Los mineros y su negro tributo
Aparte del supuesto destino del minero, en otros casos se le echaba la culpa al fallecido, que se llevaba a la silenciosa sepultura lo que en realidad hab¨ªa ocurrido. Entre los que estaban capacitados para decir lo que realmente hab¨ªa sucedido, unos se callaban y a otros les hac¨ªan callar o les hac¨ªan dif¨ªcil demostrar lo contrario de lo que dec¨ªan los jefes y autoridades. Unido a esto, la incapacidad del sindicato vertical hac¨ªa pr¨¢cticamente imposible llegar a la verdad de las causas de los accidentes.En fechas no muy lejanas se produc¨ªan numerosos accidentes por explosiones de gris¨², por manejo de explosivos y por otras muchas causas, que, siendo en su momento disculpados, se demuestra no pasados muchos a?os que pod¨ªan ser evitados.
La evoluci¨®n estad¨ªstica de las cifras de accidentes mortales en nuestra miner¨ªa revela una disminuci¨®n hist¨®rica que coincide con el desarrollo t¨¦cnico de una parte importante de las empresas del sector. El impulso de la acci¨®n sindical, la operatividad de los comit¨¦s de seguridad y la propia solvencia t¨¦cnica alcanzada en dichas empresas han permitido esta disminuci¨®n en las cifras de accidentabilidad.
Quiz¨¢ sea necesario aclarar, sin embargo, que esta evoluci¨®n es lenta y que siguen produci¨¦ndose accidentes cuyas causas se repiten sin que exista una soluci¨®n t¨¦cnica adecuada para evitarlos. Los derrabes, de desgraciada actualidad en las ¨²ltimas fechas, son el argumento m¨¢s evidente de la necesidad de profundizar t¨¦cnicamente en estos problemas.
Las propias cifras de accidentes, con 978 mineros muertos en accidentes de trabajo en los ¨²ltimos 10 a?os, suponen una frecuencia muy superior a la de la miner¨ªa europea. Los mineros espa?oles, que somos el 10,8% de la poblaci¨®n activa de este pa¨ªs, sufrimos el 5,8% del total de accidentes mortales que se producen en los diferentes sectores industriales.
Pero las cifras globales no dan en absoluto la medida del grave problema. Algunos datos particulares resaltan m¨¢s adecuadamente la gravedad de la situaci¨®n.
Causas m¨¢s importantes
En Asturias, pongamos por ejemplo, se han producido 11 accidentes mortales en lo que va de a?o en las peque?as explotaciones sobre una plantilla de 1.100 trabajadores. En el mismo per¨ªodo, sobre una plantilla de 27.000 trabajadores en las empresas de cierta entidad, el n¨²mero de muertos ha sido de 18. En otras palabras, mientras en estas empresas de cada 1.500 trabajadores ha muerto uno, en la peque?a miner¨ªa se ha matado un minero de cada 122. ?Qu¨¦ atenci¨®n presta el Gobierno socialista a estos datos? Ninguna.
El caso es que los accidentes se suceden como un negro tributo que los mineros pagan, y para CC OO de la miner¨ªa las causas que inciden en la mayor parte de los accidentes son evitables. Bajo mi punto de vista, ¨¦stas ser¨ªan entre otras las siguientes:
1. Ritmos acelerados de los trabajos (destajos) que no permiten ni observar las reglas m¨¢s elementales de seguridad.
2. La falta total de formaci¨®n profesional a los trabajadores que vienen ingresando en el interior de la mina (en algunos pa¨ªses de la CEE los nuevos mineros reciben hasta seis meses de formaci¨®n te¨®rica y pr¨¢ctica).
3. La escasa o nula preocupaci¨®n empresarial por la cualificaci¨®n profesional de los mineros implantando la contrataci¨®n eventual con categor¨ªas profesionales bajas para pagar salarios m¨ªnimos y cotizar menos a la Seguridad Social. A esta especulaci¨®n le ayuda el que en el Estatuto Minero, el Gobierno actual se comprometi¨® a confeccionar un nomenclator que recoja las funciones espec¨ªficas que debe tener cada categor¨ªa profesional minera y, casi a los dos a?os de su vigencia, esto no se ha llevado a cabo.
4. La falta de inspecci¨®n efectiva que existe en las minas espa?olas.
5. A las minas de 50 trabajadores el Estatuto Minero las dej¨® sin comit¨¦ de seguridad, hecho que, criticamos en¨¦rgicamente en CC OO, lo que permite que estas peque?as empresas no inviertan m¨¢s en seguridad. La ambig¨¹edad e inhibici¨®n de la Administraci¨®n en este terreno permite a los patronos la interpretaci¨®n interesada de dicho estatuto.
6. Igualmente, el Estatuto del Minero que nos impuso el Gobierno socialista facilit¨® la generalizaci¨®n de la contrataci¨®n eventual en las minas, hecho ¨¦ste que contribuye a la realizaci¨®n de trabajos en condiciones peligrosas y a la inhibici¨®n del minero al no disponer de garant¨ªas en su puesto de trabajo.
Paralelamente, considero que, tambi¨¦n hay responsables de esta situaci¨®n:
1. El Gobierno central y auton¨®mico, que no s¨®lo no obliga a la polic¨ªa minera a realizar una inspecci¨®n exhaustiva y eficaz, sino que ha decretado un Estatuto Minero que deja indefensos a una buena parte de los mineros.
2. La b¨²squeda de los mejores resultados econ¨®micos por parte de los empresarios, sin tener en cuenta las vidas de los mineros que fallecen y las p¨¦rdidas que se derivan de los accidentes mortales en concepto de financiaci¨®n a la Seguridad Social (en 1984, 3.600 millones de pesetas).
3. La complicidad de una minor¨ªa de t¨¦cnicos al avalar con sus informes el mal estado de la seguridad en que se desarrollan los trabajos en algunas minas de nuestro pa¨ªs.
Si tenemos en cuenta el tr¨¢gico balance de accidentes mortales que se producen en las peque?as minas o chamizos, no ser¨ªa aventurado proponer el agrupamiento de estas minas en empresas m¨¢s solventes t¨¦cnica y socialmente, encaminadas al mantenimiento del empleo y a la mejora de las condiciones de seguridad y salubridad.
Por ¨²ltimo, hay que denunciar la actitud de algunos empresarios que no dudan en coaccionar y amenazar con cierre de minas cuando los mineros exigen mayores garant¨ªas de seguridad y mejores condiciones de trabajo. El Gobierno no deber¨ªa descartar la nacionalizaci¨®n de aquellas empresas privadas que, alegando ausencia de recursos financieros, ignoran las m¨¢s elementales normas de seguridad. Ha sido ¨¦sta una norma habitual en los pa¨ªses de la CEE.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.