El lenguaje del antipacifismo
Sin necesidad de pre¨¢mbulos, vamos a referirnos directamente a los dos asuntos qu¨¦ plantean Ferenc Feher y Agnes Heller en el texto publicado en EL PAIS (30 de octubre de 1985) con el t¨ªtulo La ciencia de la paz y su lenguaje.El primer tema se refiere al cuestionamiento que hacen Feher y Heller de las investigaciones motivadas por los problemas de la paz. A su juicio, lo que hab¨ªa sido problem¨¢tico en el s¨ªndrome antinuclear "est¨¢ convirti¨¦ndose progresivamente en algo incomparablemente peor, debido a la parafernalia cient¨ªfica que lo rodea".
Vaya por delante que los sectores m¨¢s conservadores no tienen raz¨®n para alegrarse: estamos seguros de que Feher y Heller, aunque no lo aclaren, no est¨¢n sugiriendo que s¨®lo sea posible hacer estudios rigurosos sobre paz y seguridad desde los ¨¢mbitos militares. Confiamos en que al menos est¨¦n de acuerdo con Clemanceau al respecto.
En cuanto a la investigaci¨®n desde la sociedad civil, Feher y Heller parten de un temor que no podemos sino compartir: el riesgo de que sobre estos temas, que causan leg¨ªtima preocupaci¨®n, pueda hacerse seudociencia. El ¨²nico problema consiste en que sus afirmaciones son visceralmente absolutas y globalizantes: "En cuanto una cuesti¨®n de enorme importancia p¨²blica", dicen, "se transforma en departamento o instituto de investigaci¨®n, inevitablemente aparece como seudociencia y como lobby organizado".
?Quiere esto decir que inevitablemente todos los institutos, incluidos aquellos de reconocida solvencia, como el SIPRI de Estocolmo, el PRIO de Oslo, la Bertrand Russell Peace Foundation del Reino Unido, son descartables como centros de producci¨®n de conocimiento riguroso acerca de asuntos de paz y seguridad? Nos cuesta creer que Feher y Heller quieran decir esto. Pero entonces ?a qu¨¦ se refieren? Quiz¨¢ al hecho de que desde hace 10 a?os se han multiplicado por todo el mundo las universidades y las instituciones que se dedican a este tipo de estudios. ?Ser¨ªa ¨¦sa la parafernalia cient¨ªfica que empeora las cosas? Si fuera ¨¦sta la idea, la cuesti¨®n resultar¨ªa grave, puesto que no tendr¨ªa soluci¨®n: no nos imaginamos c¨®mo se podr¨ªa impedir que las universidades u otras instituciones se dediquen a este tipo de estudios. En caso de que no sea ¨¦sa la idea, entonces habr¨ªa que ser m¨¢s cuidadosos al hacer graves acusaciones (seudociencia, antidemocracia, etc¨¦tera) y comenzar a precisar, pa¨ªs por pa¨ªs. Quiz¨¢ sea ¨²til para los lectores de un peri¨®dico espa?ol poner al propio pa¨ªs como un posible ejemplo.
Veamos. Recientemente se han presentado p¨²blicamente tres instituciones privadas: la secci¨®n de Paz y Conflictos del Centre d'Informaci¨® i Documentaci¨® Internacionals de Barcelona (CIDOB), el Centro de Investigaci¨®n para la Paz, adscrito a la Fundaci¨®n Hogar del Empleado, y la Fundaci¨®n de Estudios sobre la Paz y las Relaciones Internacionales (FEPRI). Ciertamente se trata de centros modestos en medios y personas, pero que no obstante traducen, como Tiempo de Paz, informes que les cede el SIPRI. ?Est¨¢n condenados inevitablemente a hacer seudociencia? Nuestro criterio es que mientras no se demuestre lo contrario, tales centros son capaces de emitir conocimientos rigurosos sobre paz y seguridad (como en los departamentos universitarios que ya se dedican al tema) y que todo juicio global o a priori es, en el mejor de los casos, una simple falta de respeto.
