La identidad secreta
Salvo cuando lo tocaba Bechet, con quien sonaba tan bonito, que parec¨ªa otra cosa, el saxo soprano es un instrumento insidioso, que dir¨ªase inventando para encantar serpientes. Steve Lacy lo toca con ser¨¢fica contumacia. Hace bien, como bien hacen quienes van a verle, porque este hombre tiene un pensamiento musical original¨ªsimo y va muy por delante de todos sus colegas. De vez en cuando deja caer algo de Monk, y nadie m¨¢s legitimado que ¨¦l para hacerlo, porque ¨¦l fue quien mejor aprendi¨® de Mank a tirarse de cabeza al fangal de la desarmon¨ªa para extraer de all¨ª la belleza imposible.Steve Lacy toca con los acompa?antes m¨¢s ex¨®ticos y, cuando no tiene ninguno, es capaz de soplar el saxo dentro del piano, para que las cuerdas construyan ellas solas el acorde de respuesta.
Concierto de jazz
Steve Lacy-Mal Waldron. Colegio Mayor San Juan Evangelista. Madrid, 26 de octubre de 1985.
Muy atildado, plateadas las sienes y aguzada la perilla, Mal Waldron parece un Mefist¨®feles negro o el malo de una pel¨ªcula de esp¨ªas. Toca el piano con gran vigor y concentraci¨®n inusitada, tanto cuando en la mano izquierda le repiquetean tambores africanos como cuando la derecha se le va por los senderos del blues, vadea las aguas del espiritual negro o corre tras Bud Powell por la carretera del bob. O cuando, a solas en el escenario, su m¨²sica busca residencia europea en la vieja y querida Estocolmo.
Entre acompa?ar a Billie Holyday y acompa?ar a Steve Lacy hay una largu¨ªsima distancia, que da la dimensi¨®n exacta de la carrera de Mal Waldron. Y se puede descubrir una secreta identidad entre ambos extremos, porque los acordes con los que Waldron fundamenta su pianismo adusto eran y son firmes y s¨®lidos, como brazos en los que se calma el llanto de un ni?o. Pero no estamos aqu¨ª para ponernos po¨¦ticos, sino para decir que fue un concierto magistral.
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