El a?o de la paz
Las Naciones Unidas han designado el pr¨®ximo a?o de 1986 como El A?o Internacional de la Paz, invitando la colaboraci¨®n de organizaciones cient¨ªficas y pol¨ªticas para el desarrollo de nuevas ideas, de estrategias y de acciones que contribuyan al establecimiento de una paz universal y perdurable.Hay un deseo un¨¢nime de mantener la paz. L¨ªderes como el presidente sovi¨¦tico, Gorbachov; el presidente Reagan, de EE UU, y ciertamente el rey Juan Carlos y el presidente Felipe Gonz¨¢lez, adem¨¢s de otras figuras mundiales ilustres, incluyendo al papa Juan Pablo II, han expresado claramente su pensamiento pacifista. El Premio Nobel de la Paz reconoce anualmente a los hombres que se destacan por su valent¨ªa pac¨ªfica, y m¨²ltiples organismos cient¨ªficos, intelectuales y pol¨ªticos se han expresado en pro de la paz.
Sorprende, sin embargo, el contraste entre lo mucho que se habla de la paz y lo poco que se logra para conseguirla. Sorprende tambi¨¦n que el prestigio pac¨ªfico de personas como Sajarov y el obispo Tut¨² se encuentre en conflicto con el Gobierno de sus propios pa¨ªses. El problema es que los antagonismos no se resuelven con buenas intenciones, ni con discursos que suenan a vac¨ªo porque no van seguidos de acciones pacificadoras.
El presente nos confronta con una proliferaci¨®n de guerras civiles y conflictos entre pa¨ªses vecinos: guerra entre Irak e Ir¨¢n, que ya dura m¨¢s de cinco a?os; en Oriente Pr¨®ximo, que se desangra en luchas religiosas; incre¨ªbles genocidios en Camboya; Centroam¨¦rica, que arde en destrucciones fratricidas, y un creciente n¨²mero de pa¨ªses con cientos de millones de personas que padecen hambre, miseria, opresiones y terribles injusticias sociales.
Otro gran problema es que muy frecuentemente el anhelo de paz est¨¢ manipulado y malversado con fines pol¨ªticos. As¨ª se habla de la pacificaci¨®n de los negros surafricanos, y de los pueblos de Nicaragua y de Afganist¨¢n, cuando en realidad se est¨¢ intentando imponer por la fuerza una voluntad elitista en contra de la mayor¨ªa del pa¨ªs.
La historia nos describe las muchas guerras entabladas bajo una pretendida pacificaci¨®n y apoya la preocupante tesis de que la paz necesita ser impuesta por la potencia agresiva de las fuerzas armadas. Un cl¨¢sico y bien conocido ejemplo se dio al comienzo de la era cristiana, cuando el emperador romano Augusto, en el a?o 27 antes de Cristo, inicia los 200 a?os de la llamada Pax Romana. Durante este tiempo, ning¨²n pa¨ªs tuvo el poder¨ªo suficiente para amenazar las fronteras del imperio, que tuvo una gran prosperidad con el florecimiento del comercio y del bienestar de los romanos. El precio de la tranquilidad fue el sometimiento y la tributaci¨®n, castig¨¢ndose duramente los pocos intentos de disidencia. Hacia el a?o 200 despu¨¦s de Cristo, las tribus b¨¢rbaras del Este y del Oeste empezaron a amenazar al imperio romano, que tuvo que defenderse doblando el n¨²mero de soldados, lo que produjo una crisis de hombres, de dinero y de autoridad. En 69 a?os hubo 29 emperadores romanos, la mayor¨ªa de ellos nombrados y depuestos militarmente, y de los que s¨®lo cuatro escaparon a la muerte violenta. El imperio se fue desintegrando y Roma acab¨® siendo saqueada por los b¨¢rbaros.
Las contradicciones socio-hist¨®ricas se han repetido una y otra vez, planteando un dram¨¢tico problema: el goce de la paz requiere fortaleza militar, pero el coste de armas y de ej¨¦rcitos puede ser insoportable, precipitando crisis econ¨®micas y pol¨ªticas que desintegran el nivel de vida que se quer¨ªa mantener y mejorar.
?Cu¨¢l es entonces la soluci¨®n? ?Soportar un movimiento pendular de fortaleza militar seguido de crisis econ¨®mica? ?Intentar un precario equilibrio defensivo-ofensivo? ?Aceptar la tutela de una naci¨®n poderosa, con el vasallaje de soberan¨ªa, de econom¨ªa y de ideolog¨ªa? ?O m¨¢s bien, debemos estudiar y encontrar soluciones m¨¢s civilizadas y m¨¢s en consonancia con lo que debe ser el humanismo realista del ya cercano siglo XXI?
