La `Cumbre' y la opini¨®n p¨²blica
TODA LA vida internacional est¨¢ girando actualmente en tomo a la preparaci¨®n de la reuni¨®n que celebrar¨¢n en Ginebra, los d¨ªas 19 y 20 de noviembre, el presidente Ronald Reagan y el secretario general del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica (PCUS), Mijail Gorbachov. Han sido numerosas las declaraciones de los propios l¨ªderes m¨¢ximos de la URSS y de EE UU, y de sus colaboradores m¨¢s pr¨®ximos, sobre los temas que sin duda estar¨¢n en el centro de las conversaciones de Ginebra. En primer lugar, el control y disminuci¨®n de los armamentos nucleares, y correlativamente, el de las nuevas estrategias defensivas en el espacio. Por otro lado, a una serie de hechos con evidente impacto propagand¨ªstico es inevitable situarlos en el marco de la preparaci¨®n del ambiente de la cumbre. Con la concesi¨®n de un visado a la esposa de Sajarov parece obvio, por ejemplo, que los sovi¨¦ticos piensan descongestionar, en cierta medida, el tema de los derechos humanos, colocado por Reagan en primer plano en su discurso ante la ONU. Paralelamente, el sorprendente episodio de la reaparici¨®n de un esp¨ªa puede servir, quiz¨¢, para intentar colocar a los norteamericanos en una situaci¨®n inc¨®moda.Volviendo a lo que han sido las posiciones sobre los problemas de desarme, cabe se?alar que probablemente no ha habido en ninguna ocasi¨®n anterior una preocupaci¨®n, tanto del lado sovi¨¦tico como del norteamericano, por ganar lo que ha sido calificado por ciertos comentaristas como batalla de la opini¨®n p¨²blica. Pero ser¨ªa completamente err¨®neo separar, y menos oponer, esta pol¨¦mica abierta, ante los medios de comunicaci¨®n, de lo que es la negociaci¨®n detallada entre delegaciones especializadas. Sin duda existen dos niveles en una negociaci¨®n, y los acuerdos concretos exigen negociaciones espec¨ªficas y secretas. Lo nuevo, sin embargo, de la etapa actual es que las opciones fundamentales, que antes estaban reservadas a c¨ªrculos estrechos, sobre todo de pol¨ªticos y militares, hoy se han convertido en tema de discusi¨®n p¨²blica. Es un cambio importante, impulsado, de un lado, por causas t¨¦cnicas, como la inmediatez y eficacia de los medios de comunicaci¨®n, y de otro, por una creciente toma de conciencia de amplios sectores ciudadanos resueltos a ejercer su derecho democr¨¢tico a opinar sobre las cuestiones internacionales decisivas. No cabe duda de que, en los ¨²ltimos a?os, las movilizaciones promovidas por los movimientos pacifistas han contribuido mucho a esta toma de conciencia.
Un aspecto no marginal a este papel que est¨¢ desempe?ando la opini¨®n p¨²blica en v¨ªsperas de la cumbre de Ginebra es la publicaci¨®n, en el diario sovi¨¦tico Izvestia, de unas declaraciones del presidente norteamericano. Tal hecho no hab¨ªa ocurrido nunca en v¨ªsperas de anteriores encuentros de los m¨¢ximos dirigentes de la URSS y EE UU. El ¨²nico antecedente es la publicaci¨®n de unas declaraciones de Kennedy en 1961, en una coyuntura muy distinta de la actual. A pesar de ciertos recortes y arreglos, el impacto de tal hecho sobre el lector sovi¨¦tico ha de ser grande, teniendo en cuenta lo infrecuente de esta clase de textos. Esta publicaci¨®n implica, adem¨¢s, por parte de la URS S, el reconocimiento de un hecho cuyas consecuencias podr¨ªan ser importantes: si admite que existe hoy -y ello es evidente- un debate sobre los problemas nucleares y espaciales ante la opini¨®n p¨²blica mundial, es imposible mantener la presentaci¨®n exclusiva, ante el p¨²blico sovi¨¦tico, de la posici¨®n gubernamental. Ciertamente, si Gorbachov alimenta de verdad la voluntad de modernizar en un sentido realista la pol¨ªtica de la URSS, ser¨ªa absurdo que negase una informaci¨®n m¨¢s completa a sus ciudadanos.
No cabe duda de que Gorbachov utiliz¨® muy bien su viaje a Par¨ªs para lanzar la propuesta sensacional de una reducci¨®n del 50% de todas las armas nucleares estrat¨¦gicas. La respuesta norteamericana ha tardado en elaborarse e incluso se han manifestado diferencias dentro de la Administraci¨®n del presidente Reagan, Las ¨²ltimas declaraciones de ¨¦ste parecen encaminadas, no obstante, a facilitar terrenos de acuerdo. Sobre todo cuando insiste en su respeto del tratado ABM y cuando dice que no se desplegar¨¢n defensas en el espacio contra las armas nucleares hasta que dichas armas no hayan sido eliminadas. En resumen, en el debate p¨²blico que se est¨¢ desarrollando se observan pasos que, al menos en principio, deber¨ªan permitir acercamientos en algunas cuestiones decisivas.
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