La virginidad
?Qu¨¦ pueden decirles a los hombres le hoy, varones y hembras, las cualidades atribuidas a la Virgen? La teolog¨ªa mariana, que ha ido codificando, a lo largo de los siglos, las caracter¨ªsticas som¨¢ticas de la Inmaculada Concepci¨®n, de la virginidad perpetua, de la asunci¨®n en el cielo, ha ido vaciando de contenido humano, en realidad, a la persona de Mar¨ªa, pero sin llegar a hacer de ella una divinidad, de manera que en ninguna religi¨®n existe una figura tan privada de realidad humana o transcendente como la Virgen. Sus m¨¢s importantes atributos son todos f¨ªsicos: la virginidad, antes, despu¨¦s y durante el parto; la maternidad; la asunci¨®n del cuerpo sin la corrupci¨®n de la muerte... Tales atributos f¨ªsicos, adem¨¢s, carecen de cualquier tipo de voluntad efectiva por parte de Mar¨ªa. Como ha sido declarada inmune de pecado original, la madre de Jes¨²s carece del car¨¢cter espec¨ªfico del hombre. En la religi¨®n judeocristiana es el pecado original el que funda la vida de los hombres sobre la Tierra, la ca¨ªda del Ed¨¦n, las peregrinaciones del pueblo de Dios en busca de la santidad perdida. Por ello la imagen de la Virgen carece totalmente de concreci¨®n humana: Mar¨ªa no es divina ni humana. ?Qui¨¦n es, entonces, si no es un sue?o, una fantas¨ªa, una sombra ideal? Sus atributos manifiestan, con claridad, la mitoman¨ªa del pensamiento masculino, la proyecci¨®n de todos los deseos, conscientes e inconscientes, de los machos respecto a la femineidad: una mujer-madre que no haya sido pose¨ªda nunca por nadie y que exista para el hijo, en funci¨®n del hijo.
LA VIRGEN, COSA DE HOMBRES
En estos ¨²ltimos tiempos ha habido en Francia, en Italia, en Alemania grandes pol¨¦micas y tomas de postura por parte del Vaticano a causa del estreno de la pel¨ªcula de Godard Je vous salue, Marie. En realidad, en la pel¨ªcula de Godard no hay nada religioso y, por otro lado, ¨¦l mismo ha declarado que nunca ley¨® las Sagradas Escrituras. La historia de una virgen que se convierte en madre es, pues, en la pel¨ªcula, s¨®lo un tema cultural, que cualquier artista puede tomar como argumento para su fantas¨ªa. Pero las reacciones ante la pel¨ªcula por parte del Vaticano han sido reacciones contra el tema de la sexualidad que, aun de manera difusa, roza la imagen de la Virgen por excelencia. Todo lo que tiene que ver con la Virgen tiene que ver con el sexo. La insistencia con la que, a lo largo de los siglos, ha ido profundiz¨¢ndose el tema de la virginidad perpetua de Mar¨ªa refleja una profunda necesidad masculina, cada vez m¨¢s obsesiva dado el contexto hist¨®rico y cultural que acompa?¨®, desde la Baja Edad Media, a la elaboraci¨®n teol¨®gica de los atributos marianos.La teolog¨ªa mariana dio sus primeros pasos en el siglo V y se desarroll¨® a partir del siglo XII. Las controversias han sido muchas, al no existir una clara referencia a la Virgen en la Sagrada Escritura, y las proclamaciones de los dogmas se han producido en ¨¦poca reciente (la Inmaculada Concepci¨®n es de 1854; la Asunci¨®n, de 1950). Es cierto que en los evangelios se habla expl¨ªcitamente de "una virgen llamada Mar¨ªa", pero el calificativo de virgen en muchas sociedades antiguas, incluidas Grecia y Roma, no hace sino distinguir la condici¨®n social de la muchacha p¨²ber en edad matrimonial. En otras palabras, las v¨ªrgenes son una clase social.
El fundamento f¨ªsico de la virginidad, la integridad del himen, sobre el que tanto ha insistido la devoci¨®n mariana, puede ser considerado impl¨ªcito, dado que en la mayor parte de las sociedades que conocemos las mujeres tienen la obligaci¨®n de mantenerse castas hasta el momento del matrimonio, pero el calificativo de virgen no lo indica por s¨ª mismo, y, de hecho, una vez pasada la edad matrimonial, la mujer que no se ha casado, y aunque se vea sometida a burlas por ser solterona, ya no recibe el calificativo de virgen. Por otro lado, muchos pueblos no conocen la existencia del himen, y el caso m¨¢s significativo es quiz¨¢ el de la antigua Grecia: sobre la base de an¨¢lisis de textos m¨¦dicos famosos, como los de Arist¨®teles, de Hip¨®crates, de Galeno, de Soranos, etc¨¦tera, queda claro que este detalle anat¨®mico es desconocido, pero al mismo tiempo existe una importante divinidad virgen, como Atena.
