La carta de Dubceck
EL PERI?DICO romano Unit¨¢, ¨®rgano del Partido Comunista Italiano, ha publicado recientemente una carta de Alexander Dubceck, Secretario General del Partido Comunista de Checoslovaquia en la etapa de la primavera de Praga y l¨ªder, en 1968, del esfuerzo por dar al socialismo un "rostro humano". Esa carta, que ha causado impresi¨®n en amplios c¨ªrculos internacionales, rompe un silencio que se ha prolongado durante m¨¢s de quince a?os. Cuando en agosto de 1968 las tropas sovi¨¦ticas invadieron Checoslovaquia, Dubceck y varios de sus compa?eros fueron detenidos y trasladados a la URSS. Como consecuencia de ello, se produjo un amplia reacci¨®n popular, en Praga y en otras ciudades, que oblig¨® a los sovi¨¦ticos a negociar y concluir un "protocolo" con los prisioneros. No obstante, desde ese momento se puso en marcha un proceso sistem¨¢tico de eliminaci¨®n de los dirigentes de la primavera de Praga, con la excepci¨®n de aquellos que, como Husak, actual presidente de la Rep¨²blica, se pusieron al servicio de los ocupantes. Dubceck no quiso emigrar. Ha estado trabajando durante muchos a?os como empleado de la administraci¨®n forestal de Bratislava, sometido a una permanente vigilancia polic¨ªaca y bajo la prohibici¨®n de aparecer en p¨²blico, sobre todo despu¨¦s de que su presencia en un campo de f¨²tbol diese lugar a manifestaciones de simpat¨ªa. La raz¨®n de ser de la carta de Dubceck es desmentir las declaraciones en Der Spiegel de Vasil Bilak, uno de los m¨¢ximos dirigentes checoslovacos hoy, en las que se dice que en 1968 se estaba preparando en Checoslovaquia un compl¨® contrarrevolucionario, que justificar¨ªa la entrada de las tropas sovi¨¦ticas. En realidad, esta tesis de no es nueva. De hecho, ha sido asiduamente empleada por los servicios de propaganda de la URSS y reiteradamente desmentida, en la prensa y en libros, por numerosos participantes en los acontecimientos de aquella ¨¦poca. El inter¨¦s de la carta de Dubceck en el plano hist¨®rico es pues escaso. Pero suscita une pregunta: ?por qu¨¦, precisamente ahora, Dubceck, el silencioso, se ha decidido a tomar la pluma? Pregunta que obliga a reflexionar sobre algunos de los problemas que surgen, en la actual coyuntura, en los pa¨ªses del Este.
Checoslovaquia, por las causas hist¨®ricas mencionadas, ofrece quiz¨¢ el caso m¨¢s radical de ruptura, entre el gobierno, la cumbre del partido dominante y del Estado, y la sociedad. Esa cumbre se ha constituido sobre la base de la aceptaci¨®n de una intervenci¨®n extranjera para poner t¨¦rmino a lo que, en 1968, era un profundo movimiento de renovaci¨®n con unas ra¨ªces populares ampl¨ªsimas. El caso de Vasil Bilak es, en este sentido, paradigm¨¢tico. El fue uno de los pocos dirigentes que pidi¨® la invasi¨®n sovi¨¦tica y la apoy¨® en todo momento. Desde entonces ha ocupado lo que podr¨ªa ser considerado un cargo de m¨¢ximo inquisidor del r¨¦gimen. Ha sido protagonista de una llamada "normalizaci¨®n", equivalente a una persistente y silenciosa represi¨®n de los disidentes. Cientos de miles de personas han perdido su trabajo profesional y muchos de los principales valores culturales y humanos de Checoslovaquia han sufrido per¨ªodos de carcel m¨¢s o menos largos. Por a?adidura, Bilak ha intentado llevar su "vigilancia" al plano internacional, condenando el revisionismo en ciertas actitudes de los comunistas h¨²ngaros o polacos.
Ha pasado mucho tiempo desde 1968 y el recuerdo de los hechos de entonces, de sus figuras, se ha difuminado en gran parte de la sociedad checoslovaca. Sin embargo, existen n¨²cleos activos, como Carta 77, que mantienen vivo el ideal de la libertad y de la independencia o la causa de los derechos humanos, a pesar de encarcelamientos y persecuciones. Sus contactos y su influencia, incluso en el plano internacional, son importantes. En la emigraci¨®n prosiguen una labor pol¨ªtica y te¨®rica figuras de la experiencia checoslovaca de 1968, como Mylnar, antiguo compa?ero de estudios de Gorbachov en Mosc¨², y cuyos art¨ªculos han ayudado a la opini¨®n mundial a conocer mejor la personalidad del nuevo dirigente sovi¨¦tico.
En el fondo, la carta de Dubceck sirve sobre todo para recordar la gravedad de una serie de problemas que siguen pendientes en el Este de Europa. El caso de Checoslovaquia tiene sus rasgos espec¨ªficos; no existe, como en Polonia, esa correa de transmisi¨®n entre oposici¨®n y poder que representa la Iglesia. Pero la carencia de comunicaci¨®n entre la sociedad y los equipos gobernantes es una situaci¨®n que no puede prolongarse indefinidamente sin riesgo. Los quislings, como Bilak, tienen cierta eficacia durante un per¨ªodo; sirven para operaciones pol¨ªticas cortas, pero no pueden ser base de una estabilidad real. Es un problema que, en un plazo m¨¢s o menos largo, la nueva direcci¨®n sovi¨¦tica necesitar¨¢ abordar. La carta de Dubceck, con esa timidez y discreci¨®n que le caracteriza, ayuda a recordar que existen problemas pendientes en el Este en las que toda Europa debe estar interesada.
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