El hombre que reinvent¨® la historia
Braudel ha unido su destino de historiador a un espacio: el Mediterr¨¢neo. Su tierra fue un mar. Desde que escribi¨® su tesis en 11946 no ha dejado de recorrer con grandes zancadas este espacio marino: las civilizaciones, la geograf¨ªa, la historia y su siglo: el XVI.Espa?a, donde estudi¨® y residi¨® durante largo tiempo; Italia, Venecia la seren¨ªsima, Florencia, le eran tan familiares como la Maison des Sciences de I'Homme, fundada en Par¨ªs.
Ha sido el ¨²nico historiador que cruz¨® las fronteras, y no s¨®lo las de Europa, sino tambi¨¦n las del Atl¨¢ntico, haci¨¦ndose c¨¦lebre en Am¨¦rica Latina, donde estudi¨® durante a?os; y en Estados Unidos ser¨¢ considerado el mayor historiador vivo.
Mientras escribo recuerdo de ¨¦l las ¨²ltimas conversaciones, entre referencias doctas y una especie de alegr¨ªa, de humor incisivo.
Me resultaba milagrosamente joven en un mundo cada vez m¨¢s esc¨¦ptico; y su pasi¨®n por Europa, su invocaci¨®n para la unidad europea, ¨²nico basti¨®n en el que se puede sobrevivir frente a la disgregaci¨®n y la rivalidad de los dos grandes.
Hablaba de los Estados Unidos de Europa, es cierto, de manera cada vez m¨¢s esc¨¦ptica, ante el imperio de las grandes burocracias. "La Europa de las patrias es una pu?alada en su espalda", "Europa debe ser la de los pueblos". Me estimulaba a que yo incitase a las instituciones europeas para crear nuevos acuerdos entre los Estados, para universidades abiertas a los j¨®venes; 100 universidades europeas adem¨¢s de las de Florencia.
"Hay mil cosas que hacer. Un d¨ªa, una orden religiosa que posee tierras en las islas Tr¨¦miti vino a verme. Conozco las Tr¨¦miti, dos o tres islas magn¨ªficas que anta?o fueron lugar de deportaci¨®n; y ahora hay un servicio a¨¦reo entre Mil¨¢n y las Tr¨¦miti. Dije a los representantes de la orden: 'Pero cread en ellas una universidad europea. Se pone a los profesores en la isla peque?a y a los alumnos en la grande...". Y se re¨ªa alegremente, como si hubiese hecho una travesura a los austeros profesores...
En esto, en junio de 1985, fue elegido acad¨¦mico de Francia. La Sorbona hab¨ªa abierto para la ocasi¨®n su gran sal¨®n, para dar una recepci¨®n de elegancia antigua y absoluta. Braudel, en su traje negro de acad¨¦mico, con bordados de flores doradas de acanto, parec¨ªa haber rejuvenecido 20 a?os, con su cabello blanco muy corto. Mientras admira el espad¨ªn de acad¨¦mico que Braudel lleva al costado, las piedras preciosas delicadamente incrustadas en la empu?adura, me cuenta que se lo ha regalado la ciudad de Prato (en Toscana, Italia) -"es obra de los orfebres florentinos"- para agradecerle su idea de una historia de Prato en cuatro vol¨²menes: contra la historia ef¨ªmera, es la historia de larga duraci¨®n. Era un hombre de acci¨®n que llevaba a buen fin las batallas en las que cre¨ªa; un luchador.
Hab¨ªa sufrido enemistades, ingratitudes, y como siempre sucede, de aquellos a quienes hab¨ªa ayudado m¨¢s.
Yo iba a verlo a la Maison des Sciences de I'Homme, en un despacho aislado, al final de un pasillo, donde estaba sentado en una mesa sin papeles; all¨ª los lunes recib¨ªa a los visitantes. Parec¨ªa un le¨®n enjaulado. Y le divert¨ªa todo aquello que desbarataba a las instituciones solemnes, desde las reuniones en la Sorbona a las de los ministerios. Sol¨ªa comentar: "Sabe usted, ahora me invitan cada vez menos". Lo que le gustaba de m¨ª era ese desorden que por mi parte yo aportaba a las morigeradas organizaciones europeas, preparando el congreso sobre El espacio cultural europeo en el coraz¨®n de la nueva Espa?a, dentro de la so?olienta situaci¨®n pol¨ªtica europea.
Me hablaba de Felipe II, del Mediterr¨¢neo, de la geograf¨ªa; pero tambi¨¦n del mar, de la fuerza motriz de los r¨ªos, de la historia infernal y paradisiaca de Europa, y todo se transformaba en sus palabras en personajes. En protagonistas de esa historia de los acontecimientos casi inm¨®vil; la historia profunda sobre la que, entre eternos retornos, flotaba fr¨¢gil nuestra vida, "tan r¨¢pida como una cerilla que se enciende y se apaga".
El placer del texto
El gran jefe de la historia y de las ciencias humanas era ¨¦l en Francia. Para ¨¦l la historia no podr¨ªa haber avanzado sin celebrar sus bodas ileg¨ªtimas con todas las ciencias y las disciplinas, las lejanas y las del futuro. El genio de este hombre, de vida discreta y apartada, har¨¢ menos ruido que el de un Sartre, cuyas biograf¨ªas, todav¨ªa con la tinta fresca, regurgitan filosof¨ªa y libertinismo. Y lo digo sin moralismo de ning¨²n tipo. Pero se seguir¨¢ leyendo a Braudel dentro de 100 a?os como se lee a Tocqueville, a Michelet o a Gibbon.
El placer del texto hist¨®rico, la escritura elegante, los tenemos dentro de sus densos libros de hombre de ciencia. Una especie de ¨¦xtasis condiciona al lector, que ya no volver¨¢ a pasear por Venecia, por Sevilla o por Florencia como antes. El m¨¦todo de Braudel le permitir¨¢ comprender siempre que la Toledo pintada por El Greco pertenece al mismo universo que las m¨¢scaras de oro de las tumbas de Micenas y que la voluptuosidad de Tiziano es tambi¨¦n la de los mosaicos de Santa Sof¨ªa.
De Venecia, "ciudad de larga duraci¨®n" -una aristocracia de 40 familias ocupa el poder durante 400 a?os-, dec¨ªa, como arrebatado: "Nosotros envejecemos, mientras que nada en ella ha osado moverse". Luego pasaba a otro tema, pues era un epic¨²reo del gusto: "?Conoce el Amarone? Es el mejor vino italiano; viene de Sicilia...". O bien: "Desear¨ªa volver al menos una vez a la galer¨ªa Pitti, pero sin gent¨ªo. Aunque ?cree usted que me lo conceder¨ªan?".
Por tel¨¦fono, cuando volv¨ª de Madrid, le cont¨¦ c¨®mo hab¨ªa ido el congreso, con el habitual entusiasmo. Me ech¨® un poco de agua fr¨ªa encima, pero a?adi¨®: "Bueno, estoy de acuerdo con el compromiso a que se lleg¨® en Madrid respecto de una historia de Europa que se publique simult¨¢neamente en todos los pa¨ªses de Europa, y sobre todo un manual para difundir entre los j¨®venes en los centros de ense?anza. La esperar¨¦ a finales de enero en la Maison des Sciences de I'Homme. Ya sabe usted que yo, modestamente, soy su administrador".
Aunque ahora la cita ha quedado en nada, s¨¦ que Braudel, el hombre que reinvent¨® la historia, estar¨¢ siempre all¨ª, en el tiempo, para recibirnos.
Babelia
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