Mariano Grau
Escritor y cronista local, es el ¨²nico superviviente del grupo de Antonio Machado en Segovia
Mariano Grau Sanz, de 83 a?os, escritor, cronista de la ciudad de Segovia y secretario perpetuo de la Academia de Historia y Arte de San Quirce es el ¨²nico que vive del grupo de amigos de Antonio Machado durante la estancia del poeta en Segovia. Pese a su ya cansada memoria, Mariano Grau a¨²n recuerda sus relaciones con Antonio Machado, del que dice que fue un poeta genial, un hombre bueno y de afable sencillez, conversador amen¨ªsimo, al que, como a los ni?os, le divert¨ªan los episodios aparentemente m¨¢s simples.
El cronista segoviano conoci¨® personalmente al poeta cuando ten¨ªa 20 a?os (en 1922) y relata que Antonio Machado lleg¨® a Segovia el d¨ªa 26 de noviembre de 1919, para hacerse cargo de la c¨¢tedra de Lengua Francesa del Instituto General y T¨¦cnico, puesto en el que permaneci¨® por m¨¢s de 12 a?os hasta que se traslad¨® al Instituto Calder¨®n de la Barca de Madrid. Ven¨ªa de Baeza, a cuya ciudad se traslad¨® despu¨¦s de su etapa en Soria."A su llegada a Segovia", afirma Grau Sanz, "y luego de una fugaz estancia en el hotel Victoria, Antonio Machado fue a una casita de la calle de los Desamparados, donde habitar¨ªa los 12 a?os de su segoviano vivir, en franca camarader¨ªa con otros hu¨¦spedes de variada ¨ªndole. A¨²n se conserva -casi como ¨¦l la dej¨®- su modesta habitaci¨®n, orientada al Norte y tan fr¨ªa que Machado, con su sevillano gracejo, aseguraba verse obligado muchas veces, en el rigor del invierno, a abrir el balc¨®n para que la pieza se caldease un poco".
En esa habitaci¨®n, sentado frente a una mesa camilla, Machado trabajaba fumando incansablemente y cubri¨¦ndose con la ceniza de los cigarros, en tanto que un menguado braserillo se arrec¨ªa olvidado bajo las faldas del mueble, relata Grau.
"Alg¨²n tiempo m¨¢s tarde, el poeta adquiri¨® una estufa de petr¨®leo, que, si bien no consigui¨® calentarle, le puso, en cambio, en riesgo de perecer asfixiado por el humo".
De sus recuerdos personales de la estancia del poeta en Segov¨ªa, Mariano Grau habla de las tertulias literarias que, "primero en el caf¨¦ Juan Bravo, y despu¨¦s en el de La Uni¨®n, hab¨ªamos constituido el grupo de amigos que entonces nos adiestr¨¢bamos en el martirio de la pluma".
"Machado", dice, "gustaba de escuchar a todos y re¨ªa de buena gana las ocurrencias o los donaires de los m¨¢s agudos, si bien su risa nunca fue estridente ni ruidosa. Tambi¨¦n con frecuencia ¨¦l refer¨ªa an¨¦cdotas de personajes diversos -duque de Amalfi, Villaespesa y Alejandro Sawa-, que su fina gracia sevillana hac¨ªa particularmente gustosas, aunque no pod¨ªa prescindir de exagerarlas en cierto modo muy andaluz. Invariablemente, el gotear de la taza de caf¨¦ en sus ropas y la adherencia de la ceniza del cigarro iban a?adiendo nuevas manchas en sus trajes.
Mariano Grau paseaba algunos atardeceres con el poeta por los alrededores de la ciudad. "Don Antonio hablaba sencilla pero elocuentemente, m¨¢s atento a la enjundia del pensamiento que a lo florido de la expresi¨®n. Sab¨ªa salpicar sus frases con caracter¨ªsticos matices de iron¨ªa, diciendo las cosas m¨¢s profundas y certeras con el tono menos doctoral que he o¨ªdo". La fascinaci¨®n que le produjo a Mariano Grau, al que en esa ¨¦poca le hab¨ªa mordido el sarampi¨®n literario, le llev¨® a darle a Machado "tremendas tabarras que ¨¦l soport¨® con inagotable paciencia".
Durante bastante tiempo, a la ca¨ªda de la tarde, Grau se presentaba en la casa de la calle de los Desamparados a buscar a Machado para salir con ¨¦l de paseo. "Inmediatamente dejaba el trabajo y marchaba conmigo. Desdichadamente le destrozaba los o¨ªdos con mis horrendos versos o con los cuentos insulsos que sal¨ªan de m¨ª pluma. Ya anocheciendo regres¨¢bamos por el mismo camino silencioso, dejando atr¨¢s las alamedas que ba?a el r¨ªo Eresma, y yo goc¨¦ entonces del privilegio inapreciable de o¨ªr recitar a Machado versos de Verlaine, Baudelaire y Heredia, que ¨¦l dec¨ªa en franc¨¦s con sonora entonaci¨®n y vibrante ritmo".
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