La deriva femenina
La sociedad est¨¢ cada vez m¨¢s afeminada. No hay duda. Podr¨ªa decirse que todo tiende hacia un aroma en que, poco a poco, lo femenino establece su marca. Lentamente, persuasivamente. No es una llegada mordiente, por tanto, ni siquiera, como parece anunciarse en algunos brotes m¨¢s agudos, un efecto de reivindicaciones represadas. La invasi¨®n de lo femenino es, m¨¢s que una conquista de su parte, una rendici¨®n de la otra. Menos una afirmaci¨®n de la cosmogon¨ªa de un sexo que la disipaci¨®n del otro. La sexualidad ha sido femenina, pero el sexo ha sido ante todo briosamente, el masculino. La contundencia de su concepto ha gu¨ªado la ordenaci¨®n, tambi¨¦n la relaci¨®n. Su jerarqu¨ªa estableci¨® el dise?o de una pasi¨®n que, por lo com¨²n, se configuraba sobre el escenario preexistente de la hembra. Ella era la atm¨®sfera sin cercos, el orgasmo sin localidad. La sustancia sexual en la que se hallaba el placer tras una exploraci¨®n o un asalto. Cuando este acto expedicionario ha perdido energ¨ªa y el acoso se ha permutado por la negociaci¨®n, la conversi¨®n por la conversaci¨®n y la vinculaci¨®n por el ligue, se ha desvanecido a su vez la referencia. El var¨®n viril -pese a los espasmos que promocionan a Clint Eastwood- es un pleonasmo indigerible. El hombre muy hombre no es siquiera una pieza cotizable en las modernas ofertas de empleo. La ductilidad, la convertibilidad, la estructura disipativa de la hembra, se conjuga mejor con los tegumentos del sector servicios y la tecnolog¨ªa sutil de la electr¨®nica.Esa pantalla del cuerpo femenino donde patina la mirada, rehace la nueva materia de la ¨¦poca. Bastar¨ªa fijarse en el entorno. Las arduas formas de los casinos y caf¨¦s tradicionales, conspicuos corros de los caballeros, han sido arrasados en beneficio de las cafeter¨ªas como lugares preeminentemente afeminados. Su decoraci¨®n, la tonalidad y tacto de sus componentes, el porte de sus productos y servicios, todo ello remite al previo modelo de la feminidad.
Igualmente ocurre con las farmacias, satinadas, pulimentadas, dirigidas patentemente a la maternidad y sus beb¨¦s, a los cutis y celulitis, gobernadas por hembras y aderezadas de un aire emocional que contrasta reciamente con los mef¨ªticos olores del boticario.
Los aeropuertos y las peluquer¨ªas, las expendedur¨ªas de tabaco y los dise?os del envoltorio, los hoteles y las moquetas, los tonos de la oficina y el perfil de sus objetos, las tiendas de ropa masculina y sus vendedores. El respeto al sexo recio se ha quebrado y su desglose es la androginia; su correlato activo la homosexualidad y su moral una residencia sin domicilio. El sexo est¨¢ ya, como anunciaba Barthes, en todas partes y en ninguna.
El cosmos del sexo masculino era cuantitativo en relaci¨®n a la proclamada cualidad afectiva de las hembras. Los desequilibrios relacionales han desembocado siempre en la confesi¨®n de esta diferencia proverbial. El hombre era, en la convenci¨®n donjuanesca, un amante de la cantidad mientras el estereotipo de la calidad electiva de las hembras sustentaba la monogamia. El mundo est¨¢ afemin¨¢ndose en el grado en que la cualidad amplia tambi¨¦n su escenario sobre el programa de la cantidad. El sector servicios se dilata en el sistema econ¨®mico sobre todos los dem¨¢s sectores, pero incluso estos siguen la deriva de los servicios. La reconversi¨®n industrial -de la industria pesada y f¨¢lica a la vers¨¢til y apaisada- es el travesti m¨¢s espectacular del siglo. Lo mismo ha sucedido con las ideolog¨ªas y el perfil de sus sistemas. Hay un creciente liberalismo anacarado, un sovietismo Shevardnadze y un socialismo de tipo gay. Bebidas ligeras, donde predomina la finura del sabor sobre su suma. Incluso en la carrera de armamentos la disputa pasa de la cantidad, la fuerza o el grosor del m¨²sculo a la calidad del tejido SDI. El paso de la cantidad a la calidad constituye un cambio de cuerpo, de cuerpos tambi¨¦n conceptuales.
Mientras en los t¨¦rminos del predominio cuantitativo es posible juzgar con rigor, se puede medir y aplicar respuestas, se pueden establecer metas a un nivel cierto y es posible trazar barreras que determinen el territorio, en lo cualitativo los patrones son heter¨®clitos se confunden entre s¨ª y finalmente se exoneran. Reino de la indeterminaci¨®n y de lo cambiante, de la combusti¨®n y desaparici¨®n de las reglas. Los sentimientos se adhieren a las ideas o las ideas emocionadas se confunden impunemente con el consumo del sentimiento. La pol¨ªtica gira con un romance y un romance, como en los irracionales tiempos feudales, cambia con un adulterio o una gota de veneno. El ¨²nico discurso pol¨ªtico que verdaderamente interesa es el del follet¨®n que a trav¨¦s del relato de los media pueden leer ciudadanos y ciudadanas unidos.
?Ordenar el mundo de acuerdo con un proyecto elevable a la categor¨ªa de sistema. ?Qui¨¦n aspira hoy a ser tan macho? ?Abrir paso a una idea clave que abriera el verdadero camino al conocimiento? ?Qui¨¦n alardear¨ªa de ello? La met¨¢fora de poser una llave para entrar en la realidad, tal como se alardea de un sexo preciso para quebrar el misterio, ha sido reemplazado por un extensivo deseo de un ser m¨²ltiple y desorganizadonb ?Afrontar el mundo, infundirle otras categor¨ªas que lo precocinen para el futuro? La actitud es pr¨¢cticamente la contraria. En un mago, el mundo no es el desaf¨ªo de una naturaleza yacente que reclama nuestra penetraci¨®n. La ¨²nica fecundaci¨®n censable sobre este mundo se produce en los silenciosos laboratorios de fa ciencia. 0 bien, la sola fecundaci¨®n -la que cambiar¨¢ a la postre y tecnol¨®gicamente el mundo- es la met¨¢fora de la fecundaci¨®n in vitro; fuera de la escena social, embozada en sus m¨¢rgenes. La acci¨®n social en verdad m¨¢s sana antes que querer intervenir en el mundo para configurarlo de otro modo, cree en la existencia de una beneficiencia pret¨¦rita. Lo cree, al menos, como un mal menor. Los movimientos ecologistas, los pacifistas, de evidente agrado femenino, luchan para el fomento de esta relativa bondad. Es mejor el naturismo que la medicina, la palpaci¨®n de la digitopuntura que la ciruj¨ªa, la oferta de una vida sensual que la milicia de la idea: esta es la idea. Finalmente, la misma proclama de la moda postmodemista -?se ha visto algo m¨¢s afeminado?- lo ratifica. Esta es la deriva. Profunda, desesperadamente, harto de los imperios erectos -?se conoce algo tan grosero?-, el mundo est¨¢ escogiendo ser mujer.
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