?ltimo zarpazo de la fiera
Entre el 1 de noviembre de 1928 y el 21 de enero de 1929 se rodaron en los estudios de la United Artists de Hollywood los 85 minutos que abarcan la decena de secuencias -de la treintena prevista en el gui¨®n- realizadas de La reina Kelly, ¨²ltimo e inacabado filme de Erich von Stroheim.Las dificultades de Stroheim con los productores durante la elaboraci¨®n de sus pel¨ªculas fueron, por fatalidades de su car¨¢cter y por la naturaleza distinta de lo que buscaba en el interior del cine, una permanente batalla campal. Esta lucha lo fue sin cuartel cuando el adversario era Irving Thalberg, un productor no menos exigente, s¨®lo que a la inversa, que Stroheim, pues ped¨ªa rapidez y diafanidad all¨ª donde el cineasta buscaba y rebuscaba, paso a paso y casi a tientas, luz desde sus dominios en la oscuridad.
La reina Kelly
Director y guionista: Erich von Stroheim. Fotograf¨ªa: Gordon Pollock y Paul Ivanov. Banda sonora: Adolf Tandier. Producci¨®n: Swanson y Joseph Kennedy, para United Artists. Norteamericana, 1928-1929. Int¨¦rpretes: Gloria Swanson, Seena Owen, Madge Hunt, Sidney Bracey, Tully Marshall. Estreno en Madrid: cine Rosales.
En este tipo de justas el creador es siempre eI d¨¦bil. El aparato productor de Hollywood ech¨® a Stroheim en 1927 de las n¨®minas de directores en activo. Pero se le dio una ¨²ltima oportunidad. La entonces m¨¢s cotizada estrella de Hollywood, Gloria Swanson, ley¨® un gui¨®n suyo, El pantano, y apoyada por la United Artists gracias a un cheque en blanco del potentado bostoniano Joseph Kennedy, padre de la futura dinast¨ªa de pol¨ªticos, se embarc¨® con la fiera en el rodaje de su fascinante gui¨®n.
El idilio profesional entre la Swanson y Stroheim fue corto. La mimada actriz se encontr¨® con un director que exig¨ªa de ella una disposici¨®n incondicional para rodar a cualquier hora del d¨ªa o de la noche, que cuidaba con minucia exasperante cada detalle y que repet¨ªa una o cien veces una toma hasta que la c¨¢mara le daba lo que ¨¦l exactamente ped¨ªa de ella. Los nervios de la diva comenzaron a flaquear al mismo tiempo que el cheque en blanco de Kennedy a oscurecerse. El rodaje fue interrumpido de pronto, sin previo aviso. La actriz se fue con las latas de negativos filmados, y Stroheim, al exilio perpetu¨®.
Pionero y genio
Este jud¨ªo austr¨ªaco que a los 45 a?os -edad de jubilaci¨®n que lo dice todo- era autor de ocho filmes que componen uno de los cap¨ªtulos m¨¢s hondos de la historia del cine fue al mismo tiempo un pionero y un genio de la madurez de este arte. Encarril¨® -en un devastador esfuerzo personal y profesional originado en las enormes dificultades que le acarreaba ser adelantado a su tiempo- el arsenal expresivo codificado por el cine mudo en la b¨²squeda inconsciente del sonoro. Y si hay razones para considerar a Welles padre del cine moderno, no menos buenas son las que se?alan a Stroheim -y un grupo de visionarios con mejor suerte que ¨¦l, ya que pudieron hacer pel¨ªculas habladas- como su abuelo.
"?Habla, perro!"
Cuentan, y quiz¨¢ sea una leyenda m¨¢s veraz que la verdad, que cuando Miguel ?ngel hizo saltar de un martillazo la ¨²ltima esquirla que se interpon¨ªa entre una roca de m¨¢rmol y su Mois¨¦s, el escultor mir¨® con ira a las barbas de su callada criatura y le grit¨®: "?Habla, perro!". La reina Kelly, como toda la obra de Stroheim, es una premonici¨®n de los m¨¢s altos techos alcanzados por el cine en plena posesi¨®n de su elocuencia, palabra incluida. Hay instantes del filme -del pedazo que qued¨® de ¨¦l- en que literalmente se oye hablar a su silencio y se tiene entonces la tentaci¨®n de pedirle airadamente un ?Habla, perro!" a su mudez.En la carpeta de minucias de la elaboraci¨®n de La reina Kelly hay uno de esos llamados datos -cosa tan usada como muda- que esta vez habla por los codos. En el primer intento de montaje de las escenas rodadas, los encargados de hurgar en los despojos encontraron grabada en nitrato la m¨²sica que Stroheim. hab¨ªa encargado a Adolf Tandler para la pel¨ªcula, y dentro de ella, una serie ins¨®lita de sonidos acompasados con el ritmo del filme, unos para apoyar sucesos captados por la c¨¢mara y otros en off. Era mucho m¨¢s que el habitual acompa?amiento m¨²sica?: una b¨²squeda de sonoridad en el silencio de las im¨¢genes.
La vigencia del inacabado filme es total. Escenas como el encuentro entre el pr¨ªncipe y la novicia o la ceremonia de la muerte-boda con el personaje Vryheid -que deja a Dr¨¢cula reducido a un coco de ni?os- se ven, seis d¨¦cadas despu¨¦s de inventadas, con ojos hechos o¨ªdos: agujeros como pozos sin fondo por los que penetra el cine en oleadas que impiden devolver otra respuesta que no sea el asombro.
Babelia
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