Muertes de ferro
?Son los periodistas (incluidos los de calle) tan zafios como Patxi Andi¨®n en la nueva serie P¨¢gina de sucesos? Mi experiencia del periodismo no es tan amplia para atreverme a contestar, pero daba mala espina ver la escena conyugal de este reportero del ficticio diario El correo independiente, en la que su esposa le deja colgado con gran regocijo del espectador. El cine -y sobre todo el americano- nos ha acostumbrado a un g¨¦nero entre el negro y el rosa en el que el crimen es investigado y castigado por periodistas de gran coraz¨®n y mucho m¨¢s olfato que el de la polic¨ªa. Ese es sin duda el modelo que el director Antonio Gim¨¦nez-Rico tiene en mente al rodar sus cap¨ªtulos, pero el peligro estriba en c¨®mo y cu¨¢ndo mezclar el proceso investigativo y el drama humano del investigador.En el primer episodio, Asesinato de un hada, el engarce y la proporci¨®n no resultaron del todo convincentes. La personalidad de los periodistas -I?aki Miram¨®n y Patxi Andi¨®n, actores sin embargo muy convincentes- estaba diluida en las escasas escenas ¨ªntimas y de redacci¨®n (donde destacaba la presencia de una en¨¦rgica redactora-jefe, interpretada por Mar¨ªa Asquerino), y el inter¨¦s del cap¨ªtulo se concentraba exclusivamente en la intriga criminal ambientada en la costa levantina.
Como nativo de la zona me interesaba mucho ver las formas de criminalidad alicantina: no se distinguen de las m¨¢s rutinarias que se dan por doquier; el hada en cuesti¨®n era una guapa obrera de una f¨¢brica de juguetes asesinada por su jefe libidinoso, que primero la encumbra y despu¨¦s la destruye cuando el hada quiere volar demasiado lejos. Sin embargo la serie presenta por ahora dos buenas cualidades: los di¨¢logos (debidos, imagino, a los guionistas Esmeralda Adam y Manuel Ruiz Castillo) y una factura f¨ªlmica de solvencia. Gim¨¦nez-Rico, que tiene un historial largo de cineasta, destaca principalmente en la pintura r¨¢pida de ambientes: el pueblo, con sus bares y la bonita escena de la fiesta nocturna, y toda la que describe la soledad del asesino una vez arrojado el cad¨¢ver al pantano. Peor resultan las secuencias de acci¨®n, como la persecuci¨®n del furg¨®n de la Benem¨¦rita al deportivo del culpable; nos falta tradici¨®n -o quiz¨¢s s¨®lo medios- para esos efectos espectaculares que constituyen por si mismos un mini g¨¦nero del cine actual.
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