Braudel y la escuela de los 'Annales'
Entre las m¨²ltiples facetas de la personalidad historiogr¨¢fica de Fernand Braudel destaca, sin duda, su condici¨®n de director de la c¨¦lebre revista de Annales. Economies, Societ¨¦s, Civilizations durante muchos a?os y mentor fundamental de lo que se conoce -con raz¨®n o sin ella- como la escuela de los Annales. La revista fue fundada por Lucien Febvre y Marc Bloch en 1929, pero ser¨¢ bajo la direcci¨®n de Braudel desde 1946 cuando adquiera unas se?as de identidad plenamente definidas que la han caracterizado hasta los ¨²ltimos a?os en que las cr¨ªticas recibidas desde muy dispares procedencias (del ¨¢mbito marxista como las de J. Fontana o M. Cedronio a su propio seno como las de T. Stoianovitch) han propiciado una patente p¨¦rdida de rumbo que los esfuerzos recuperadores de A. Burgui¨¦re o J. Revel no han conseguido resolver.Ciertamente, hoy resulta relativamente f¨¢cil la cr¨ªtica de la escuela de los Annales que Braudel aglutin¨® bajo su patronazgo, de modo directo hasta 1968 y de manera indirecta hasta el mismo momento de su muerte sobrevenida, dicho sea de paso, en plena beligerancia intelectual. Se le reprocha con raz¨®n a esta escuela, la pobreza de bagaje te¨®rico sustituido por un casi enfermizo s¨ªndrome de sofisticaci¨®n metodol¨®gica muchas veces est¨¦ril, una incoherencia tem¨¢tica en el objeto hist¨®rico abarcado, un fr¨ªvolo diletantismo a la caza y captura de la ¨²ltima moda ofertada en el mercado historiogr¨¢fico, que ha hecho a la presunta escuela de los Annales deslizarse en un tobog¨¢n ininterrumpido del fetichismo cuantitativista al morbo de la historia de las mentalidades pasando por el m¨¢s espeso estructuralismo, por referirme s¨®lo a las m¨¢s significativas corrientes de opini¨®n de las que Annales ha sido difusora.
La 'nouvelle histoire'
La trascendencia innovadora de los Annales, con todas las matizaciones correctoras que se quiera, fue, sin embargo, un hecho dif¨ªcilmente contestable. La reivindicaci¨®n de una historia anal¨ªtica de car¨¢cter fundamentalmente socio-econ¨®mico frente a la vieja e in¨²til historia positivista de hechos y relatos, la superaci¨®n del viejo mito de la neutralidad o imparcialidad del historiador, la defensa de la interdisciplinariedad, la ambici¨®n heur¨ªstica insaciable que se desarroll¨® mucho m¨¢s all¨¢ de los meros documentos -la ¨²nica fuente reconocida por el positivismo-, pero, sobre todo, la asignaci¨®n a la funci¨®n del historiador de responsabilidades mucho mas trascendentes que la estrictamente entretenedora de la vieja historia tradicional, tales como la comprensi¨®n total del mundo y el servicio al progreso de la humanidad, son aspectos que si no son inventados por la escuela de los Annales, s¨ª fueron por ella promovidos y plenamente legitimados por la autoridad cient¨ªfica de Braudel.
La ley de rendimientos decrecientes que se ha dejado sentir, sobre todo, en el ¨¢mbito de la historia coyuntural de precios, salarios, rentas y dem¨¢s variables econ¨®micas, las exigencias creadas por nuevos mercados historiogr¨¢ficos que han destrozado los l¨ªmites euroc¨¦ntricos en los que naci¨® y vivi¨® la escuela de los Annales, el evidente fracaso de modelos estructurales como el malthusiano o el mercantilista, puesto de relieve por historiadores como Brenner... han generado el desmigajamiento incontrolable de la escuela braudeliana de los Annales, hoy denominada tercera generaci¨®n de los Annales, que vive un aut¨¦ntico caos parcelario, lejos, muy lejos de la pretendida unidad de criterios conceptuales de lo que pomposamente se denomin¨®, con esa tan caracter¨ªstica propensi¨®n narcisista autobautismal de los franceses, como la nouvelle histoire.
Pero quiz¨¢ la raz¨®n final de la situaci¨®n que vive hoy Annales venga determinada por una serie de problemas irresolutos, algunos de los cuales son responsabilidad de determinados planteamientos del maestro Braudel, loables en principio pero de resultados absolutamente frustrantes. El primero de ellos es, sin duda, la ingenuidad totalizadora que le hizo a Braudel ensayar infructuosos artefactos metodol¨®gicos, intentando conjugar tiempos largos, cortos y fugaces con espacios pluridimensionales y creando jerarqu¨ªas ternarias a la busca de un orden perdido en la selva v¨ªrgen de los hechos hist¨®ricos. El segundo es el eclecticismo, la te¨®rica apertura a todas las corrientes ideol¨®gicas y metodol¨®gicas en un sano ejercicio de liberalismo intelectual que, sin embargo, ha acabado degenerando en una glosa incondicional del capitalismo, de que es el mejor testimonio su ¨²ltimo libro publicado en Espa?a: La din¨¢mica del capitalismo (Alianza Editorial).
El tercero, por ¨²ltimo, es la encomiable voluntad universalista que le hizo ser espectador insaciable de la diversidad multiforme de civilizaciones y culturas como revelan libros suyos tan conocidos como Las civilizaciones actuales o su magna obra casi testamento en tres vol¨²menes: Civilizaci¨®n material, econom¨ªa y capitalismo.
En ese infatigable recorrido por la pluralidad cultural, Braudel fue, desde luego, un l¨²cido observador y un curioso y sagaz comparador, abierto a todo lo ex¨®tico y marginal, pero acab¨® perdi¨¦ndose en la insondable espesura metaf¨ªsica de la econom¨ªa mundo, t¨¦rmino acu?ado, por cierto, por su disc¨ªpulo Wallerstein, o aparcando cansado al final en el c¨®modo refugio del nacionalismo franc¨¦s -preparaba en los ¨²ltimos a?os una nueva Historia de Francia-, posiblemente convencido de que, al fin y al cabo, el ombligo de la civilizaci¨®n occidental -de cuya incontestable hegemon¨ªa nunca dud¨®- est¨¢ y deber¨ªa seguir estando en Francia y en Par¨ªs, para ser m¨¢s exactos.
Babelia
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