Lo que pintamos aqu¨ª
La pintura no hab¨ªa encontrado hasta ahora -parad¨®jicamente, desde luego, ?puede alguna realidad adaptarse mejor a las exigencias del lenguaje televisivo que la imagen manual construida por los artistas?- su hueco en el medio electr¨®nico. Los programas de divulgaci¨®n sobre los cuadros y los grandes creadores -recordemos las experiencias de Paloma Chamorro, tan lejanas en el tiempo- recurr¨ªan al montaje musical para potenciar las excelencias pict¨®ricas, y tambi¨¦n a la conversaci¨®n con los autores, pero, en general, y salvo esta excepci¨®n citada, con un cierto cansancio, unido a la actividad reverencial que se adopta frente a lo que no provoca el entusiasmo, sino la admiraci¨®n bobalicona, con ese aire falsamente respetuoso que invita al aburrimiento m¨¢s que a la participaci¨®n cordial. ?Qu¨¦ pintamos aqu¨ª? intenta ir por otros caminos y, para empezar, presenta una espl¨¦ndida iluminaci¨®n, un sentido de la luz y de la forma visual -gracias al soporte cinematogr¨¢fico, por supuesto- bastante desacostumbrado en TVE. Los pintores hablan, claro est¨¢, pero no s¨®lo hablan, sino que pintan, y act¨²an como deben, con el pincel en la mano. No s¨®lo cuentan los problemas de su oficio, sino que se divierten, charlan con los amigos o bailan mientras Francisco Rabal es ¨¦l mismo: canturrea, habla de sus recuerdos de infancia y adolescencia o recita versos- con su voz incomparable, cascada y rota, s¨ª, pero con ese timbre ¨²nico que es capaz de revivir a los cl¨¢sicos y de encontrar el clamor perdido en los textos.Lo m¨¢s atractivo de este espacio es su estructura abierta, el rechazo de las f¨®rmulas habituales para crear una yuxtaposici¨®n atractiva, fi¨¢ndose de la capacidad de los pintores para encantar al personal con su charla y, tambi¨¦n, con la fidelidad artesanal al color de las composiciones y la atenci¨®n continua a la materia que se resiste a dejarse dome?ar. Benito Rabal sabe contar los cuadros y dejar a los artistas la ocasi¨®n para manifestarse, pero conoce, especialmente, la estrategia para capturar la realidad cotidiana y comentar -con humor e iron¨ªa, sin excesos- las manifestaciones pomposas y llenas de vanidad de alg¨²n pintor que otro, para dejar paso al relato inesperado de un escritor.
?Qu¨¦ pintamos aqu¨ª? no se limita a hablar de pintura sino que deja paso a la vida y al pulso de la cotidianidad, lo que es, probablemente, tan importante o m¨¢s que lo primero. Benito Rabal, al frente de un espacio en el que abundan los nombres de algunas dinast¨ªas de la cultura espa?ola -Rabal, Laforet, Cerezales- demuestra que los hijos no tienen por qu¨¦ parecerse a los padres, pero que tampoco deben oponerse a ellos por sistema. El talento no se hereda, en general, pero s¨ª se puede recibir una aut¨¦ntica predisposici¨®n a dejarse mecer por la poes¨ªa, la m¨²sica y la pintura, tres realidades que tienen su asiento, en proporciones diversas, en ?Qu¨¦ pintamos aqu¨ª?
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