Goldoni no se aparece

Carlo Goldoni es una materia fr¨¢gil y delicada, un cristal veneciano al que hay que pulsar con delicadeza para que suene. Tienta a los grandes directores de su propia tradici¨®n italiana -Gorgio Strehler, Luchino Visconti-, a los de su escuela -el espa?ol Llu¨ªs Pasqual-, y consiguen que se les aparezca.Carlo Goldoni tienta tambi¨¦n a los peque?os, y no se les aparece un espectro risue?o, alegre y observador. Es el caso de esta Posadera, de la que se conse a el t¨ªtulo original -La locandiera-, pero no su fluidez. Pide una representaci¨®n viva, activa, brillante, espumosa, maligna y cr¨ªtica, y no lo consigue una compa?¨ªa madura y apelmazada, donde toda huella de espontaneidad est¨¢ encarcelada por la direcci¨®n pl¨²mbea.

Destello de Pou

El juego de gal¨¢n y dama no lo proporcionan Jos¨¦ Mar¨ªa Pou -que tiene alguna vez el destello fugaz de algunas de sus creaciones, pero no levanta el papel- ni Rosa Vicente, cuyas aptitudes est¨¢n lejos de ser las descritas en las conversaciones. Francisco Portes tiene alguna aportaci¨®n c¨®mica, pero m¨¢s al estilo del gracioso a la espa?ola que en el del personaje italiano, y Teresa Cort¨¦s y Carmen Utrilla alcanzan carcajadas en personajes epis¨®dicos de car¨¢cter.El director ha a?adido una especie de andamiaje donde dos alba?iles conversan ocasionalmente sin que su funci¨®n de ama?ado distanciamiento revele su necesidad; un saxonofinista de esmoquin que va intentando tocar La marsellesa hasta que por fin le salen al final algunos gui?os al p¨²blico para que entienda bien las frases pol¨ªticas, y una longitud desmesurada de las acciones y subacciones reiterativas.