Hay quienes se preguntan c¨®mo es posible que Feher y Heller se hayan metido en esta callej¨®n sin salida. Nuestra explicaci¨®n es que han seguido el siguiente proceso l¨®gico. Ellos, en su texto, dicen preferir el pacifismo espont¨¢neo "a pesar de las medias verdades o los juicios err¨®neos a que pueda dar lugar". Y ciertamente lo prefieren... para hacer de ¨¦ste un blanco f¨¢cil de sus ataques en un peque?o libro (Sobre el pacifismo), mezcla explosiva de desinformaci¨®n y visceralidad. Pero como parece que el pacifismo europeo tambi¨¦n podr¨ªa ser un movimiento que quiere basarse en conocimientos rigurosos, escogen la soluci¨®n m¨¢s sencilla: tratar de descalificar las investigaciones sobre paz, "esa parafernalia cient¨ªfica". Una operaci¨®n que les conduce a esta penosa situaci¨®n, con algunas consecuencias suplementarias.
En primer lugar resulta gratuito afirmar que los movimientos hayan de acabar en institutos por el hecho de que aparezcan estos ¨²ltimos. En realidad lo que sucede es que se desarrollan paralelamente y que los primeros pueden obtener informaci¨®n rigurosa de los segundos.
Por otra parte, nos parece caprichoso que unos defensores de los movimientos sociales como Feher y Heller hayan descubierto este supuesto fen¨®meno negativo s¨®lo en el pacifismo y no en cualquier otra "cuesti¨®n de enorme importancia p¨²blica". Es decir, con los problemas del medio ambiente o de la situaci¨®n de la mujer ?ocurrir¨ªa lo mismo? ?Habr¨ªa que evitar estudiarlos en institutos o departamentos universitarios para que no se vieran asistidos por una parafernalia cient¨ªfica que empeora las cosas? He aqu¨ª el camino m¨¢s f¨¢cil al absurdo: no poder estudiar ning¨²n asunto -desde las ciencias humanas a la medicina- que se haya transformado en una "cuesti¨®n de enorme importancia p¨²blica".
El segundo asunto que plantean se refiere a la relaci¨®n entre movimientos por la paz (a ambos lados de Europa) y movimientos de oposici¨®n en los pa¨ªses del Este. Tambi¨¦n en este caso el proceso l¨®gico es similar. Mientras hab¨ªa reticencias mutuas, Feher y Heller se dedicaban a aumentarlas. Pero cuando los ciudadanos del Este comienzan a plantearse de manera independiente los problemas de la paz y los grupos de oposici¨®n empiezan a discutir con el pacifismo europeo sobre la necesidad de un trabajo de convergencia entre paz y derechos humanos como s¨ªntesis de las necesidades de todo el continente, entonces la soluci¨®n l¨®gica para Feher y Heller es sencilla, aunque sea brutal: descalificar a la posici¨®n o minimizarla, o ambas cosas, hasta negar su existencia. Y ante su lenguaje visceral todo cae: "Durante a?os", dicen, "la oposici¨®n ha sido tan d¨¦bil en todo el imperio sovi¨¦tico que como movimiento ya no existe, desde el aplastamiento de Solidaridad, en ning¨²n pa¨ªs de la zona". Con lo que deciden:
1. Que Solidaridad en Polonia ha sido realmente aplastada.
2. Que el movimiento h¨²ngaro no existe (o est¨¢ teledirigido).
3. Que, por ejemplo, Carta 77 en Checoslovaquia n o refleja un movimiento, aunque ellos se califiquen precisamente as¨ª.
Es decir, que por necesidades de su gui¨®n argumental, Feher y Heller simplemente liquidan la oposici¨®n en el Este. Aqu¨ª lo oportuno ser¨ªa o¨ªr la opini¨®n que merecen estas actitudes a los propios grupos de oposici¨®n (nosotros nos limitaremos a hac¨¦rselas conocer). Nuestro juicio es que visiones tan poco matizadas hacen muy dif¨ªcil avanzar en la discusi¨®n.
