Filosof¨ªa bajo el sol
Lamentablemente (por lo visto) mis art¨ªculos sobre El pensamiento de la derecha hoy se han publicado durante el verano. Ello ha sorprendido (por lo que veo) al fil¨®sofo Fernando Savater en traje de ba?o y con un solo libro, afortunadamente de Adorno; y digo afortunadamente, porque ello le ha permitido refugiarse, al menos mientras pasa el verano, en un peque?o bunker de la Escuela de Francfort, o m¨¢s bien en una cuasi p¨®stuma dependencia de lo que fue la Escuela de Francfort, desde la cual me ha disparado unas r¨¢fagas de ese libro y se ha quedado, al parecer, tan contento. Desde luego que yo no le he pedido que replique a mis art¨ªculos, pero era de esperar, caso de hacerlo, una de dos: o m¨¢s libros o, lo que hubiera sido mejor, ning¨²n libro, a no ser, que hayamos de entender que su pensamiento se encuentra contenido precisamente en ese que le acompa?aba bajo el sol. ?All¨ª se halla, pues, lo que ¨¦l piensa sobre nacionalismo, terrorismo y traici¨®n? As¨ª ser¨¢, aunque el aire que tiene la cosa es la de que ha tratado de ponerme entre la autoridad de Adorno, a guisa de espada, y la pared de mi menguada filosof¨ªa, sin que ¨¦l aparezca de momento m¨¢s que como un portavoz, por lo dem¨¢s falto de pertrechos ad hoc. (Temo al escribir este latinajo, pues todav¨ªa me resiento del revolc¨®n stricto sensu que me dio el lector Pedro L¨®pez en su respuesta a los mismos art¨ªculos de mis pecados.)Yo hab¨ªa tratado de decir lo que pienso y lo que ahora piensa la derecha, seg¨²n un concepto actual de derecha que, seg¨²n creo, queda un tanto perfilado en mis art¨ªculos; tambi¨¦n alguna observaci¨®n -como ciertas ideas de Simone de Beauvoir a prop¨®sito de lo que fue la derecha- fibrescas; pero tambi¨¦n, y sobre todo, algunas opiniones persona les no resguardadas en autoridad alguna. Por ello, cuando me veo replicado a adornazos, no puedo por menos de sonre¨ªrme un poco acord¨¢ndome de aquello del Quijote: ?Leoncitos a m¨ª? ?A m¨ª leoncitos, y a tales horas? Con todos mis respetos para la Escuela de Francfort en general y la para T. W. Adorno en particular, Creo que si se establece un debate sobre estos temas hoy, no ser¨¢ conveniente hacerlo con argumentos como ¨¦ste: Adorno no se dio cuenta en su momento de la aparici¨®n de movimientos patri¨®ticos de car¨¢cter revolucionario, o por lo menos progresista; luego tal fen¨®meno no existe. Por lo dem¨¢s, es de suponer que repugna a los postulados b¨¢sicos de una escuela cr¨ªtica usar a sus componentes como autoridades. ?Un principio de autoridad francfortiano? ?Por qu¨¦ me responde Adorno en lugar de usted? Si se trata de lanzarme libros a la cabeza, ?por qu¨¦ no esperar a la vuelta del veraneo? ?Tanta prisa que no ha podido esperar al confort de su biblioteca? Quiz¨¢ all¨ª, con m¨¢s libros a mano y con una reflexi¨®n menos soleada, se le hubiera ocurrido alguna respuesta m¨¢s brillante y, sobre todo, mas contundente. Supongo que entre las empresas m¨¢s f¨¢ciles para un profesional de la inteligencia ha de estar la de pulverizar a un profesional de la imaginaci¨®n como un servidor, apenas acompa?ado por unas pocas luces y por no muchas ni muy variadas lecturas; pero por lo visto, la cosa no es tan f¨¢cil como parece.
Por lo dem¨¢s, en este caso se da la paradoja de que se trata de hostigarme con argumentos que comparto; lo que no es extra?o para m¨ª, trat¨¢ndose precisamente de Adorno, con cuya ayuda he contado en muchas ocasiones, como cuando encabec¨¦ mi libro sobre La revoluci¨®n y la cr¨ªtica de la cultura, escrito durante los a?os sesenta, con una luminosa observaci¨®n suya, a prop¨®sito de ciertos cr¨ªticos de la cultura: "La critica no da?a porque disuelva -esto es, por el contrario, lo mejor de ella-, sino en la medida en que obedece con las formas de la rebeli¨®n". ?Obedecer con las formas de la rebeli¨®n se ha convertido, por cierto, en una pr¨¢ctica generalizada! El modelo Savater no es moco de pavo a este respecto.
