30 / Los articulistas
El art¨ªculo, claro, es el solo de viol¨ªn del periodismo. Esto queda bonito de decir, pero queda m¨¢s bonito y m¨¢s pr¨¢ctico decir que el art¨ªculo es el soneto del periodismo. Es m¨¢s exacto por cuanto hay mucho parecido, muchos parecidos, entre ambos g¨¦neros: concisi¨®n, medida, precisi¨®n, lenguaje, s¨ªntesis, belleza formal y r¨²brica poderosa. No hay g¨¦neros mayores ni menores, a ver, de modo que hoy sigue conmovi¨¦ndonos m¨¢s cualquier art¨ªculo de Larra que todos los poemas de los Argensola, por ejemplo. El art¨ªculo se distingue de la cr¨®nica en que ¨¦sta, como su nombre indica, se debe al tiempo, informa sobre el tiempo, mientras que el art¨ªculo es / era m¨¢s intemporal. Finalmente, se ha impuesto el anglicismo columna, que es un g¨¦nero que tiene, del viejo art¨ªculo, el subjetivismo, y de la eterna cr¨®nica period¨ªstica, la periodicidad propiamente dicha: diaria, semanal, etc¨¦tera. Despu¨¦s de este proemio o atrio, elemental y ocioso, viene otro: quiero decir aqu¨ª que este follet¨ªn / follet¨®n ha llegado a los 40 / 40 y, por tanto, no voy a tratar de si el 98 y Ortega hicieron o no hicieron articulismo en los peri¨®dicos (obvio que lo hicieron), pero ni siquiera de si lo hicieron en los libros, tema ¨¦ste m¨¢s interesante y menos estudiado, y que no es exactamente el de la recopilaci¨®n de textos de peri¨®dico, sino el ir desarrollando un libro mediante cap¨ªtulos que m¨¢s bien son "art¨ªculos de peri¨®dico", lo cual tiene su precedente ilustre, como casi toda la modernidad, en el poema en prosa de Baudelaire. Y aqu¨ª quer¨ªa yo verte. Hemos titulado esta entrega "Los articulistas". El cronista cumple una funci¨®n, y el columnista, ya se ha visto, otra (no lejana de la del autor de comics).El articulismo que floreci¨® en los 40 / 40, ¨¦poca en que esta serie se encuentra enfangada (y lo digo porque hubo mucho fango), es hijo directo del poema en prosa baudeleriano, que tuvo herederos directos en Lautreamont y Francis Ponge. Eugenio d'Ors, S¨¢nchez Mazas, Gonz¨¢lea Ruano, Mourlane-Michelena, Eugenio Montes, Fox¨¢, Pem¨¢n son quiz¨¢ los siete magn¨ªficos del articulismo de postguerra.
S¨®lo por este reflorecimiento del art¨ªculo podr¨ªa negarse que los primeros cuarenta, y hasta los segundos y terceros, fueron una tierra bald¨ªa donde s¨®lo Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde, mi entra?able, traduc¨ªa a Eliot. Porque hay que distinguir el articulismo de postguerra del de antes de la guerra -Azor¨ªn, Unamuno, Ortega, sobre todo-, en que aquello eran miniensayos de escritores que acud¨ªan al peri¨®dico (como en Francia) por ganarse la vida o por difundir m¨¢s y m¨¢s urgentemente sus ideas. En los cuarenta, no. En los cuarenta, aquellos grandes articulistas (ahora me s¨¢le V¨ªctor de la Serna, eran s¨®lo o vocacionalmente articulistas. Est¨¢n m¨¢s cerca de Baudelaire que sus predecesores, de Baudelaire y del poema en prosa. Son, algunos, escritores sin apenas obra en libro -Montes, Mourlane-, pese a su gran cultura, real o fingida, porque parece que S¨¢nchez-Mazas le dijo una vez a Mourlane:
-Con el trabajo que le cuesta a usted fingir una cultrua que no tiene, podr¨ªa haberse hecho una cultura de verdad.
Estudiando este fen¨®meno, lo he calificado alguna vez de se?oritismo (me dec¨ªa Mihura que el art¨ªculo es el g¨¦nero que no compromete a nada), calificaci¨®n que me devolv¨ªa hace poco Andr¨¦s Trapiello, olvidando que era m¨ªa.
