Lhardy
El caldito caliente de Lhardy, el consom¨¦ de Lhardy, que se sirve uno mismo abriendo el peque?o grifo, es algo as¨ª como "la sopa de los cuarteles" para los mendigos adinerados del Madrid / Madrid / Madrid.Ahora, en este tiempo, se llega con fr¨ªo de la calle, ese desfiladero que es la Carrera de San Jer¨®nimo, calle mayor de la Historia de Espa?a, se frota uno las manos y abre el grifito del consom¨¦. D¨ªez-Alegr¨ªa, Senillosa, Margot Cottens, Vallejo N¨¢gera, Areilza, M¨®nica Faimberg, gente mesomadriles de toda la vida, y el legendario Ybarra, en el consom¨¦ de Lhardy. Se abre la vitrina octogonal, de cristales, y se sirve uno mismo una croqueta suculenta como un muslo de pollo. ?Cu¨¢nto tiempo hace que no viene Ybarra, el ¨²ltimo legitimista de la bohemia, por la tienda de Lhardy? ?Vive Ybarra todav¨ªa? Los mecenas de provincias cre¨ªan que adrid se conquistaba dando un almuerzo o una cena en Lhardy a la gallofa literaria. Repart¨ªan su libro con los puros habanos, a los postres. Pero los bohemios geniales, a lo Max Estrella / Rabal, tiraban los libros en la puerta misma de Lhardy, nada m¨¢s salir, y s¨®lo los m¨¢s educados se acercaban a depositarlos en las papeleras de Sol.
Abajo, en la tienda, estamos los que he dicho y otros. Arriba, en los comedores, est¨¢n los pol¨ªticos y los triunfadores de la vida almorzando el cocido de la casa, conspirando. Uno tiene el complejo de autodestrucci¨®n de no haber sido Ybarra, de no haber vivido 50 a?os exclusivamente del consom¨¦ de Lhardy (que siempre paga otro, en el barullo amistoso), como quien vive de la sopa de los cuarteles o de los conventos, seg¨²n que est¨¦ afiliado al Rojo o al Negro tendhalianos.
Pero en la caja gratifican al paria / dandy con un cumplido:
-Es un honor para nosotros verle por aqu¨ª.
-No es un honor; es una costumbre, se?orita.
Lhardy, con su tradici¨®n cineg¨¦tica y pol¨ªtica, tiene unos altillos que son el Olimpo madriles de los due?os de la ciudad. La median¨ªa nos quedamos en la tienda, abajo, a resguardo del fr¨ªo de la calle y las corrientes de la Carrera, compartiendo el consom¨¦ como un pentecost¨¦s de fuego de cocina que nos pone en el alma y en la boca, ya que no inspiraci¨®n, cortesan¨ªa. Por aqu¨ª era el Pinar de las de G¨®mez, cuando entonces, y saludamos a las viejas damas pompor¨¦ / mordor¨¦, que no son nadie, con una reverencia y un beso en la mano, sin conocerlas, en el protocolo sencillo y madrile?o del caldillo caliente, grifo de la sopa de cocido que les ha sobrado a los de arriba, pues que Madrid es la gloria o una tacita de consolaci¨®n. ?Pero qu¨¦ fue de Ybarra, contertulio de Baroja, del usado y desusado Ybarra? Quiz¨¢ Ybarra soy yo.
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