvias para no comprarlo. Es decir, el "aparente y subjetivo" antimilitarismo que caracteriza el personaje creado por Jaroslav Hashek, que en la noche del pasado viernes se despidi¨® de la programaci¨®n de TVE-1.
Merece la pena repasar algunas de esas obviedades. Es un soldado mod¨¦lico. Modesto vendedor de perros, se enrola voluntariamente en el ej¨¦rcito. Nunca se dirige a sus superiores sin antes perdir permiso. Se desvive por complacerles en todo e incluso a quien le tacha de tonto le recuerda que lo es en un grado que aqu¨¦l ni siquiera puede sospechar. Acepta que su primer amo, el capell¨¢n Katz, se lo juegue en una partida de cartas con el teniente.
Su estulticia no se acomoda a los c¨¢nones de los especialistas en estas materias y tienen que echarlo del manicomio para evitar el riesgo de subvertir la naturaleza de tal instituci¨®n. Su singular talento confunde al enemigo en numerosas ocasiones, aunque, por raz¨®n del oficio, cause de cuando en cuando alg¨²n destrozo al armamento. Nunca cuestiona la autoridad de sus superiores y si la obediencia ciega, al pie de la letra, provoca efectos hilarantes, ello se debe a que tal resultado parece connatural con la estricta aplicaci¨®n de aquellas ordenanzas y disciplinas de cuartel.
Obediente y valeroso
Nadie podr¨¢ reprocharle tanta entrega al mando, ni siquiera cuando interpreta los deseos de los superiores, incluso los sexuales. Hace el amor con la amante de su teniente con la certeza de que eso es lo que le gustar¨ªa hacer a su jefe. Tampoco siente necesidad de propiedades privadas. Es el primero en cumplir la ley, en acatar el orden, aunque a menudo le resulten. adversos. S¨®lo alguna picard¨ªa, para sobrevivir, por aquello del instinto, y que, de paso, salva el pellejo de sus colegas, aparentemente m¨¢s listos.El valor como soldado lo acredita con el privilegio de que su trasero derrame en el frente las primeras gotas de sangre por su patria, gracias al tiro que se le escapa a un torpe compa?ero de batall¨®n. En realidad, le da lo mismo ser checo que austr¨ªaco, y hasta en tiempos de guerra se declara neutral. Es fiel al emperador, a la rep¨²blica y a lo que venga. ?l sabe que, en el fondo, unos y otros necesitan ciudadanos como ¨¦l para que el gobierno p¨²blico siga adelante, No est¨¢ ni con "los blancos" ni con los rojos", como demostraron las postreras aventuras del ¨²ltimo cap¨ªtulo, en plena revoluci¨®n sovi¨¦tica. Las revoluciones, dice, no son buenas si no sube el valor nutritivo de las sopas que al¨ªmentan a los ciudadanos.
Un soldado bravo y ejemplar, ideal en tiempos de guerra. Es un mensaje radicalmente distinto al que transmite ese otro telefilme norteamericano, MASH, aparentemente -esta vez sin comillas- antimilitarista: lo que se pretende decir es que esas lejanas guerras por alg¨²n lugar de Asia tambi¨¦n sirven para que tropas y oficiales occidentales se solacen y organicen juergas y comedias de campeonato.
El soldado Schweik tan s¨®lo muestra alguna repugnacia por esos oficiales y gente de poder que, dice ¨¦l, "est¨¢n siempre arriba, como la mierda en las cloacas". Por eso, donde mejor se encuentra es con sus amigos, tom¨¢ndose unas cervezas en la taberna, de igual a igual.
Por otra parte, el actor Fritz Mullar, que encarna, m¨¢s que interpretar, al soldado Schweik, es probablemente el h¨¦roe televisual m¨¢s educado de los que han desfilado por TVE en los ¨²ltimos a?os. Se presenta en la programaci¨®n sin careta, con un saludo a las se?oras y se?ores, con el buenas noches por delante, y postr¨¢ndose a los pies de la audiencia. En breves segundos repasa su situci¨®n actual e invita a vivir con ¨¦l sus futuras experiencias. Era necesario un personaje como Schweik para contrarrestar tantos personajes listos que aparecen por la televisi¨®n.
Y desde otro punto de vista, tambi¨¦n televisual, esta producci¨®n de la televisi¨®n p¨²blica austriaca est¨¢ implacablemente ajustada a la naturalidad y simpleza, o sea, a la genuina personalidad del protagonista. Su director, Wolfgang Liebeneiner, ha elegido una narraci¨®n lineal y clara, sin embrollos de argumento ni parafernalias de efectos o trucos del medio. Todo resulta deliciosamente obvio.
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