El festival ped¨¢neo
Al igual que el clima desapacible estimul¨® en su d¨ªa la narrativa oral en tomo al fuego, los domingos de lluvia en Euskadi propician las tardes de cine en los pueblos.Rara es la localidad sin cin¨¦filos. Muchas gozan de cineclubes, locales para cinef¨®rum, varias salas comerciales y cinematecas subterr¨¢neas, turbulentas, con asientos de aula parroquial y pantallas remendadas como vela de bergant¨ªn, donde se proyectan cl¨¢sicos, novedades, reliquias y documentales.
Colectivos afanosos como el Mudo Drogot Cinemat¨®grafo, de Ermua, y el Kultur Elkartea, de Deba, por s¨®lo citar dos, se encargan de encauzar y organizar el festival ped¨¢neo en sus villas respectivas.
A primera vista se podr¨ªa pensar que la secci¨®n de Barrios y Pueblos como descentralizaci¨®n del festival vino determinada, en su d¨ªa, por exigencia de la intelectualidad municipalista. Que ello influy¨®, no cabe duda.
Pero afortunadamente los organizadores de la capital dispon¨ªan adem¨¢s del precedente veneciano, que aqu¨ª parece marcar las pautas. (Anoche, el peluquero Bernar, por cuyos dedos han pasado las m¨¢s fecundas cabelleras del mundo del cine, hablaba de organizar regatas de g¨®ndolas en la bah¨ªa).
La centrifugaci¨®n de la Mostra hacia las barriadas ya se hab¨ªa llevado a la pr¨¢ctica en Venecia, en efecto, y ello sirvi¨® de jurisprudencia para que en 1978 el festival viajara al cintur¨®n donostiarra, y en 1979, a las distintas poblaciones guipuzcoanas.
El domingo, pues, los pueblos inauguraron el festival ped¨¢neo. El ambiente, all¨ª, constituye fiel reflejo, con la ausencia de Jos¨¦ Sacrist¨¢n, Omero Antoniutti o Charo L¨®pez en las calles y bares, de lo que es la plaza donostiarra de Oquendo a las ocho de la tarde.
Pero donde realmente repercute es en la taquilla. Los locales ven doblada la asistencia gracias al cebo de unas pel¨ªculas de mayor calidad o de festival, recinto que las hace apetecibles.
Normalmente, las cintas del festival en pueblos se seleccionan entre producciones de ediciones anteriores. Salvo casos excepcionales, no se proyectan las que concurren al certamen de la capital. Barrios y Pueblos es, por tanto, una secci¨®n anacr¨®nica.
Hay noticia, no obstante, de realizadores que se desplazaron a zonas perif¨¦ricas para presentar su obra. En Deba recuerdan al equipo del filme yugoslavo Dorotejd, que arrib¨® a dicha villa en tres taxis, y a Pierre Giusseppe Murgia, que en 1981 aterriz¨® en el cine Zubelzu con su Festa perduta, reci¨¦n premiada con el Alfonso S¨¢nchez de Nuevos Realizadores, bajo el brazo.
Estad¨ªsticas que nos mostraron los cineclubistas indican que las pel¨ªculas m¨¢s taquilleras lo son fundamentalmente en municipios peque?os. Excentricidades como la de Murgia deber¨ªan prodigarse.
Babelia
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