El mundo actual nos da ejemplos de diversas posiciones: Norteam¨¦rica y la Uni¨®n Sovi¨¦tica se enfrentan en una amenazadora competici¨®n militar, y mientras hablan de paz multiplican sus esfuerzos b¨¦licos desarrollando horribles medios de destrucci¨®n, gastando inmensas cantidades de esfuerzo y dinero que desequilibran sus presupuestos y que ser¨ªan infinitamente m¨¢s ¨²tiles si se invirtieran en mejorar el nivel de vida. Los pa¨ªses del Tercer Mundo -y Espa?a tambi¨¦n- han ca¨ªdo en una dependencia econ¨®mica, tecnol¨®gica, ideol¨®gica y pol¨ªtica de las superpotencias, que ejercen un efectivo colonialismo material y cultural. Los llamados pa¨ªses no alineados siguen dependiendo del petr¨®leo, de la microelectr¨®nica, de la industrializaci¨®n y de fondos monetarios m¨¢s o menos internacionales. La Espa?a franquista pag¨® el precio de un vital apoyo acon¨®mico aceptando bases militares, y parece ser que la Espa?a centrista o socialista va a pagar el precio de su ingreso en el Mercado Com¨²ncon afiliaciones defensivas en la OTAN.
Teniendo en cuenta todos estos elementos, interdependencias y problemas, ?cu¨¢l podr¨ªa ser la contribuci¨®n espa?ola al A?o de la Paz? Seguro que habr¨¢ discursos de bellas palabras y poca utilidad, pero hay que hacer algo m¨¢s. Espa?a no puede ofrecer soluciones de fuerza militar o econ¨®mica, pero s¨ª puede organizar grupos de trabajo con imaginaci¨®n y con originalidad que investiguen y propongan opciones con realismo futurista. Recordemos que son las ideas -y no las m¨¢quinas- las que dirigen decisivamente los destinos de la humanidad. Las ideas religiosas, pol¨ªticas y cient¨ªficas fueron originadas por las mentes privilegiadas de unos pocos. Jesucristo, Mahoma, Karl Marx, Einstein y otro n¨²mero reducido de cerebros fueron decisivos en la evoluci¨®n de la civilizaci¨®n. De modo mucho m¨¢s modesto, Espa?a podr¨ªa contribuir a la mejora de las relaciones humanas. Recordemos que, en tiempos no muy lejanos, los can¨ªbales se deleitaban comiendo carne humana, en los templos se sacrificaban hombres como ofrendas religiosas, y se
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El a?o de la paz
Viene de la p¨¢gina 11consideraba honesto y aceptable el tr¨¢fico de esclavos, que eran propiedades de libre disposici¨®n. Estas pr¨¢cticas estaban bien arraigadas en la cultura de muchos pueblos, pero han sido erradicadas mediante una combinaci¨®n de avances cient¨ªficos, nuevos conceptos humanos, conciencia social y acuerdos internacionales. De modo parecido, las guerras son barbaridades arcaicas que pueden y deben ser abolidas.
Algunos de los principios a considerar y a desarrollar, derivados de la evoluci¨®n cient¨ªfica actual, son los siguientes:
1. La guerra no es una manifestaci¨®n inevitable de la conducta, no tiene una determinaci¨®n gen¨¦tica y no existe en otras especies.
2. El aspecto m¨¢s importante de la conducta humana no es la lucha por la existencia y por el dominio, sino la cooperaci¨®n y la interdependencia. Las opciones de agresi¨®n o de cooperaci¨®n pueden desarrollarse o inhibirse en cada individuo, dependiendo de su educaci¨®n. Por eso el establecimiento de objetivos sociales tiene una importancia primordial.
3. Los seres humanos nacen inmaduros e indefensos, con total dependencia alimenticia, sensorial e informativa del medio que les rodea. El lenguaje, las ideas y el sistema de valores no son invenciones de cada individuo, sino que son proporcionados por su entorno.
4. La paz interior individual puede mejorarse poderosamente mediante conocimientos y entrenamientos de ciencias y tecnolog¨ªas ya existentes.
5. La paz internacional depende del esfuerzo colectivo de cerebros individuales que elaboran una gran cantidad de informaci¨®n, a veces conflictiva, de acuerdo con sistemas referenciales proporcionados por la cultura.
6. Los conceptos de independencia personal y de independencia nacional son arcaicos y est¨¢n cambiando con enorme rapidez debido a los medios de comunicaci¨®n, a los nuevos conocimientos y tecnolog¨ªas psicobiol¨®gicas y a las interrelaciones econ¨®micas y culturales. Estos hechos son esenciales para comprender y planear los objetivos de acci¨®n tanto a nivel personal como internacional.
Lo expuesto en este art¨ªculo s¨®lo es un estimulante de pensamiento y de acci¨®n. Lo que es de desear es que Espa?a pueda contribuir al A?o Internacional de la Paz, no con una reuni¨®n m¨¢s, sino con ideas y propuestas que sean originales, pr¨¢cticas y eficaces. La paz internacional depende de muchos elementos, en parte desconocidos y en parte diriciles de modificar, y su logro escapa incluso a los esfuerzos de las Naciones Unidas.
La paz interior personal es un objetivo mas concreto, m¨¢s asequible y de evidente trascendencia, que puede potenciarse mediante la aplicaci¨®n de la ciencia actual. ?sta podr¨ªa ser la contribuci¨®n importante y realista de un posible grupo espa?ol. Esperemos que en el futuro la paz no requiera cuantiosos dispendios y arsenales militares, sino la inteligencia, el humanismo y el acuerdo de personas que sepan organizar un mundo mejor. Recordemos una vez m¨¢s que las palabras no bastan, y que es necesario crear y ofrecer opciones pacificadoras que no sean ut¨®picas y que, siendo realistas, puedan tener una aceptaci¨®n universal.
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