Ecos de una pasi¨®n musical
Debemos al gran pianista y erudito Antonio Baciero toda una nueva colecci¨®n de antigua m¨²sica: la Nueva Biblioteca Espa?ola de M¨²sica de Teclado. La historia de Espa?a se refleja en la de la m¨²sica m¨¢s claramente todav¨ªa que en la de la pintura o la de la literatura. Quiz¨¢ porque la producci¨®n musical depende m¨¢s del ambiente social en que se produce que otras artes. El poeta o el pintor se forman y producen m¨¢s individualmente con su pluma o con su pincel. Pero el m¨²sico se desarrolla en la corte, el teatro, la iglesia, el coro, y si no no oye sus composiciones. Por eso todos los m¨²sicos espa?oles est¨¢n de acuerdo en que hace falta en Espa?a la educaci¨®n musical ya en la escuela y el desarrollo de escuelas musicales que no fueran en primer lugar centros de ense?anzas de adorno. S¨®lo as¨ª florecer¨ªa, como en las buenas ¨¦pocas del pasado, la m¨²sica en su conjunto, y no dar¨ªa s¨®lo entre nosotros lo que no es fruto de un ambiente denso, un n¨²mero limitado de personalidades: compositores, int¨¦rpretes, cantantes, que en muchos casos tienen que emigrar.Baciero no s¨®lo se ha dedicado a interpretar con maestr¨ªa en el clavic¨¦mbalo y el piano la tradici¨®n musical espa?ola, sino a resucitarla. No tenemos m¨¢s que recordar su monumental edici¨®n de ocho discos de Antonio de Cabez¨®n, grabados en los mejores ¨®rganos de la vieja Espa?a o en instrumentos de las mejores colecciones de Europa, o simplemente en un piano moderno. All¨ª puso al alcande de los oyentes buena parte de la m¨²sica de tecla de un gigante del siglo XVI. Recordar¨¦ tambi¨¦n el precioso volumen en que Baciero estudi¨® una reliquia, el ¨®rgano de c¨¢mara del convento de la Encarnaci¨®n de ?vila, con sus archivos y fondos musicales.
Ha llegado ahora a nuestras manos un nuevo volumen, el s¨¦ptimo, de la Nueva Biblioteca que hemos citado, donde quedan al alcance de cualquier pianista piezas compuestas en los siglos XVI a XVIII.
De un dominico madrile?o, Tom¨¢s de Santa Mar¨ªa, que viv¨ªa en Valladolid, donde imprimi¨® en 1565 su Libro llamado arte de ta?er fantas¨ªa, se ofrece ahora al que toca en teclado una colecci¨®n de piezas en la que la polifon¨ªa juega con sus voces. Fray Tom¨¢s sabe sorprender al oyente por el camino en el que Bach llegar¨¢ a la cumbre.
Del famoso manuscrito de Coimbra saca aqu¨ª Baciero una serie de obras an¨®nimas, en las que vemos a un compositor desarrollar sus armon¨ªas formando un mar de melod¨ªas superpuestas que se cruzan y forman como misteriosos fondos acu¨¢ticos.
Quiz¨¢ la novedad mayor de este tomo sea un conjunto de obras de un desconocido Bernardo de Zala y Galdiano, del que ya Baciero hab¨ªa publicado una grabaci¨®n en disco y de quien acaso un manuscrito pamplon¨¦s nos ha conservado una colecci¨®n de piezas de arpa. Y decimos con Antonio Baciero acaso porque el t¨ªtulo tanto podr¨ªa significar que Bernardo de Zala es el autor como el coleccionista de este desconocido tesoro. Atribuye Baciero a De Zala como a?o de nacimiento, poniendo una interrogaci¨®n, el m¨¢gico de 1685, el mismo en que celebramos el nacimiento de Bach, Haendel y Scarlatti. En realidad, a esa misma ¨¦poca corresponden las que se titulan suites de De Zala, y que nos recuerdan, en menor formato, las francesas de Juan Sebasti¨¢n Bach.
