El mito en el vac¨ªo
Mad Max, m¨¢s all¨¢ de la c¨²pula del trueno.Las andanzas de Mad Max sirvieron para lanzar al cine australiano y a Mel Gibson, elevando a la categor¨ªa de mitos del espect¨¢culo al cine de un pa¨ªs y a un personaje carentes de pasado. Gibson y la producci¨®n aussie se alimentan de Mad Max y su mito, de su capacidad para erigirse en nuestro otro futuro. Mad Max y su mundo son la exacerbaci¨®n del postulado barthesiano que afirma que "el mito priva de historia al objeto del que habla" y la excepci¨®n al que asegura que "el mito es una palabra escogida por la historia".Seg¨²n George Miller y George Ogilvie, Mad Max entronca con la tradici¨®n del h¨¦roe, tradici¨®n que ellos plantean en t¨¦rminos de comic y que prescinde de los or¨ªgenes, de los hechos reales -imaginarios o no, ¨¦sa es otra cuesti¨®n-, y lo reduce todo a esencias.
Directores: George Miller y George Ogilvie
Int¨¦rpretes: Mel Gibson y Tina Turner. Gui¨®n: Terry Hayes y G. Miller. M¨²sica: Maurice Jarre. Fotograf¨ªa: Dean Semler. Australiana, 1985. Estreno en cines Consulado, Garden, Kursaal, Vaguada, Palacio de la Prensa, Princesa, Vel¨¢zquez, Vergara y Versalles.
Por ejemplo, Miller explica la evoluci¨®n del personaje as¨ª: "En la primera pel¨ªcula Max ve¨ªa c¨®mo eran asesinados sus seres queridos, y eso le llevaba a deslizarse hacia su lado m¨¢s oscuro; en la se,gunda lo que mandaba era el instinto de supervivencia, y en la tercera lo primordial es la humanizaci¨®n del h¨¦roe". Vamos, que lo de reducirlo todo a esencias no es una invenci¨®n del cronista, y que la geograf¨ªa de Mad Max, m¨¢s all¨¢ de la c¨²pula del trueno, tambi¨¦n responde a esa voluntad de simplificaci¨®n, con un arriba y un abajo bien diferenciados, en uno reinando el comercio, en el otro la producc¨ª¨®n de la energ¨ªa oculta que alimenta la ciudad. Y en medio, como espacio destinado a resolver conflictos, la c¨²pula del trueno, thunderdome, donde Max tendr¨¢ que v¨¦rselas con Master-Blaster, el amo del underworld.
Por lo dicho hasta aqu¨ª puede comprenderse que la ficci¨®n del filme de Miller y Ogilvie m¨¢s parece ser fruto de un peque?o juego de combinatoria matem¨¢tica que hijo de la imaginaci¨®n guionistas. A?adamos a ello que todo el filme parece impregnado del mal color que impera en el underworld, que no es otro que el de los excrementos porcinos, de cuya fermentaci¨®n se extrae el metano, y tendremos una nueva demostraci¨®n del escaso inter¨¦s de un universo uniforme y vac¨ªo, concebido como comic, al ser transformado en pel¨ªcula.
El mejor fragmento de Mad Max, m¨¢s all¨¢ de la c¨²pula del trueno es aquel en que corresponde a las secuencias en que el protagonista encuentra a los ni?os salvajes en la grieta del tiempo, aut¨¦ntico remedo del pa¨ªs de nunca jam¨¢s peterpaniano. Por un momento, el filme escenifica su propio funcionamiento: Gibson aparece a los ojos de esta tribu de ni?os, como el m¨ªtico capit¨¢n Walker, del que esperaban el retorno salvador, destino semejante al previsto para la pel¨ªcula, y Max en relaci¨®n con unas plateas de espectadores que :reniegan de la pasada madurez del cine y le exigen infantilismo.
Pero si en la ficci¨®n Max se rebela contra ese destino, en la realidad la cinta es mucho m¨¢s conformista y no desarrolla su potenciafidad adulta, sino que se entrega a un brillante despliegue de efectos especiales, que ocupan los ¨²ltimos minutos de, proyecci¨®n, carrousel de explosiones y virtuosos especialistas que hace olvidar lo intuido antes, la posibilidad de reconciliar descripci¨®n y explicaci¨®n, realidad y hombres.
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