Un rey Midas
Lo importante ahora es preguntarse c¨®mo enfrenta Rudolf Nureyev en este punto de su carrera la en¨¦sima funci¨®n del Apolo. La respuesta est¨¢ en su entrega, poniendo todas sus posibilidades actuales al servicio del espect¨¢culo.?l sabe muy bien que el esplendor, la cumbre, ha pasado ya; entonces inteligentemente se refugia en un ardid leal para con el espectador: su actuaci¨®n. El legendario carisma de que todo lo que toca se convierte en danza se cumple todav¨ªa.
Su t¨¦cnica ha derivado de la espectacularidad gestual hacia la concentraci¨®n, sus posturas son a¨²n de una correcci¨®n ejemplar y donde hubo velocidad ahora hay tenacidad, una reconversi¨®n de la din¨¢mica del movimiento hacia lo puramente art¨ªstico. Madurar con entereza y sobriedad es quiz¨¢ la lecci¨®n magistral de este hombre.
Rudolf Nureyev y el Ballet Teatro Franc¨¦s de Nancy
Los cuatro temperamentos Balanchine / Hindemith; Apolo Musageta, Balanchine / Stravinski; Canciones del compa?ero errante, Bejart Mahler; Sinfon¨ªa en re, Kylian Haydn. Teatro Principal. Valencia, 27 de noviembre.
Su baile en Apolo fue menos brillante que la exigencia del original. La formaci¨®n en el sentimentalismo de la escuela rusa pesa mucho y el personaje precisa un distanciamiento que Nureyev obvia en funci¨®n de su expresividad particular. Sin embargo, Canciones del compa?ero errante tuvo momentos de gran intensidad; el ¨¢nimo pesimista del soliloquio del bailar¨ªn y los amargos contactos con su doble han sido asumidos por Nureyev con credibilidad y una conmovedora honestidad.
Hay que hacer justicia al Ballet de Nancy, una compa?¨ªa comprometida con el mejor repertorio del siglo XX, desarrollando una seria labor de divulgaci¨®n de la vanguardia. Sus bailarines son muy j¨®venes y poseen buena t¨¦cnica, lo que demostraron en su versi¨®n de Los cuatro temperamentos.
Tratado b¨¢sico
Balanchine ha actuado como un bumer¨¢n: su origen ruso, los inicios, con Diagmilev y la pronta partida a EE UU cubren una ruta lineal. hasta que su trabajo art¨ªstico y ¨¦l mismo regresaron a Europa, insuflando un eco de renovaci¨®n que a¨²n es efectivo. Sus ballets son el tratado b¨¢sico, la lectura principal para acercarse a los modos contempor¨¢neos. Sin ¨¦l muchas cosas hubieran sido imposibles. Los bailarines europeos sienten e interpretan estos ballets con un sabor diferenciador de cuando lo hacen americanos. La pretendida vacuidad argumental del neoclasicismo se llena con versiones mucho m¨¢s cerebrales que festivas.Este trazado cierra un c¨ªrculo en la historia reciente de la danza, donde la popularizaci¨®n del legado balanchiniano en Europa cumple incluso una funci¨®n de elevado didactismo, en el que la compa?¨ªa de Nancy tiene actualmente un destacado papel. ,
La funci¨®n termin¨® con la coreograf¨ªa de Kylian, un trabajo humor¨ªstico que exige gran entrenamiento y rapidez, con referencias ir¨®nicas a los coros de los grandes ballets de repertorio (Lago, Giselle, Raymonda) y lleno de situaciones que se resuelven con una m¨ªmica juvenil y descriptiva. A pesar de su ligereza, esta pieza no est¨¢ totalmente conseguida, es demasiado larga y reiterativa, aunque el p¨²blico la recibi¨® con mucho entusiasmo.
Miniatura de Bejart
La participaci¨®n de las solistas de esta formaci¨®n en el Apolo Musageta fue correcta, destac¨¢ndose la l¨ªnea de Alexandra Wells como Caiope. Gilles Reichert realiz¨® la labor m¨¢s ardua de la noche, ser el partenaire de Nureyev en la miniatura de Maurice Bejart. Su misi¨®n era doblemente comprometida y con una digna discreci¨®n supo dibujar el enigm¨¢tico personaje conciencia-compa?ero, a sabiendas de que todos los ojos no iban sobre ¨¦l, sino sobre su oponente esc¨¦nico.
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