La televisi¨®n mexicana present¨® a los testigos del siniestro la verdadera dimensi¨®n de la tragedia
Todos sintieron el movimiento, algunos resultaron heridos, muchos observaron en el camino hacia el aeropuerto de M¨¦xico las escenas del horror, pero s¨®lo al ver en las pantallas de televisi¨®n del aeropuerto las primeras im¨¢genes que transmit¨ªa el canal 13, de propiedad gubernamental, entendieron que hab¨ªan vivido un acontecimiento hist¨®rico. Y es que los mexicanos han sufrido antes otros terremotos, que ellos llaman temblores. Los m¨¢s viejos afirman que hasta mayores que el del jueves. Esa es la impresi¨®n general de los testimonios recogidos ayer entre los pasajeros del primer avi¨®n de Iberia que sali¨® de M¨¦xico tras el se¨ªsmo.
Minutos antes de las tres de la tarde de ayer lleg¨® a Barajas el vuelo 972 de Iberia, procedente de M¨¦xico, con 215 pasajeros a bordo. Los viajeros, que hab¨ªan despegado pocas horas despu¨¦s del se¨ªsmo, se vieron abordados por una avalancha de informadores a la b¨²squeda de testimonios personales. Los viajeros ven¨ªan en silencio, y, seg¨²n comentaron, pr¨¢cticamente ninguno de ellos hab¨ªa hablado con sus compa?eros de vuelo de c¨®mo y d¨®nde les hab¨ªa sorprendido el terremoto.Ante los periodistas comenzaron a hablar, y coincid¨ªan en que el seismo destroz¨® la mayor¨ªa de los edificios antiguos y los rascacielos del centro de la capital, sin afectar seriamente a las zonas perif¨¦ricas. La suerte de los ciudadanos que en el momento del terremoto viajaban en el metro era una de las principales preocupaciones de las personas que llegaron ayer a Madrid. El mexicano Antonio Mora contaba: "El ¨²nico sitio donde v¨ª histeria era en las bocas del metro, por donde sal¨ªa la gente espantada, diciendo que dentro quedaban muchas personas. Un servidor de usted se march¨® dejando a dos sobrinos all¨ª metidos".
Un empresario espa?ol, que se alojaba en uno de los hoteles m¨¢s c¨¦ntricos, relat¨® c¨®mo fueron los minutos despues de la cat¨¢strofe: "Salimos todos de nuestras habitaciones al ver que los muros se resquebrajaban, las l¨¢mparas ca¨ªan y todo vibraba. Nos dirigimos hacia la escalera de incendios; ¨¦ramos muchos los que descend¨ªamos, y los primeros en llegar abajo quedamos aplastados contra una verja de hierro que no se pod¨ªa abrir. Tuve que atravesar un cristal para salir y me cort¨¦".
Peor fue el encierro sufrido por el m¨¦dico mexicano Ricardo Quibrera, alojado en el piso 15 del hotel Century, de la Zona Rosa de la capital: "Me despert¨® el temblor; intent¨¦ salir de mi habitaci¨®n, pero la puerta estaba trabada". Durante 40 espantosos minutos, el doctor escuch¨® los ruidos de la gente que corr¨ªa hacia la salida del hotel y los que provocaban los m¨¢rmoles, l¨¢mparas y muebles del edificio que iban cayendo poco a poco.
Sensaci¨®n de mareo
La sensaci¨®n de mareo y de que "ni siquiera est¨¢s agarrado a la tierra" es la que recuerdan todos los testigos del drama al hablar de ¨¦l. Un ingeniero espa?ol lo vio desde otra perspectiva, no menos ins¨®lita. Se encontraba en Acapulco, en una casa al borde del mar, cuando not¨® c¨®mo se balanceaba su mecedora sin que ¨¦l la impulsara. "El mar estaba en calma y, sin embargo, la tierra no dejaba de temblar".
Y si el temblequeo y el ruido espantan, el silencio y la quietud que les siguen son aun mas terribles. Esos largos minutos en que nadie sabe lo que ha pasado. "Estaba hablando por tel¨¦fono con mi hermano cuando sent¨ª el temblor y se cort¨® la comunicaci¨®n", recuerda Ram¨®n Castro, un orensano que tiene sus negocios en el centro de la ciudad. "Entonces me encontr¨¦ como si estuviera solo en el mundo".
Un turista austriaco, alojado en el centro de M¨¦xico, explic¨® en Barajas como, minutos despu¨¦s del temblor, sali¨® a la calle: "Eran decenas de personas las que corr¨ªan heridas hacia los hospitales; fue horrible". Todo el mundo coincid¨ªa en que no hab¨ªa visto muertos -"los muertos han quedado enterrados", dijo alguien- sino tan s¨®lo heridos. Y tambi¨¦n en que no hubo pillaje, pese a que muchos comercios estaban destripados.
Una mujer francesa describi¨® ayer en Barajas una imagen que sorprendi¨® a todos los que vivieron el siniestro: los edificios m¨¢s altos no se desmoronaban sobre sus cimientos, como ocurre cuando se produce una explosi¨®n controlada, sino que se iban desplomando hacia un lado, "como fichas del domin¨®".
La mayor¨ªa de los pasajeros del vuelo IB-974 hab¨ªan perdido la noci¨®n del tiempo. Afirmaban haber llegado al aeropuerto de la ciudad de M¨¦xico con muchas horas de antelaci¨®n, cuando lo que realmente hab¨ªa ocurrido es que su avi¨®n despeg¨® con tres horas de retraso. Para muchos, el camino hacia el aeropuerto fue una aventura. Tuvieron que eludir las calles c¨¦ntricas, atascadas de coches, llenas de escombros y con el asfalto reventado, y tomar carreteras per¨ªfericas. A trav¨¦s de las radios de los veh¨ªculos escucharon las llamadas de socorro.
Barreras de ni?os
Seg¨²n Santiago Fem¨¢ndez, t¨¦cnico de Iberia que viajaba en el primer avi¨®n que aterriz¨® en M¨¦xico tras la cat¨¢strofe, "era asombroso, no se ve¨ªa ni un solo uniforme por las calles". "Las brigadas de socorro estaban organizadas, todav¨ªa no entiendo c¨®mo, por los propios civiles", dijo, y lo que m¨¢s sorprendi¨® a Fern¨¢ndez en su paseo por el escenario de la tragedia fue ver c¨®mo una mujer organizaba barreras de ni?os que imped¨ªan la entrada de los curiosos a las calles m¨¢s afectadas. El t¨¦cnico de Iberia explic¨® que la gente andaba de un lado a otro "desconcertada, al encontrar en ruinas el edificio de su casa o de su trabajo".
"No, no, ahorita no tengo miedo de volver porque esto no se repetir¨¢ por lo menos hasta dentro de 15 a?os", dijo ayer una mexicana de 76 a?os, que viajaba con su nieta, una escultora de 23 a?os. La anciana se declaraba veterana en esto de los se¨ªsmos y contradec¨ªa a la muchacha cuando ¨¦sta afirmaba que hab¨ªa sido la mayor cat¨¢strofe de la historia del pa¨ªs latinoamericano. "De mayores hemos salido", afirm¨® la anciana, y recogi¨® sus maletas de la cinta transportadora.
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