?Hablar de los grupos de paz en el Este? Feher y Heller lo resuelven r¨¢pido: son duramente reprimidos, lo que en la mayor¨ªa de los casos es indudablemente cierto. Pero olvidan que es igualmente cierto que en todos los pa¨ªses vuelven a resurgir: as¨ª, en la URSS, primero con el grupo de paz y derechos humanos Helsinki Watch, despu¨¦s con el grupo, Trust y ahora con los intentos de formar un nuevo grupo, como se nos coment¨® en la reuni¨®n de European Nuclear Disarmament (END). Este proceso pendular es ciertamente amplio en Alemania Oriental. El mensaje de Walesa a la cuarta convenci¨®n END y el nacimiento del Movimiento por la Paz y la Libertad en. Polonia indican que tambi¨¦n all¨ª se trabaja en ese sentido. Y es que en realidad cabe preguntarse si el hecho de carecer de libertades pol¨ªticas puede realmente impedir a los ciudadanos del Este una reflexi¨®n independiente sobre el desarme y la paz o m¨¢s bien los motiva a ello.
?La actitud del pacifismo europeo respecto a la oposici¨®n en el Este? Aqu¨ª la menci¨®n del desinter¨¦s por la suerte de Sajarov se aproxima peligrosamente a la falta de honradez. Porque quiz¨¢ Feher y Heller no sigan con precisi¨®n que de cada convenci¨®n END surgen reclamaciones al Gobierno sovi¨¦tico- Pero es dif¨ªcil que desconozcan que la Fundaci¨®n Bertrand Rusell, instituci¨®n fundadora de la END, guarda una permanente relaci¨®n con la familia Sajarov desde que en 1974 Pavel Litvinov, el propio Sajarov, la Bertrand Russell y el checo Jiri Pelikan firmaron el documento conjunto sobre los presos pol¨ªticos en la URSS y Checoslovaquia.
?La relaci¨®n de los grupos de oposici¨®n con el pacifismo occidental? Ya se sabe que el Llamamiento de Praga, de los portavoces de Carta 77, es el documento m¨¢s acabado de trabajo conjunto en torno a la paz y los derechos humanos. Feher y Heller tambi¨¦n tienen su explicaci¨®n: es producto de "ciertos peque?os grupos intelectuales que viven en condiciones desesperadas" (por cierto, una descripci¨®n de Carta 77 que parece extra¨ªda de los textos oficiales del r¨¦gimen checoslovaco).
Algo similar sucede con el movimiento h¨²ngaro. Tambi¨¦n tienen Feher y Heller una imagen pr¨ºt ¨¤ porter: "Kossegi, favorito de las publicaciones END", Afortunadamente, para los lectores espa?oles es f¨¢cil desmontar esa imagen. Como se sabe, el encuentro El espacio cultural europeo concluy¨® con el Manifiesto de Madrid, donde se expresa la coincidencia con los objetivos de la reuni¨®n cultural organizada al mismo tiempo en Budapest. Tambi¨¦n es conocido que uno de los principales convocantes de esa reuni¨®n es el intelectual independiente h¨²ngaro George Conrad. Pues bien, Conrad fue el representante del Este que abri¨® las sesiones de trabajo de la cuarta convenci¨®n de END, celebrada este a?o en Amsterdam, para luego participar en el panel sobre cooperaci¨®n con el Este, junto a la h¨²ngara Mary Kaldor, el holand¨¦s Mient Jan Faber, un representante de la oposici¨®n polaca y el espa?ol que aqu¨ª firma. ?ste es el estado de las relaciones preferentres entre la END y los ciudadanos del Este.
Para concluir, una observaci¨®n final: como creemos haber probado suficientemente lo que decimos, ¨¦sta es nuestra ¨²ltima intervenci¨®n al respecto. Es decir, no vamos a responder a ninguna otra prueba de lenguaje visceral antipacifista -de Heller o de quien sea- que trate de reducir el pacifismo europeo a los esencialismos, descalificar las investigaciones sobre paz y seguridad o falsear la relaci¨®n con los cuidadanos del Este.
Estamos, s¨ª, dispuestos, ante este a?o que llega, a reflexionar sobre los problemas con que se enfrenta el movimiento por la paz en Europa, para llevar adelante la idea que ha motivado a las Naciones Unidas a declarar A?o Internacional de la Paz el de 1986 (y que es la mejor definici¨®n del movimiento pacifista): el trabajo de aunar voluntades entre los ciudadanos para lograr que partidos, Gobiernos y Estados pongan en pr¨¢ctica pol¨ªticas efectivas de desarme, distensi¨®n y paz.
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