Cuando muri¨® Franco
Tengo 21 a?os. Lo que significa que en 1975 yo ten¨ªa tan s¨®lo 11 a?os. Mis recuerdos de infancia no pasan de comprar caramelos en el puesto verde, o de ir a la salida de clase a jugar al futbol¨ªn.De pronto, un d¨ªa, todo el mundo de los adultos sufri¨® una terrible comnoci¨®n. ?l se hab¨ªa muerto. Por lo visto fue un hecho muy importante, pues no tuvimos clase durante tres d¨ªas. A todas horas se hablaba de lo mismo. ?Qu¨¦ ocurrir¨ªa ahora? ?Qu¨¦ pasar¨ªa? ?Ser¨ªa el fin?
En mi casa nunca se hablaba de pol¨ªtica; por lo menos yo no lo o¨ªa. Pero poco despu¨¦s de la muerte de ¨¦l entr¨® en mi casa un disco de Jarcha. Se titulaba Libertad sin ira. Al tiempo nos fuimos enterando, por cosas que nos contaban compa?e ros mayores que nosotros, de que ¨¦l hab¨ªa fusilado a unas personas por sus ideas. De que en Espa?a no hab¨ªa libertad. Que muchas personas se ten¨ªan que ir fuera de nuestro pa¨ªs por no estar de acuerdo con ¨¦l. Tambi¨¦n fuimos descubriendo, poco a poco, las poes¨ªas de Machado, de Miguel Hern¨¢ndez e incluso algunas de Alberti.
As¨ª, como quien no quiere, fuimos entrando en la juventud. Y la verdad es que algo deb¨ªa ocurrir. Los curas no nos hablaban tanto de ¨¦l. Incluso alguno de ellos nos dijo que no era tan bueno como dec¨ªa y que hab¨ªa cometido muchos errores. Luego nos lleg¨® la Constituci¨®n. Yo estaba muy contento porque ca¨ªa en el d¨ªa de mi santo. Un d¨ªa la Constituci¨®n lleg¨® a casa. La trajo mi padre. La dej¨® encima de una mesa, y, sin que nos dijera nada, mi hermano y yo nos la le¨ªmos. Hablaba de la libertad de expresi¨®n y pensamiento. Del derecho a la huelga. De que la soberan¨ªa la ten¨ªa el pueblo. Y a m¨ª todo eso, con mis 14 a?os, me pareci¨® muy bien. Luego aparecieron los socialistas y los comunistas. E incluso o¨ªrnos que un t¨ªo nuestro estuvo en la c¨¢rcel por ser de Comisiones. Los libros de historia que ten¨ªamos nos contaban una historia muy distinta a la que siempre nos hab¨ªan contado. Cayeron en nuestras manos revistas como Cambio 16 y peri¨®dicos como EL PA?S o Diario 16, donde se contaban cosas que nunca hubi¨¦ramos imaginado. Salimos con nuestra primera chica y fuimos descubriendo a un tal Marx, a Neruda o al Che. Escucharnos por primera vez el Para la libertad, de Serrat; Al alba, de Aute, o El himno de La alegr¨ªa, de Miguel R¨ªos, identific¨¢ndonos plenamente con lo que dec¨ªan sus letras.
As¨ª conocimos lo que ¨¦l hab¨ªa hecho, lo que hab¨ªa provocado en otras personas. Ya con 18 a?os, con pareja, nos re¨ªrnos de las pel¨ªculas prohibidas, le¨ªrnos con toda libertad a los escritores censurados y empezarnos a discutir de pol¨ªtica. Un d¨ªa, sin m¨¢s, perdimos nuestra virginidad. Empezarnos una carrera, y nos lleg¨® el d¨ªa de votar. Al principio fue algo emocionante. Pero luego no pas¨® de ser un derecho, sin duda fundamental para la persona, pero s¨®lo un derecho.
Y ahora, 10 a?os despu¨¦s de que ¨¦l muriera, intentan ense?arnos c¨®mo fue. Pero nosotros, que iniciamos nuestra madurez con la democracia, que aprendimos a amar cuando vosotros aprend¨ªais a leer, que respiramos libertad por los cuatro costados, no necesit¨¢bamos esta lecci¨®n. La sab¨ªamos. La hemos aprendido d¨ªa a d¨ªa durante los ¨²ltimos 10 a?os. Es parte de nosotros. Pero nunca viene mal, sobre todo a algunas personas, record¨¢rselo. Hoy, 20-N de 1985, mientras oigo el viejo disco de Jarcha, s¨¦ que nosotros, nuestra generaci¨®n, le conocirnos no por lo que fue, sino por lo que nunca dej¨® ser. Y ¨¦l nunca fue ni libertad, ni democracia, ni esperanza. Nosotros, s¨ª.-
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