Dentro de la edad de plata falangista del articulismo de postguerra, distingamos las voces de los ecos, deteni¨¦ndonos machadianamente. Eugenio d'Ors, maestro indiscutible de un periodismo cultural y cotidiano de toda una vida (es tambi¨¦n el caso de otro catal¨¢n, Pla), tiene como disc¨ªpulos claros a don Pedro Mourlane-Michelena, que mimetizaba a D'Ors incluso en la presencia, en la voz (no en el laconismo, por desgracia) y a Eugenio Montes. Pem¨¢n parece a veces, vagamente, un Ortega del casino de C¨¢diz, o de Jerez, suponiendo que en Jerez haya casino, que seguro que s¨ª. Un Ortega clerical que ha sustituido naturalmente el desplante madrile?o de Ortega por la coila marinera de Andaluc¨ªa.
V¨ªctor de la Serna pertenece a una? literatura brava que pudiera emparentarse lejanamente, estil¨ªsticamente, con la del Garc¨ªa Serrano de sus buenos tiempos, cuando estaba m¨¢s calmado. Rafael S¨¢nchez-Mazas va por libre con su inmensa cultura y Fox¨¢, por cubano o as¨ª, viene un poco del barroquismo antillanito pasado por Valle-Incl¨¢n y el modernismo madrile?o. C¨¦sar Gonz¨¢lez-Ruano es el m¨¢s inmediato al poema en prosa de Baudelaire (escribi¨®, como es sabido, un miniado y documentado Baudelaire, en su juventud), por el pulso l¨ªrico y arr¨ªtmico, aunque tan ritmado y rimado, de sus miles de art¨ªculos. Yo les he llamado alguna vez "escrito res sin g¨¦nero". Esto no es peyorativo. Se corresponde, m¨¢s o menos, con lo que los franceses llaman "un hombre de letras". O, como dir¨ªa Xenius con mucha m¨¢s gracia que los franceses, "un especialista en ideas generales". Hicieron la novela, la poes¨ªa, el ensayo el teatro-, todo, pero si por algo han quedado -si es que han quedado- es por el articulismo. En cuanto a lo de que no hicieron libros, tengo delante El discurso de las Armas y las Letras, de Mourlane-Michelena, dedicado, por cierto, "Al excelente tip¨®grafo don Epifanio de Achaga, como prueba de amistad a atta. estima, de F Garmendia". Hay gente que dedi ca los libros que no ha escrito. ?Qu¨¦ es lo que nos dedican: el precio del ejemplar? Este Garmendia por cierto, ten¨ªa una letra redicha de perito mercantil ilustrado. De bajo, por no s¨¦ qu¨¦ azares del des tino de los libros viejos (que siempre tienen una novela propia, ade m¨¢s de la que cuentan), aparece la firma de don Pedro, el autor, en le tra seca y personal, inconfundible letra de escritor. Lo habitual, en la picaresca librera, suele ser lo contrario: bajo la dedicatoria del autor a una personalidad, aparece la dedicatoria zul¨² de un particular frecuentador de la Cuesta de Moyano a Pepita. El libro es bell¨ªsimamente sencillo, y est¨¢ editado en Bilbao, por la Biblioteca de Amigos del Par¨ªs, en 1915 (Mourlane, ya era imperialista en 1915). Por el pie de imprenta me entero de que el tan Garmendia (y Viciola) es el impresor, de modo que alg¨²n derecho ten¨ªa el hombre a firmar en la primera p¨¢gina de cortes¨ªa.
