Andrei Gromiko, el ausente de Ginebra, visita Gorki
P. B. Andrei Gromiko, hoy presidente del Soviet Supremo de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, es el gran ausente de la cumbre de Ginebra, que no fue anunciada p¨²blicamente hasta despu¨¦s de que el hombre que dirigi¨® la pol¨ªtica exterior de la URSS durante 27 a?os abandonara el cargo para pasar a lo que en Mosc¨² se considera "un retiro de lujo".
Mientras en Mosc¨² se entraba en la recta final de la preparaci¨®n del encuentro entre el presidente norteamericano, Ronald Reagan, y el n¨²mero uno sovi¨¦tico, Mijail Gorbachov, Gromiko pasaba tres d¨ªas, del 12 al 14 de noviembre, en la ciudad cerrada de Gorki, uno de los centros de industria pesada m¨¢s importante de la URSS, situado junto al r¨ªo Volga. El antiguo ministro de Exteriores aparec¨ªa en las pantallas de la televisi¨®n sovi¨¦tica enfundado en un abrigo de pa?o y visitando cadenas de montaje de autom¨®viles.
La cobertura de prensa del viaje de Gromiko fue ampl¨ªsima y para quienes estaban acostumbrados a escuchar al ministro manejando los elevados conceptos de la pol¨ªtica internacional resultaba cuando menos sorprendente o¨ªrle hablar de la necesidad de guarder¨ªas y escuelas en la zona, arrastrando las palabras entre unos labios que parec¨ªan tener su mueca caracter¨ªstica m¨¢s pronunciada que de costumbre.
Gromiko, sin embargo, podr¨ªa haber sido enviado a Gorki, la ciudad a donde fue exiliado el cient¨ªfico Andrei Sajarov, por razones de peso que hubieran hecho necesaria la presencia de un alto dirigente en la zona industrial. Hace poco el jefe de la polic¨ªa de Gorki ces¨®, sin que se sepan las razones, y Gromiko habl¨® de despidos injustificados, de violaciones del derecho laboral y de la necesidad de que tambi¨¦n los dirigentes respeten la legalidad. El presidente del Soviet Supremo se refiri¨® a la intervenci¨®n de la Fiscal¨ªa del Estado y a los obreros que hab¨ªan sido readmitidos en las f¨¢bricas tras despidos improcedentes. Sus frases, que omit¨ªan el origen de tales sucesos, s¨®lo eran comprensibles sobre el tel¨®n de fondo de un malestar social causado por problemas de infraestructura, servicios y aprovisionamiento, a los que Gromiko se refiri¨®.
Desde que en junio dej¨® el cargo de ministro de Exteriores, Gromiko parece haber envejecido, seg¨²n dicen quienes le ven recibir a dirigentes del Tercer Mundo en la televisi¨®n o repartir condecoraciones y presidir actividades protocolarias. En conversaciones informales, los funcionarios sovi¨¦ticos no tienen ning¨²n reparo en admitir que Gorbachov apart¨® a Gromiko .de la pol¨ªtica exterior para tener las manos libres y dar curso a sus propias iniciativas. Edvard Shevardnadze, el actual ministro de Exteriores, da la impresi¨®n de ser un hombre m¨¢s d¨²ctil que Gromiko y algunos medios moscovitas opinan que su papel es marginal. En algunos ambientes diplom¨¢ticos occidentales, en los que menos podr¨ªa pensarse, hay una cierta nostalgia de Gromiko y de su estilo ya conocido.
Sea cual sea el papel de Shevardnadze en la actualidad, lo cierto es que en el acto conmemorativo de la Revoluci¨®n de Octubre, celebrado el d¨ªa 6 de noviembre en el Kremlin, Shevardnadze no pod¨ªa estar m¨¢s lejos fisicamente del poder. Gorbachov se sentaba en el centro de la mesa presidencial. A su derecha hab¨ªa seis altos dirigentes del Politbur¨®. A su izquierda estaban siete altos cargos y el que completaba la fila, all¨¢ en el extremo, era el ministro de Exteriores. En el cifrado sistema sovi¨¦tico de comunicaci¨®n pol¨ªtica tales detalles no carecen de importancia.
En enero pasado Gromiko se entrevistaba en Ginebra con su colega norteamericano, George Shultz. El encuentro puso las bases de las conversaciones de armamento sovi¨¦tico-norteamericano que sustituyeron a las interrumpidas en tiempos de Andropov. Se abr¨ªa de nuevo el di¨¢logo.
Ahora, menos de un a?o despu¨¦s de aquel encuentro, Gromiko estaba ataread¨ªsimo inaugurando en Gorki un monumento a Lenin, visitando f¨¢bricas, complejos agr¨ªcolas y ganaderos y hablando con la poblaci¨®n y los trajadores.
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