El conservadurismo de los obispos
Los obispos no han perdido la capacidad de asombrarnos, aunque ¨¦sta, siempre se encuentra asociada a las malas noticias. Habitualmente son parcos en proclamar buenas nuevas. El m¨¢s claro ejemplo de ello es la reciente Asamblea Plenaria del Episcopado. Por un lado el discurso de D¨ªaz Merch¨¢n en la apertura de la asamblea y por el otro las dificultades habidas para la aprobaci¨®n del documento "Constructores de la paz" vienen a confirmar la conocida sospecha de que muchos obispos espa?oles no est¨¢n a la altura de las circunstancias. Poco puede opinarse sobre el contenido del tan anunciado y poco conocido documento sobre la paz, pues el sigilo y celo que han presidido su elaboraci¨®n y el posterior revolc¨®n dado por los obispos m¨¢s conservadores nos han privado de conocerlo. No sucede lo mismo con el discurso pronunciado por D¨ªaz Merch¨¢n.Las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal son desconcertantes, desajustadas a la realidad y no representantivas de la opini¨®n de toda la comunidad cristiana. En su discurso, D¨ªaz Merch¨¢n perfila con exactitud y nitidez los grandes ejes sobre los cuales va a pivotar la proyecci¨®n social de la Iglesia en nuestro pa¨ªs. En primer lugar, es evidente que el discurso contiene una notoria hostilidad contra el gobierno escogido democr¨¢ticamente por los espa?oles. El lenguaje empleado, a diferencia de otras ocasiones, es directo y claro. No permite albergar ninguna duda: es evidente que hay una parte de la jerarqu¨ªa de la Iglesia enfrentada con el gobierno del PSOE. As¨ª de claro. Probablemente deben existir unas motivaciones importantes que animan a realizar este pronunciamiento p¨²blico, que adquiere un significado particular al realizarse ante el nuevo anuncio, sobre las pocas simpat¨ªas socialistas existentes en buena parte de la c¨²pula de la jerarqu¨ªa cat¨®lica. Quiz¨¢s el fracaso cosechado por estos mismos sectores ante dos temas tan cruciales, como han sido la ley de despenalizaci¨®n del aborto y la LODE, erigidos por algunos sectores cat¨®licos como componentes de una nueva cruzada ideol¨®gica, puedan explicar, en parte, esta necesidad de autoafirmaci¨®n pol¨ªtica, aunque no es descartable, incluso complementando lo anterior, de que se trate de un simple ajuste de cuentas pendientes.
M¨¢s all¨¢ de la cr¨ªtica de los "resortes del poder p¨²blico", todo el discurso de D¨ªaz Merch¨¢n adquiere la gravedad propia de un discurso catastrofista. Frente al posible triunfalismo latente en la frase "mucho y bien" el presidente de la Conferencia Episcopal est¨¢ empe?ado en convencer de que mucho y mal. En los p¨¢rrafos destinados a realizar una somera valoraci¨®n de lo realizado se muestra obstinado en destacar los peligros globales y totales que, para el desarrollo de la libertad religiosa y de conciencia, ha significado el advenimiento de un poder pol¨ªtico no coincidente con los intereses ¨²ltimos de la Iglesia. Esta situaci¨®n, dice, estar¨ªa agravada por la rapidez de las transformaciones operadas en la sociedad las cuales superan, en mucho, los deseables ritmos de moderaci¨®n.
Ejercicio autoritario
El mayor peligro residir¨ªa en el hecho de que no se respeta "el derecho de los ciudadanos a organizar con libertad los aspectos de su vida m¨¢s ¨ªntimamente ligados a sus conciencias" debido al uso absolutista del poder. Peligrosa apreciaci¨®n, pues tales opiniones pueden contribuir a generalizar la sospecha de que nos encontramos en la antesala de un ejercicio autoritario del poder pol¨ªtico. Adem¨¢s de no ser cierta esta valoraci¨®n, pues la existencia de dificultades pol¨ªticas para el desarrollo de las libertades y los derechos no justifica la gravedad del juicio emitido por D¨ªaz Merch¨¢n, ¨¦ste est¨¢ poco legimitado para realizarlo dado que en la Iglesia es habitual el uso absolutista de la autoridad.
Los juicios de D¨ªaz Merch¨¢n tienden una sutil trampa: quieren trasladar la sensaci¨®n de acoso que perciben buena parte de los obispos a las conciencias de todos los cristianos. Se trata, en definitiva de introducir una falsa apreciaci¨®n de la realidad y con ello segmentar los cristianos hacia posiciones a la contra con el Gobierno del PSOE. Se?or presidente de la Conferencia Episcopal, no todos los cristianos opinamos como usted. Mientras usted cree que se ha ido demasiado lejos, y ¨¦sto le produce horror, algunos sectores de cristianos, que no son pocos, opinamos que no nos hemos movido lo suficiente.
Ciertamente el cambio sabe a¨²n a poco porque la Iglesia a¨²n sigue siendo un poder espec¨ªfico en nuestra sociedad y, buena parte de sus pastores, no est¨¢n dispuestos a que deje de serlo. Aquello que para D¨ªaz Merch¨¢n es un uso absolutista del poder pol¨ªtico para otras sensibilidades, sean cristianas o no, representa la recuperaci¨®n de la madurez de la sociedad civil por encima de cualquier forma de tutela de la moral confesional.
Soy de la opini¨®n que tanto las dificultades surgidas en la preparaci¨®n, aprobaci¨®n y posterior desarrollo del documento "Constructores de la paz" como el discurso de D¨ªaz Merch¨¢n reflejan fielmente el talante de buena parte de los obispos. ?stos no han sabido resituar el problema de la identidad cristiana en el seno de una sociedad secularizada. Muchos de nuestros obispos a¨²n siguen pensando en clave constantiniana. Para ellos la identidad cristiana se define a partir de los valores imperantes en el acervo cultural de las clases dominantes de la sociedad, bien porque ¨¦stas se autodefinen como cristianas o porque los valores cristianos contenidos en el Magisterio eclesial poco se diferencian del patrimonio cultural de estas clases. Por todo ello la ciudad secular; la modificaci¨®n de los resortes de poder, aunque sean m¨ªnimos; la p¨¦rdida de influencia en las instituciones pol¨ªticas y sociales sobre los cuales se apoy¨® hist¨®ricamente la Iglesia, asustan, son motivo de recelo y son integrados como agresi¨®n a la supuesta identidad cristiana. Ante tal estado de cosas no es extra?o que resuciten de sus cenizas aires restauracionistas de antiguas ¨¦pocas de cristiandad. Nadie deber¨ªa sorprenderse por los intentos, auspiciados desde el Vaticano y favorablemente recogidos por algunos obispos, de consolidar un cristianismo militante, intolerante y proclive a ser absolutista e inquisidor con otras formas de entender la vida y con el propio cristianismo.
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