El libro va dedicado, de imprenta, "A Rafael Picavea, con la amistad del autor". ?Era este Picavea descendiente de don Mat¨ªas, el famoso arbitrista? En plena Grand Guerre, don Pedro se debate entre Alemania y Francia. De Rafael S¨¢nchez-Mazas, aparte sus libros m¨¢s conocidos, tengo ahora delante Rosa Kr¨¹ger, ordenad¨ªsimo y desordenado esquema de novela novela en s¨ª misma, que S¨¢nchez-Mazas escribi¨® durante la guerra civil, refugiado en la Embajada de Chile, trabajando por el d¨ªa y leyendo por la noche, en la tertulia de sobrecena, lo escrito durante la jornada. Liliana Ferlosio le pone un pr¨®logo. Edita Trieste, de Madrid. Est¨¢ hecho en Torrej¨®n. Es el mejor libro de este grande, despectivo y cult1simo escritor, y Rosa Kr¨¹ger es, inevitablemene, la encarnaci¨®n adolescente de Alemania, exaltada por encima de Espa?a o Italia, siquiera en forma de mujeres. El texto es asombroso de castellano y sabidur¨ªa, aunque la pr¨®tesis novelesca no lo sea tanto. Pero en la pr¨®tesis no creen ya ni los dentistas. Nadie, salvo algunos peritos industriales que redactan. Del mismo autor, rehojeo ahora Las aguas de Arbeloa y otras cuestiones (relatos), que es libro m¨¢s miscel¨¢neo, pero asimismo bell¨ªsimo. Eugenio Montes, acad¨¦mico, publica El viajero y su sombra en Madrid, Cultura Espa?ola, MCMXL. Son cr¨®nicas viajeras por Europa, como el t¨ªtulo indica, y el ejemplar val¨ªa 10 pesetas. Bell¨ªsimo y reaccionario. Bell¨ªsimamente reaccionario. V¨ªctor de la Serna hizo a su aire una prosa violenta, bella y viajera.- Todos ello hicieron poca obra en libro, no siempre buena, y aqu¨ª nos ¨ªnteresan, sobre todo, como articulistas. Ruano no es que no hicera libros. Hizo m¨¢s de cien. Pero hoy s¨®lo nos interesan sus memorias y diarios ¨ªntimos, sus entrevistas, el Baudelaire, y las colecciones de art¨ªculos. Hizo poes¨ªa hasta la muerte, pero dej¨® de publicar hacia los cuarenta o cincuenta. No es que fuese malo, corno poeta, sino inestable. Pasaba de Vicente Huidobro a Garcilaso con toda tranquilidad. "Facilidad, mala novia" (JRJ). Supongo que se refiere Juan Ram¨®n a la facilidad derrochada, porque ¨¦l tambi¨¦n fue un poeta -y prosista- f¨¢cil, y correg¨ªa tanto para corregir eso, olvidando su propia m¨¢xima: "No le toques ya m¨¢s, / que as¨ª es la rosa". Y no nola toques, y no por problema de la¨ªsmo / le¨ªsmo, como creen los viejos / j¨®venes prefascistas, sino porque estos dos versos se titulan El poema, o sea que el sujeto es masculino.
Trataremos, finalmente, de explicar la florescencia del articulismo en aquellos peri¨®dicos:
- Los art¨ªculos y editoriales pol¨ªticos son siempre peligrosos. Aunque sean a favor. Sobre todo los que son a favor.
- Falta de original, por el aislamiento espa?ol, y falta de p¨¢ginas por el precio del papel y la escasez de la publicidad. (La manera barata de llenar un peri¨®dico vac¨ªo es meter mucha literatura, aunque sea ilegible: pasa todos los veranos; el verano siempre tiene algo hortera y en camiseta de verano de los 40).
-Se?oritismo.
El primer enunciado se explica solo. El segundo lo hemos explicado sobre la marcha. El tercero, "se?oritismo", viene a querer sugerir que aquellos intelectuales a quienes les hab¨ªan ganado una guerra no ten¨ªan la mentalidad simplista que exige un dictador militar, y entonces se refugiaron en la cultura y el trirreme. Es una huida del presente. Es el recurso a la Historia, siempre maleable (en todos los sentidos de la palabra). S¨®lo Ruano, por menos culto y m¨¢s vital, hace la cr¨®nica temblorosa y subjetiva de la vida, el baudeleriano poema en prosa, durante 30 a?os, y claro, es el que m¨¢s llega. Entre los discursos de Franco y el art¨ªculo del trirreme, el lector de peri¨®dicos se queda con la glosa de la portera o de la puta asesinada, que a fin de cuentas es la vida. Por eso eligieron a Ruano. Si Ruano, mon¨¢rquico liberal, no se proclama tal cosa con motivo de su "Mariano de Cavia", hubiera quedado como el Larra del siglo XX. Pero, ya digo, eran se?oritos.
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