Argumentos que yo comparto, digo, claro est¨¢ que con algunos matices y referencias a precisos contextos, y con los que dif¨ªcilmente se puede establecer una andanada contra mis opiniones. Sobre el asunto del nacionalismo, la cosa empieza por el hecho de que yo mismo no soy nacionalista, desde luego: ni nacionalista vasco ni, por supuesto, nacionalista espa?ol; y pienso que ese concepto -nacionalismo-, a poco que se piense, se puede dejar muy a gusto en manos de la derecha, en las cuales, por otra parte, sigue estando. Es el patriotismo lo que ha hecho crisis en esas manos de la derecha y ha tenido, en nuestro tiempo, epifan¨ªas de izquierda; por ejemplo ahora, en Euskalherria, como se ve -izquierda abertzale- en cuanto se mira desde una ¨®ptica. que no sea, precisamente, la del nacionalismo espa?ol. Mi caso personal no viene mucho a cuento aqu¨ª, pero s¨ª puedo decir que mi proceso de desnacionalizaci¨®n -que alguna vez yo he definido en t¨¦rminos pesimistas, o sea, absolutos- lo ha sido en realidad de la Espa?a definida por la derecha espa?ola y sus acompa?antes de izquierda. (Esa) Espa?a son ellos, y, en fin, quiz¨¢ haya que resignarse, si las cosas siguen as¨ª, a formar parte de lo que la derecha espa?ola ha llamado siempre la anti-Espa?a. Entiendo la desnacionalizaci¨®n como una tragedia humana, y el internacionalismo -en su modo leninista, pues en la noci¨®n de Rosa Luxemburgo parece aproximarse, m¨¢s que a otra cosa, a una especie de cosmopolitismo proletario- como un modo ¨¦tico y pol¨ªticamente aceptable de estar en el mundo. La diferencia entre el cosmopolitismo y el internacionalismo es obvia: aqu¨¦l, apoyado en un humanismo abstracto, trata de hacer tabla rasa de las naciones, y ¨¦ste propugna la interrelaci¨®n fraternal entre ellas, lo cual todav¨ªa resulta demasiado abstracto, es verdad, si no se a?ade una determinaci¨®n como, por ejemplo, proletario. Quiz¨¢ haya que revisar toda esta terminolog¨ªa, pero de momento algo se va entendiendo con ella (o a pesar de ella). Sea como sea, habr¨¢ quebucear en la tradici¨®n bolchevique del internacionalismo proletario para encontrar algo que valga la pena para el futuro. Rebelarse con las formas de la obediencia, podr¨ªa decir alguien al tratar de definir esta posici¨®n, verdaderamente ins¨®lita en el mundo progresista de hoy. En realidad, yo siempre he sido, o por lo menos he tratado de serlo, una persona s¨®lo ligeramente subversiva; pero, mire usted por d¨®nde, mi vida ha sido poco menos que una novela de aventuras. Como personaje un tanto irrisorio me veo a veces, aunque en lo de considerar mi vida como una duda entre Dios y Carrillo, la ocurrencia no deja de ser simplemente graciosa. Facultades de caricato s¨ª muestra el amigo Savater. Dios le conserve la vista.
No s¨®lo estoy dispuesto a hacerlo sino que lo he hecho muchas veces, y casi en ello consiste mi vida, el elogio o el acto de "lo que no se ajusta al sujeto colectivo y llega a opon¨¦rsele". Los pueblos se definen, entre otras cosas, por el car¨¢cter de sus heterodoxos. Tambi¨¦n, desde luego, por el de sus patrioteros. Las naciones sin heterodoxos son, por lo menos, una verg¨¹enza. En cuanto a eso, Euskalherria no tiene problemas. Tampoco Espa?a, cuya verg¨¹enza son, precisamente, los espa?olazos. ?Habr¨ªa dos Espa?as? ?Y las dos capaces de helar cualquier corazoncito espa?ol? ?Y qu¨¦? ?La buena Espa?a ser¨ªa "la Espa?a de la rabia y de la idea", aunque tambi¨¦n ella habr¨ªa de helarnos el coraz¨®n? Con todos los respetos para Antonio Machado, eso de la rabia y de la idea no dice mucho y puede decir cualquier cosa.
