El padrino
Mientras cient¨ªficos y fil¨®sofos discuten acaloradamente si el azar es o no es fuente del orden y principio de la organizaci¨®n universal, el azar en su estado m¨¢s bruto ha invadido desordenada y ca¨®ticamente esta soleada provincia del universo. Loter¨ªas primitivas y cl¨¢sicas, quinielas caballares y futboleras, ruletas y m¨¢quinas tragaperras, bingos y t¨®mbolas, cupones de ciegos y toda suerte de rifas m¨¢s o menos ben¨¦ficas se disputan nuestra atenci¨®n a grito pelado. Yo no s¨¦ si la c¨¦lebre combinaci¨®n del azar y la necesidad es esa gran ley por la que se rige todo esto, pero en este pa¨ªs, y precisamente en v¨ªsperas del gran estreno europeo, hemos decidido encomendar nuestras necesidades al azar. El sonido dominante de las calles espa?olas, como observ¨® el etn¨®grafo Enzesberger, es la monocorde, salmodia oriental de los loteros de esas mil y una f¨®rmulas para enriquecerse a base de goles, galopadas, bombos y bolas.La primera impresi¨®n es de mareo. Ya no s¨¦ si hay que marcar una equis en la QH, ponerle resultados de la Liga de f¨²tbol a la loter¨ªa de Carlos III, comprar cartones de bingo para jugar a la ONCE, introducir fichas de ruleta por la ranura de la m¨¢quina tragaperras o apostar en el casino con d¨¦cimos del gordo. Lo peor, con todo, no es jugar, sino verificar que has perdido. Uno cae f¨¢cilmente en la tentaci¨®n del d¨¦cimo, del cup¨®n, del boleto, pero lo complicado es descifrar luego esas endiabladas tablas de guarismos, resultados, signos y algoritmias.
Cuando la otra gran crisis, la de los a?os treinta, el azar era asunto clandestino y el negocio de las casas de juego estaba en manos de Al Capone, Luciano y dem¨¢s padrinos de la. Cosa Nostra. En. esta crisis el gran padrino del azar es el Estado En lugar de metralletas y matones utiliza la televisi¨®n y el BOE para enviciarnos en el juego, aunque los m¨¦todos de control del negocio y los sistemas de recaudaci¨®n son id¨¦nticos. El Estado empez¨® prohibiendo el azar, luego lo toler¨® y ahora lo monopoliza. Ser¨ªa un error creer que los beneficios ¨²nicamente son econ¨®micos. Lo que el padrino pretende es convencernos de que, en estos tiempos de crisis, lo m¨¢s seguro es el azar. Mata dos p¨¢jaros de un tiro: justifica su impericia y nos disuade de otras acciones.
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