Todos los hombres del presidente
Un equipo asesorar¨¢ en todo momento al m¨¢ximo dirigente estadounidense
Ronald Reagan de 74 a?os, el presidente m¨¢s viejo de la historia de Estados Unidos, no estar¨¢ solo con su intuici¨®n, su poderosa personalidad y los conocimientos conseguidos con los deberes acelerados que ha realizado sobre la Uni¨®n Sovi¨¦tica cuando el martes, a las diez de la ma?ana, en el castillo ginebrino de Fleur d'Eau, se siente frente a Mijail Gorbachov, de 54 a?os, el l¨ªder m¨¢s joven de la URSS de las ¨²ltimas d¨¦cadas. A su lado, o en la habitaci¨®n contigua, estar¨¢n los hombres del presidente; en el fondo, los verdaderos autores de la l¨ªnea argumental y de las posiciones que adopte Reagan. Aunque ¨¦ste ser¨¢ el ¨²ltimo responsable de lo que ocurra en la cumbre, el presidente no negociar¨¢ nada que no est¨¦ ya fijado de antemano.
El gui¨®n a seguir por el viejo actor de Hollywood est¨¢ escrito fundamentalmente por un equipo formado por el secretario de Estado, George Shultz; el consejero de Seguridad Nacional, Robert McFarlane, y el jefe del gabinete presidencial, Donald Regan. El secretario de Defensa, Caspar Weinberger, desplazado pol¨ªticamente en esta ocasi¨®n por la troika anterior, no estar¨¢ en Ginebra, pero sus consejos y sus posiciones ser¨¢n tenidos en cuenta por el presidente, que sigue estimando su opini¨®n poco partidaria de negociar acuerdos de control de armamentos con Mosc¨². Estas personalidades ser¨¢n apoyadas por un segundo nivel de expertos sin peso pol¨ªtico espec¨ªfico pero buenos conocedores de las relaciones sovi¨¦tico-norteamericanas.Por tanto, no caben excesivas sorpresas, aunque siempre es el presidente quien decide la suerte definitiva de una cumbre. El esp¨ªritu del encuentro y el tono futuro de las relaciones entre los dos pa¨ªses ser¨¢n marcados por la interpretaci¨®n final que haga Ronald Reagan en los dos d¨ªas de reuniones. Lo m¨¢s valioso ser¨¢ el contacto personal de los dos l¨ªderes y la relaci¨®n qu¨ªmica que pueda establecer se entre dos hombres diametralmente opuestos, con el ¨²nico punto de coincidencia de que ambos tienen la posibilidad de apretar el bot¨®n nuclear. Antes de volar a Ginebra, Reagan se ha manifestado convencido de que su influencia personal, no los trabajos preparatorios de sus subordinados, ser¨¢ decisiva en la cumbre.
El rasgo m¨¢s importante de los hombres del presidente es su fr¨¢gil consenso sobre c¨®mo afrontar el proceso de reducci¨®n de arma nucleares. Hasta el ¨²ltimo momento, los asesores presidenciales no han sido capaces de llegar a un acuerdo, y s¨®lo la proximidad de la cumbre ha permitido cerrar filas. Se han repetido las escaramuzas del primer mandato presidencial entre palomas y halcones. Como entonces, el Pent¨¢gono se ha enfrentado al Departamento de Estado y, finalmente, el presidente ha zanjado, de momento, a favor de los pragm¨¢ticos, encabezados por Shultz y McFarlane.
La baza de ¨²ltima hora de los hombres del Pent¨¢gono ha sido el informe presentado esta semana sobre las violaciones de los tratados de control y limitaci¨®n de armamentos por parte sovi¨¦tica. Sin embargo, la Casa Blanca ha parado un informe m¨¢s duro en el que se consideraban represalias, que queda aplazado hasta despu¨¦s de la cumbre. Tambi¨¦n el Pent¨¢gono, utilizando al astuto subsecretario Richard Perle, autor de todas las piedras colocadas en el camino de los intentos de control de armamentos, jug¨® la carta sorpresa de una nueva interpretaci¨®n del tratado ABM. Para su presentaci¨®n us¨® a Robert MacFarlane, pero finalmente los pragm¨¢ticos del Departamento de Estado lograron convencer al presidente de que EE UU debe realizar una interpretaci¨®n restrictiva del Tratado sobre Defensas Antimisiles. Esto es, la que entiende que el mismo s¨®lo permite la investigaci¨®n, pero no las pruebas y el despliegue de la guerra de las galaxias. Perle s¨ª estar¨¢ en Ginebra, vigilando a los pragm¨¢ticos y como alter ego de Weinberger.
