Spencer Jekyll contra Tracy Hyde
El nombre de Victor Fleming es un broche de oro en algunos brillantes cap¨ªtulos de la historia de la mitolog¨ªa hollywoodense. Por ejemplo, despu¨¦s del cartelito de directed by Victor Fleming, Gary Cooper comenz¨® a repartir en las pantallas del mundo su leyenda de El virginiano en 1929; 10 a?os despu¨¦s, en 1939, Glark Gable y Vivien Leigh iniciaron tras de ese cartelito sus tormentosas peleas de Lo que el viento se llev¨®.Wallace Beery y Jackie Cooper se embarcaron conducidos por Fleming hacia los mares del Sur en busca de La isla del tesoro en 1934; Freddy Bartholomew y Spencer Tracy iniciaron orientados por ¨¦l su amorosa escalada hacia el inconsolable llanto final de Capitanes intr¨¦pidos en 1937; Judy Garland, mecida por el ojo de un hurac¨¢n, corri¨® con sus chapines rojos sobre un camino de losas amarillas en busca de El mago de Oz en 1938, y Spencer Tracy y John Garfield vagabundearon en las entra?as sentimentales de la California de La vida es as¨ª en 1942.
El nombre de Spencer Tracy ha aparecido ya en dos ocasiones dentro de este disperso picoteo sobre algunas de las joyas de la noble magia cinematogr¨¢fica de Victor Fleming. Aparece tambi¨¦n su nombre en una tercera joya, que TVE emite esta noche: su olvidada y sin embargo inolvidable versi¨®n bajo el talism¨¢n de directed by Victor Fleming, del tremendo doble personaje de El extra?o caso de doctor Jekyll, realizada en 1941.
El autor de esta novela, Robert L. Stevenson, le fue propicio a Victor Fleming, pues no es aventurado decir que sus pel¨ªculas m¨¢s redondas y m¨¢s personales fueron precisamente la adaptaci¨®n de este relato y de la citada La isla del tesoro. Dos alardes de transparencia e intensidad, de imaginaci¨®n y exactitud, que destruyen la mala leyenda de que este cineasta fue un buen y obedecedor artesano a sueldo de la Metro Goldwyn Mayer. Esto es cierto, pero cuando Fleming estuvo en el disparadero de ser otra cosa, lo fue.
Gesto y genio
El extra?o caso del doctor Jekyll es una pel¨ªcula interesante, muy bien hecha. De ella se recuerda sobre todo una fascinante presencia: la de Spencer Tracy, uno de los grandes del cine, que en este filme realiz¨® una aventura introspectiva dificil¨ªsima y deslumbrante.La ret¨®rica gestual -a la que el personaje se presta- de consumados int¨¦rpretes del exceso como John Barrymore, Jack Palance, Christopher Lee, Lon Chaney, Conrad Veidt, Fredric March y Jean-Louis Barrault, que encarnaron, algunos con gran brillantez, a Jekyll-Hyde, se repliega hacia la coraza del buen oficio histri¨®nico comparada con el suave talento que Tracy desliz¨®, por cauces de mayor mesura pero con trastienda formal m¨¢s arriesgada, en su magistral -por sobria, y es en su austeridad donde hay que buscar la clave de su superioridad- composici¨®n del mismo personaje.
La larga vida profesional de Tracy fue un milagro de variedad y, simult¨¢neamente, de continuidad en su manera de enfocar y desarrollar sus personajes. Se le quiso encajonar en las feroces simplificaciones del star system y concederle el confortable rinc¨®n destinado a las estrellas bondadosas, con personajes que se adaptaban a la superficie de su fotogenia: pose¨ªa Tracy un rostro que provocaba un profundo sentimiento de amistad y pretendieron encerrarlo en lo que s¨®lo era una entre sus muchas posibilidades expresivas.
Tracy, es cierto, irradiaba a su alrededor una suave sensaci¨®n de confianza. Pero algo, y en concreto algo inquietante, se escapaba a veces de ¨¦l y produc¨ªa en el espectador una especie de sobresalto retardado: cuando cre¨ªamos haber cazado al personaje, de repente descubr¨ªamos que, en un momento inconcreto, ¨¦ste se nos hab¨ªa escurrido de entre las agarraderas de la memoria y era ya el apunte de otro. Ah¨ª anid¨® el genio interpretativo de Tracy: era capaz de lo m¨¢s dif¨ªcil, que es representar seres humanos en estado de permanente mutaci¨®n interior, incapturables como toda fluencia.
Signos inquietantes
Tracy situaba la zona de escape de estos signos inquietantes que romp¨ªan la orientaci¨®n del espectador en un curioso choque entre la serena quietud de su mirada y la crispada movilidad de la parte de su cara que rodeaba a sus ojos, exactamente al rev¨¦s de lo que ocurre en los int¨¦rpretes convencionales. Y de ah¨ª proced¨ªa su legendaria rapidez para hacer transiciones invisibles, dificil¨ªsimas de capturar en el momento de producirse. Pod¨ªa Tracy pasar en un instante infinitesimal, que se escurr¨ªa como viento entre los dientes de nuestra retentiva, de lo apacible a lo violento, de la pasi¨®n a la acci¨®n e incluso a la agresi¨®n, del repliegue a la expansi¨®n.
Talento de actor
Tracy, por esta su poderosa ambivalencia, pulveriz¨® las casillas e impuso, como ning¨²n otro en la historia de Hollywood, su talento de actor por encima de su gancho de estrella. Su asombrosa capacidad para representar estados de duplicidad an¨ªmica (baste recordar que una de sus primeras pel¨ªculas fue Furia, de Fritz Lang, y una de las ¨²ltimas en que intervino, Conspiraci¨®n de silencio, de John Sturges, y que en ambas dio un salto escalofriante desde el dominio de la violencia al desatamiento abismal de ¨¦sta) hac¨ªa del personaje Jekyll-Hyde una especie de misi¨®n imposible, hecha a la medida de la capacidad de milagro de este sutil, hondo, irrepetible actor.Su doble trabajo es -dentro de la convenci¨®n del filme- perfecto, pero zarandea forzosamente m¨¢s en la parte de Hyde, porque en ella cuenta Tracy como oponente a una jovenc¨ªsima Ingrid Bergman en estado de gracia, mientras que en la parte de Jekyll si juego con Lana Turner se estrecha, ya que carece de una r¨¦plica a la altura de su talento.
El extra?o caso del doctor Jekyll se emite hoy a las 21.35 por TVE-1.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.