Cuesti¨®n de colores

El ¨²ltimo atentado del GAL en Bayona no ha podido por menos de traerme a la memoria el concentrado extracto de sabidur¨ªa oriental en que se cifra la Summa de experiencia que el presidente Gonz¨¢lez acert¨® a traerse del Celeste Imperio: "Gato blanco, gato negro; lo que importa es que cace ratones".Lejos de m¨ª la insinuaci¨®n de que el Gobierno mismo sea el mandatario de los incontrolados marselleses, pues ni dispongo de datos para ello ni creo que su demencia y su inmoralidad hayan llegado (todav¨ªa) a extremos semejantes.

No puedo, sin embargo, reprimir mi imaginaci¨®n hasta tal punto que le impida representarse la susurrada y sonriente satisfacci¨®n con la que, en multitud de centros tanto estatales como no estatales, tanto del PSOE como de la oposici¨®n, puede a estas horas estarse comentando el sangriento episodio de Bayona, con citaci¨®n expresa o t¨¢cita del infame proverbio chino-gonzalino y justamente a caballo de la aumentada impunidad que, ya como licencia, ya como coartada, les ofrece.

Y no est¨¢ excluido que a alguno hasta se le haya ocurrido la par¨¢frasis: "Qu¨¦ importa que el GAL sea blanco o negro; lo que importa es que mate etarras". No otro es el grado de responsabilidad moral que podr¨ªa haber contra¨ªdo el presidente -anta?o preconizado y autopromocionado como El ?tico- mediante la importaci¨®n de la miserable y corruptora sentencia china, si ya no estaba Espa?a bastante corrompida por la milenaria l¨ªnea del pragmatismo occidental.

?Y ha sido a Oriente adonde ha tenido que ir para descubrir el pragmatismo? Hace ya al menos 25 siglos que los debates ¨¦ticos de Occidente no han tenido otra cosa por cuesti¨®n fundamental. Ya el espartano Lisandro produc¨ªa el entusiasmo de unos y el espanto de otros diciendo no creer que la verdad fuese por s¨ª superior a la mentira, sino que s¨®lo el provecho decid¨ªa del aprecio que hab¨ªa de merecernos una u otra, y que donde no alcanzaba la piel de le¨®n hab¨ªa que parchear con piel de zorra. Ya, inversamente, los romanos de la primera ¨¦poca republicana formularon contra tendencias semejantes aquel principio admirable de "poner la justicia por encima de la victoria".

M¨¢s tarde, toda la inacabable pol¨¦mica de la raz¨®n de Estado, desde Maquiavelo hasta Max Weber, pasando por Bodino y por Lenin, no ha hablado de otra cosa que de lo recomendable o lo perverso de los gatos negros. ?Y ahora nos llega de China el presidente con un refr¨¢n que podr¨ªa hallarse en mil formas, mil veces repetido, en las zonas m¨¢s bellacas de cualquier refranero occidental!

La gran falacia del proverbio de los gatos est¨¢ en la argucia de equiparar los medios a colores. En efecto, el color nos lo representamos como la cualidad m¨¢s inocente y m¨¢s inoperante, y por tanto totalmente incapaz de condicionar el fin o de alterarlo. La tremebunda pol¨¦mica sobre la racionalidad o irracionalidad de la mano invisible de Adam Smith, la incontestada denuncia de sus efectos conformadores, uniformadores y destructores de toda sociedad y humanidad social, ser¨ªan s¨®lo querellas sobre fantasmagor¨ªas crom¨¢ticas, cuesti¨®n de colores. Lo que importa es el lucro, el beneficio; los diferentes medios por los que se obtenga no son m¨¢s que diversidades de color.

Desde su vuelta de China no puedo ver ya una fotograf¨ªa de Gonz¨¢lez sin que se me represente la mirada tonti-astuta de un gatazo castrado y satisfecho.