El segundo dato importante del equipo norteamericano que arropa a Reagan es la inexistencia en el mismo de un gur¨² de los temas estrat¨¦gicos, papel que Henry Kissinger realiz¨® con Richard Nixon o Zbigniew Brzezinski con Jimmy Carter. Para algunos expertos, como el soviet¨®logo Helmut Sonnenfeldt, esto es una ventaja, "ya que, cuando hay un solo gur¨², no hay nadie m¨¢s para equilibrar el pensamiento del presidente, y los gur¨²s se han equivocado mucho en el pasado". Para otros, sin embargo, el problema no es que la Casa Blanca no tenga un especialista que destaque en las relaciones con los sovi¨¦ticos, "sino que piensa que no lo necesita".
McFarlane es una personalidad ordenada, muy fiel al presidente, pero que siempre ha sido un n¨²mero dos de Kissinger, Brent, Scowcroft o Alexander Haig. Su falta de ego y su capacidad de trabajar en equipo han conseguido acabar con las tradicionales disputas entre el Departamento de Estado y la Casa Blanca sobre pol¨ªtica exterior. Es el responsable del fr¨¢gil consenso logrado por la Administraci¨®n cara a las relaciones con la URSS, y ha resuelto satisfactoriamente la ¨ªmproba tarea de acercar las posiciones de Shultz, Weinberger y el director de la CIA, William. Casey. Sin embargo, este hombre de 48 a?os, que hasta hace seis era todav¨ªa un teniente coronel de marines, carece, seg¨²n sus cr¨ªticos, de una visi¨®n geoestrat¨¦gica global y est¨¢ demasiado preocupado por los detalles. Su lealtad y f¨¢cil acceso al presidente le han atra¨ªdo la envidia de Donald Regan, un ejecutivo de Wall Street. que, sin tener ninguna experiencia en pol¨ªtica exterior, influye poderosamente sobre Ronald Reagan.
Shultz, eficaz y poco pol¨¦mico
George Shultz se ha convertido con el tiempo en un secretario de Estado eficaz y poco pol¨¦mico, trayendo la calma a un departamento sobresaltado por su antecesor, el mercurial Alexander Haig. Cuenta con la amistad y la total confianza del presidente, pero es s¨®lo un ejecutor cargado de sentido com¨²n y buen conocedor de los temas econ¨®micos. Seg¨²n la revista Time, "es un gradualista, no tiene una visi¨®n global. Entiende su trabajo como quitar el hielo que envuelve las relaciones norteamericano-sovi¨¦ticas, no empujarlas hac¨ªa una nueva era de entendimiento Este-Oeste. Su moderaci¨®n s¨®lo es real comparada con la dureza de los civiles del Pent¨¢gono".
La brillantez de los grandes estrategas del pasado ha sido sustituida por el trabajo callado de los funcionarios diplom¨¢ticos que han estado destinados en la URSS o en otros pa¨ªses del Este. Tienen perfiles muy burocr¨¢ticos y, de alguna forma, incluso fisicamente, recuerdan a los aparatchiks del Kremlin y de la diplomacia sovi¨¦tica. Son conocidos como los sherpas que han preparado la cumbre de Ginebra. En esta categor¨ªa se encuentra el soviet¨®logo n¨²mero uno de la Administraci¨®n, el embajador John Matlock, responsable de los asuntos europeos y sovi¨¦ticos en el Consejo Nacional de Seguridad (NSC). Tiene 56 a?os, ha estado destinado en Mosc¨² en tres ocasiones y ha sido embajador en Checoslovaquia. Es la ¨²nica persona conocida de Washington capaz de leer poes¨ªa samizdat en bielorruso.
Rozane Ridgway, ex embajadora de Estados Unidos en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana y secretaria de Estado adjunta para Asuntos Europeos, ha sido la responsable m¨¢s directa en el Departamento de Estado de preparar la cumbre, y tambi¨¦n estar¨¢ en los pasillos de Ginebra.
Un caso aparte es el de Paul Nitze, un patricio de la diplomacia que ya form¨® parte de la Administraci¨®n de Franklin Roosevelt y que, 45 a?os despu¨¦s, sigue sirviendo a su pa¨ªs como el principal asesor de Reagan para el control de armamentos nucleares. Tiene 78 a?os, cuatro m¨¢s que el presidente, y fue el autor del intento fallido de acuerdo con la URSS sobre euromisiles, bautizado como el paseo en los bosques de Ginebra.
A Nitze le llaman el Zorro Plateado por su capacidad de supervivencia en la jungla burocr¨¢tica de Washington. En los ¨²ltimos d¨ªas, este embajador, que ha servido a nueve presidentes sin conseguir nunca un puesto de n¨²mero uno, se ha caracterizado por ser el diplom¨¢tico m¨¢s optimista y m¨¢s insistente en la posibilidad de alcanzar alg¨²n acuerdo, aunque s¨®lo sea de principios, con la URSS en la cumbre. Los halcones le denuncian como un apaciguador que desea alcanzar un compromiso con Mosc¨² sobre reducci¨®n de armas nucleares a cualquier precio.
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