Los nueve triunviros argentinos escuchan imperturbables el rosario de acusaciones lanzado por el fiscal
El jueves, los nueve procesados en el juicio de Buenos Aires, los nueve ex comandantes en jefe de sus respectivas armas -entre ellos, tres ex presidentes de la Rep¨²blica-, los nueve codictadores militares calentaron por segunda vez el banquillo de los acusados en la sala de la C¨¢mara Federal de Buenos Aires. La expectativa fue menor y se advirtieron bancos vac¨ªos en el sitio reservado al p¨²blico. Durante cerca de nueve horas, el fiscal Julio C¨¦sar Strassera y su adjunto, Luis Moreno Ocampo, leyeron parte de su alegato pormenorizado sobre delitos supuestamente probados que afectan a las tres juntas.
Caso a caso, la fiscal¨ªa ha comenzado por acusarles de privaci¨®n ileg¨ªtima de la libertad, falsedad de documento p¨²blico, robo agravado, reducci¨®n a servidumbre, aplicaci¨®n de tormentos y extorsi¨®n.Los ex presidentes Jorge Videla y Leopoldo Galtieri continuaron concurriendo con atuendos civiles, y el primero portando un libro, que ley¨® continuamente durante la larga exposici¨®n de los fiscales, aparentando desentenderse de lo que se dec¨ªa en la sala. Los nueve encausados tomaron asiento en distinto orden al adoptado el mi¨¦rcoles, alej¨¢ndose Videla un espacio de la mesita de los fiscales; junto a ¨¦stos se situ¨® esta vez el almirante Lambruschini.
Todos los presentes estuvieron en la sala con exquisita correcci¨®n y la mayor¨ªa de los reos soport¨® la larga jornada vespertina como si se encontrara petrificada. Videla, como escondi¨¦ndolo en su cartapacio marr¨®n, le¨ªa o aparentaba leer convulsivamente, s¨®lo levantando la vista hacia el crucifijo que preside la sala cada vez que se citaba su nombre. Refiri¨¦ndose a su desd¨¦n auditivo, el fiscal Strassera declar¨® a los periodistas: "No me importa en absoluto. Que haga lo que le d¨¦ la gana".
Las lecturas de Videla
Todos los esfuerzos de los asistentes al juicio por visualizar el libro de horas judiciales de Videla han sido infructuosos; lo lee semiocult¨¢ndolo como un colegial que no desea ser sorprendido en una peque?a fechor¨ªa, y cuando se retira, lo guarda subrepticiamente en su carpetita de cuero marr¨®n. S¨®lo se ha podido alcanzar a ver parte del t¨ªtulo: ( ... )en el para¨ªso ( ... ).El almirante Emilio Massera result¨® en esta jornada el m¨¢s m¨®vil de sus conmilitones; con una media sonrisa que podr¨ªa objetivamente interpretarse como desde?osa, atornillada a las comisuras de sus labios, asinti¨® repetidamente con la cabeza, mirando fijamente a los dos fiscales o a los seis jueces cada vez que su nombre se citaba en relaci¨®n con la desaparici¨®n, secuestro o tortura de ciudadanos.
El neurotizado brigadier general del Aire Ram¨®n Agosti, intent¨® por dos veces conversar con su vecino, el teniente general Galtieri, sin obtener la menor respuesta. El almirante Armando Lambruschini ojeaba por encima del hombro el librito misterioso de Videla.
Los reos, ya curados de espantos tras la primera sesi¨®n del alegato fiscal, escucharon imperturbables el siguiente parlamento de la fiscal¨ªa: "Los centros de cautiverio y exterminio de detenidos, ubicados m¨¢s all¨¢ de los combates reales o supuestos, constituyeron la retaguardia del llamado Proceso de Reorganizaci¨®n Nacional, pero tambi¨¦n su sucia y vergonzosa trastienda". Julio C¨¦sar Strassera se super¨® a s¨ª mismo y los enlodaz¨®: "La represi¨®n nunca se distingui¨® por su caballerosidad, y si tuvi¨¦ramos que ponerle un escudo identificatorio, ¨¦ste ser¨ªa una picana y una capucha". Imperturbables.
Al t¨¦rmino de esta audiencia oral, el almirante Isaac Anaya, preso en la Escuela de Mec¨¢nica de la Armada - por sus responsabilidades en la p¨¦rdida de la guerra de las Malvinas-, deambul¨® solo por los pasillos del palacio de los tribunales porte?os, perdi¨¦ndose. Sus propios abogados le persiguieron a los gritos de "?almirante, almirante!" hasta alcanzarlo y restituirlo a su custodia. Tras dos d¨ªas de sobrepasarse en horario, la fiscal¨ªa ha solicitado de la C¨¢mara una ampliaci¨®n temporal para la formulaci¨®n de su alegato -que amenaza ser extens¨ªsimo- y que ser¨¢ solventada el pr¨®ximo martes.
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