Paseos
En efecto, preludian la primera unos Paseos por el do, y con dos minu¨¦s, un rigod¨®n y un minu¨¦ de clarines queda completa la peque?a suite. La suite segunda comienza con un minu¨¦, sigue una corrienta (que nos ense?a c¨®mo se llamaba en Espa?a la courante francesa), una zarabanda, un minu¨¦, una segunda corrienta y finalmente un minu¨¦ con su glosa, es decir, una variaci¨®n. M¨¢s fant¨¢stica es la suite tercera, que comienza con cuatro consecutivos desmayos (en comp¨¢s temario), un baile a la greca (en binario), un laberinto, una corrienta y un bailette a la gavota. Una Gaita gallega de De Zala es una temprana muestra de m¨²sica folcl¨®rica. ?Misterioso Bernardo de Zala, que no aparece en los archivos de la catedral de Pamplona! ?Y c¨®mo iba a aparecer si es autor de m¨²sica de sal¨®n, de aire transpirenaico, aunque tenga tantos graciosos rasgos espa?oles?
Otro cap¨ªtulo nuevo en la historia de nuestra m¨²sica son los Veinte minu¨¦s amatorios, sacados del Libro de clavic¨¦mbalo del se?or don Francisco de Tejada. ?Se llamaba as¨ª el autor, el copista o el distinguido aficionado para quien se escribieron estas preciosas piezas? Los Veinte minu¨¦s amatorios que Baciero publica a continuaci¨®n como de autor an¨®nimo est¨¢n, evidentemente, inspirados en versos. El t¨ªtulo se ve que es en cada composici¨®n el t¨ªtulo o comienzo de un poema: Suspende el rumor, o Suspended canoras aves, o En cadenas amorosas.
En estos manuscritos que explora Baciero no es raro encontrar piezas de grandes maestros extranjeros (Pergolesi, Haydri, W. Byrd, incluso el maestro Bach), que hab¨ªan entrado en los repertorios de instrumentistas espa?oles. Sin entrar en los delicados problemas musicol¨®gicos de su identificaci¨®n y posici¨®n en la tradici¨®n manuscrita de esos famosos m¨²sicos, Baciero recoge alguna de estas peque?as joyas, y as¨ª nos da en este volumen una pieza de Arcangelo Corelli.
De un an¨®nimo del siglo XVII tenemos aqu¨ª hasta 30 Canciones diversas de dos clarines. El aficionado que las ensaye al piano debe tener presente lo que explica Baciero en sus notas preliminares. El clar¨ªn es un registro incorporado desde los or¨ªgenes al ¨®rgano espa?ol.
G¨¦nero colorido
Los hab¨ªa de varios timbres, y se manejaban en los distintos teclados. En la m¨²sica eclesi¨¢stica ten¨ªa su influencia la de corte, y por eso se cultivaba en el ¨®rgano este g¨¦nero colorido, la batalla, que tambi¨¦n se danzaba. No s¨¦ si el lector de estas piezas, a veces s¨®lo indicadas, de clarines no las envolver¨ªa en improvisaciones de batallas. Los clarines espa?oles de tantas batallas resuenan as¨ª en ¨®rganos sacros.
Baciero ha encontrado en sus estudios de los ¨®rganos de la catedral de Toledo, clar¨ªn brillante, chirim¨ªas, clar¨ªn claro, clar¨ªn de campa?a, clar¨ªn de 13, trompeta real, y en otro: orlos, violeta, clar¨ªn, trompeta magna, dulzaina y trompeta de batalla, bombardas y contras de clar¨ªn, y contras formidables... Qui¨¦n sabe qu¨¦ esquemas son los m¨¢s breves de estos apuntes, que el organista instrumentaba en su improvisaci¨®n. En alguna sonata de Scarlatti, compuesta para el palacio real, el m¨²sico napolitano ha dejado para el clavic¨¦mbalo los ecos de los clarines que ensayaban en sus cuarteles los alabarderos.0
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