Grandeza de Cocteau
Todo empez¨® en 1950, en el Caf¨¦ des Po¨¨tes. Cocteau pari¨® ah¨ª su gran mito rom¨¢ntico: Orfeo, poeta hecho hombre que atraves¨® el espejo -o la raz¨®n- para devolver a la vida a su amada Eur¨ªdice.Esa pel¨ªcula fue un aut¨¦ntico latigazo art¨ªstico. Algo que en el panorama cultural del momento -tampoco en el panorama cultural anterior, ni en el posterior- no conoce sin¨®nimos.
Diez a?os despu¨¦s de ese hito peculiar, Cocteau se despide del cinc con El testamento de Orfeo. Pese a las apariencias El testamento de Orfeo no es una continuaci¨®n de Orfeo, ni siquiera estil¨ªsticamente; tampoco es deudora de la nitidez aplastante de aquella pel¨ªcula. Es, sencillamente, un cuadro abstracto, delirio puro e infinitamente sentido del arte de escribir con la c¨¢mara. Para esa su despedida ¨ªntima, Cocteau, cineasta, pasa revista a su propia vida, a sus propias mitolog¨ªas y a sus mitolog¨ªas griegas preferidas, algo as¨ª como aquel pomposo baile de Roy Schreider en All the jazz a las puertas de la muerte rodeado de sus seres queridos.
El testamento de Orfeo se emite hoy a las 21
35 horas por TVE-2
Cocteau intepreta en el filme a su propio personaje, el poeta -o el Poeta, con may¨²sculas.
Descenso literal a los infiernos, mosaico personal de pasiones y obsesiones, El testamento de Orfeo, estupenda obra, puede hacer dudar hoy al espectador sobre su vigencia, sobre si tanta cultura elevada no habr¨¢ perdido, por los caminos del tiempo, temperatura ante una ¨¦poca, la de nuestros d¨ªas, de -ligereza y cultura a ras de tierra. No hay que dudarlo: en su homenaje al cineasta-poeta, ahora hace exactamente un a?o, el Festival de Cine Fant¨¢stico de Sitges demostr¨®, con Le sang d?un po¨¨te, La belle et la b¨ºte, Orfeo y El testamento de Orfeo, que las im¨¢genes de Cocteau no han perdido ni perder¨¢n su esplendor ni sentido. Hay en ellas la misma intemporalidad que en Homero o Virgilio. Hay grandeza.
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