Brochazos en una miniatura
Otra vuelta de tuercaEloy de la Iglesia, en sus ¨²ltimas pel¨ªculas, puso su sabidur¨ªa del oficio de hacer cine y su sentido de la s¨ªntesis narrativa, que le permite dar lecciones de esa cosa -tan maltratada por los degustadores de cine exquisito y tan ¨²til para los cineastas de ¨¦xito, que no siempre son los mejores- que llamamos eficacia, al servicio de filmes de los llamados duros, en los que se narran eficazmente apa?os y mescolanzas de historias que no merece la pena narrar. Estos filmes le dan dinero, pero nada hacen para que un cineasta con dotes como ¨¦l haga otra cosa que desperdiciarlas en asuntos por debajo de sus posibilidades.Eloy de la Iglesia, con Otra vuelta de tuerca, ha pasado de un salto a la otra orilla de la alternativa, al elegir una historia que, ¨¦sta s¨ª, merece la pena contar: un inquietante relato de Henry James, con el que Jack Clayton y Truman Capote hicieron hace ya 20 a?os una buena pel¨ªcula, aqu¨ª disparatadamente titulada ?Suspense!.
Director: Eloy de la Iglesia
Gui¨®n, basado en la novela del mismo t¨ªtulo de Henry James. Gui¨®n: Gonzalo Goikoetxea, Eloy de la Iglesia y ?ngel Sastre. Fotograf¨ªa: Berenguer y Gelpi. M¨²sica: L. Iriondo. Producci¨®n: Gonzalo Goikoetxea. Espa?ola, 1985. Int¨¦rpretes: Pedro Mar¨ªa S¨¢nchez, Queta Claver, Asier Fern¨¢ndez Landa, Cristina Reparaz Goyanes. Estreno en cines Conde Duque, Imperial y Vaguada.
El 'otro lado'
Cineasta sin sentido de la mesura, De la Iglesia ha saltado de la brocha gorda al pincel del miniaturista sin poder adaptar su aparato expresivo para tan diferente cometido. Entre lo narrado antes en El pico y ahora en Otra vuelta de tuerca hay un abismo de disparidad no s¨®lo en el argumento, sino en ese toque de distinci¨®n formal que llamamos estilo. Es, en s¨ªmil a lo grande, como si Miguel ?ngel, despu¨¦s de esculpir a mazazos una roca, intentara cincelar con buril microsc¨®pico una tallita de Cellini. Seguro que los ojos se le nublar¨ªan en el empe?o y que, sin percatarse de ello, se le escapar¨ªan gruesos tajos sobre la delicada piel de la espuma de mar.El relato de James -que Clayton y Capote exploraron por dentro y con sus mismas armas: una inmersi¨®n en el otro lado de la percepci¨®n humana- es reducido por Eloy de la Iglesia a lo contrario: una tacada de efectos a este lado de dicha percepci¨®n y, all¨ª donde James construy¨® un fin¨ªsimo entramado de matices y nieblas, Eloy de la Iglesia dibuja una intriga de palotes y colorines. A un denso entretejido de todas las gamas de lo indirecto, el director espa?ol opone una intriga lineal hecha con gruesas evidencias. Y un misterio po¨¦tico se degrada a la condici¨®n de secreto detectivesco.
La buena realizaci¨®n del filme aumenta parad¨®jicamente la insatisfacc¨ª¨®n que genera. Otra vuelta de tuerca, por decirlo con palabras comunes, es un asunto que no le va a De la Iglesia. La eficacia de su director hace mantenerse en, pie con muletas al averiado filme, pero la m¨¦dula del relato que contiene no es ni siquiera rozada por sus im¨¢genes. Ese es el fondo de insatisfacci¨®n que, pese a estar bien realizada, crea la pel¨ªcula.
?Hay que concluir, seg¨²n esto, que los asuntos que le van a Eloy de la Iglesia son los pastelitos violentos y crudos que abord¨® en El pico, antecedentes y secuelas, y que este innegablemente bien dotado cineasta est¨¢ condenado a la mescolanza oportunista y a la tosquedad? Tanto en los Pico como en Otra vuelta de tuerca hay sobrados, aunque todav¨ªa parciales, indicios de que Eloy de la Iglesia puede, si es exigente consigo mismo, acoplar sus futuros relatos a sus capacidades, y as¨ª realizar obras cuando menos equilibradas, cuya bondad sea global, y cuya altura fijar¨¢ a su vez la altura todav¨ªa in¨¦dita de su talento.
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