No s¨¦, pero parece que, por lo menos, Espa?a es una entidad problem¨¢tica que puede ser objeto de un digno patriotismo en la medida en que ha habido espa?oles como Bartolom¨¦ de las Casas, pero tambi¨¦n -?o sobre todo?- patriotas como Miguel de Cervantes, que incluso transit¨® -y es lo peor que se puede decir de ¨¦l, pues esa frontera, por fina que parezca, lo es de dos mundos muy diferenciados por territorios propios del nacionalismo ret¨®rico, como cuando hizo de Numancia (tan excelente tragedia, sin embargo) una met¨¢fora de Espa?a, interpretando el hero¨ªsmo numantino como una gloria espa?ola avant la letire. Desde luego, ser un espa?ol heterodoxo es una forma de ser social y nacional. Se forma parte, si¨¦ndolo, de un colectivo -el de los heterodoxos espa?oles, que tanto atrajo la ortodoxa atenci¨®n de Men¨¦ndez y Pelayo- y conlleva un modo de relacionarse con esa entidad tan problem¨¢tica que se llama Espa?a: un modo, a fin de cuentas, de pertenecer a ella. Sus grandes personalidades individuales se producen en el abrazo de causas sociales, ideol¨®gicas, teol¨®gicas u otras, y en la inmersi¨®n en su medio nacional-popular. Como modelo imaginario puede servirnos don Quijote, prototipo de lo individual, generado en el abrazo a la causa de la caballer¨ªa andante. Tambi¨¦n quienes se proponen ser s¨ª mismos como magno proyecto de sus vidas forman, irremediablemente, parte de colectivos. El narcisismo y el dandysmo son ejemplos de estos colectivos, cuyos t¨®picos y tics forman modelos muy precisos y limitados, cuyos movimientos son altamente previsibles, dentro de lo dif¨ªcilmente previsible que es todo en el campo de los comportamientos humanos. Es as¨ª la cosa: en el abrazo a causas sociales surgen figuras incomparables. En la autocomplacencia surgen ejemplares de serie; la serie dandy es una de ellas. En realidad, el dandy se produce tambi¨¦n en la imitaci¨®n de un modelo social colectivamente creado: sus l¨ªderes acaban siendo subsumidos en el modelo. Lo gregario salta donde menos se piensa. Lo egregio tambi¨¦n salta donde menos se piensa, cuando se piensa desde el fetichismo del individuo.
La existencia de movimientos revolucionarios con un fuerte componente nacional, concebido en un marco te¨®rico al que, en mi opini¨®n, no pueden ser ajenas estas notas que acabo de apuntar, no excluye para nada la posibilidad -que es una desdichada realidad- de que los movimientos de emancipaci¨®n nacional fabriquen monstruos. La descolonizaci¨®n se ha hecho con los materiales colonizados y seguramente no pod¨ªa ser de otro modo, pero supongo que ello no puede alimentar -en un pensamiento que se diga de izquierda- la nostalgia de, dig¨¢moslo as¨ª, el Congo belga. A la fabricaci¨®n de esos monstruos ha contribuido tambi¨¦n, y no en poca
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Viene de la p¨¢gina 13 medida, la vasta y compleja operaci¨®n neocolonial, sobre cuya estructura (transnacionales, tricontinental, etc¨¦tera) y administraci¨®n se sabe, creo, bastante, aunque yo personalmente sepa muy poco.Sobre el concepto de traici¨®n en Adorno, no hay inconveniente alguno en aceptar como traici¨®n la sumisi¨®n acr¨ªtica a un proyecto de liberaci¨®n nacional y/o social, por mucha grandeza, belleza y justicia que tal proyecto comporte en cuanto a sus objetivos. Sobre que el "¨²nico traidor" sea "el que delinque contra la propia autonom¨ªa", es de suponer que Adorno no reclamaba para esa opini¨®n una lectura liberal.
En cuanto al asunto del terrorismo, ciertamente cualquier opini¨®n contra la llamada distensi¨®n (por lo que se ve, se ha normalizado el mal uso de ese vocablo) ser¨ªa una barbaridad. El alimento de la tensi¨®n entre los bloques es un patrimonio del imperialismo y figura como excelente tesis en los cuadernos ideol¨®gicos de la derecha m¨¢s cerril y recalcitrante, como suele decirse. En cuanto a que las cosas hayan cambiado tanto en los ¨²ltimos 50 a?os, no s¨¦ cu¨¢ndo escribi¨® Adorno este trabajo, pero de todos modos parece evidente que los fen¨®menos nacional-socialista y estalinista no han determinado tanto la historia como para que ¨¦ste sea ya otro mundo. En cuanto a la ley del tali¨®n, era tan inaceptable antes como ahora, y en cuanto a que "una praxis presuntamente radical" s¨®lo sirva a "una renovaci¨®n del viejo terror", puedo decir lo mismo: que una praxis presuntamente radical era tan indeseable antes como lo es ahora. De todos modos, habr¨ªa que leer el libro que Savater ha citado tan profusamente -pues no est¨¢ ni medio bien hablar por boca de ganso-, pero tambi¨¦n yo estoy escribiendo sin libros, bajo un sol en el que ya empiezan a anunciarse, por cierto, los bellos dorados del oto?o.
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