En realidad, el incremento, hasta niveles realmente obsesivos, de la devoci¨®n por la integridad f¨ªsica de Mar¨ªa se debe, en buena parte, a una categor¨ªa de lo sagrado, la contaminaci¨®n, que en la Edad Media se refuerza junto a otras formas, bajas y pobres, de la vivencia religiosa. La importancia del tocar para recibir la potencia de la santidad, como ocurre, por ejemplo, en el culto de las reliquias, es paralela al temor al contagio respecto de los enfermos-pecadores (la lepra y la peste provienen de Dios) o de los pueblos impuros (jud¨ªos, gitanos). El cuerpo femenino es instrumento de contaminaci¨®n. Numerosos te¨®logos, y muchos famosos predicadores, est¨¢n convencidos, as¨ª, de que el Esp¨ªritu Santo, al fecundar a la Virgen, no pod¨ªa tocar un cuerpo que hubiese sido contaminado por el contacto de otros. En los sermones latinos de Bernardino de Siena, por ejemplo, que est¨¢n dedicados en su totalidad a la exaltaci¨®n de Mar¨ªa, se repite 864 veces el ep¨ªteto de virgen.
Y como Bernardino, muchos otros piensan en una fisiolog¨ªa anormal del parto: si no hubiese habido pecado original, las mujeres no habr¨ªan tenido menstruaciones y habr¨ªan tenido hijos sin relaci¨®n camal y sin dolor, es decir, sin perder la virginidad. S¨®lo Mar¨ªa, que es virgen antes, despu¨¦s y durante el parto, ha conocido plenamente el valor de la virginidad.
Pero esta obsesi¨®n por la integridad f¨ªsica del cuerpo de la mujer es fruto del temor que este cuerpo infunde a los varones, que entrev¨¦n en ¨¦l el instrumento de la perdici¨®n, y es fruto del desarrollo que tuvo, con el monaquismo y la impl¨ªcita homosexualidad de fondo del monaquismo, el temor de la contaminaci¨®n que proviene del contacto con las mujeres en cuyo cuerpo puede haber sido depositado semen de otros hombres. La contaminaci¨®n es siempre una categor¨ªa concreta, siempre tangible, siempre f¨ªsica. Si bien la Iglesia habla tambi¨¦n de una pureza espiritual, en lo que respecta a las mujeres el hecho fundamental e imprescindible es la integridad f¨ªsica. En el mismo misal romano, las mujeres, excepto muy pocas viudas, han sido canonizadas por ser v¨ªrgenes, y en el caso de las m¨¢rtires, por ser v¨ªrgenes-m¨¢rtires. Si quisi¨¦semos saber por qu¨¦ san Luis Gonzaga, famoso por su castidad, no fue canonizado como virgen, no podr¨ªamos respondernos m¨¢s que lo siguiente: porque es un var¨®n y su virginidad no posee un equivalente anat¨®mico en el cuerpo. Lo que importa en la mujer es el cuerpo.
La devoci¨®n por la Virgen se ha construido toda ella sobre requisitos que pertenecen a los deseos, a la fantas¨ªa, a la imaginaci¨®n masculinos. Las mujeres no consiguen existir, ocupar un lugar en la sociedad, tanto para bien como para mal, si no es pasando a trav¨¦s de sus atributos sexuales. La mujer, por lo que respecta a la Iglesia, sigue siendo el sexo, como se dec¨ªa en la Edad Media: se la alaba o se la condena sobre la base del uso que hace de su cuerpo desde el punto de vista sexual. Pero la sociedad moderna, varones y hembras, ?no ha cambiado acaso respecto a estas posturas? Creo que deben tenerse presentes dos aspectos del problema, al menos en lo que se refiere a los pa¨ªses cat¨®licos. El peso efectivo del culto a la Virgen con relaci¨®n a la identidad femenina es exig¨¹¨ªsimo. La devoci¨®n mariana, por las razones que ya hemos visto, es un fen¨®meno masculino. La participaci¨®n de las mujeres, pese a las apariencias, siempre fue superficial, y se deb¨ªa sobre todo a las facilidades del culto (por ejemplo, el rosario), accesible por ello a los estratos de mayor pobreza cultural de la poblaci¨®n. La figura de Mar¨ªa no tiene casi nada que decir a las mujeres de hoy, y no s¨®lo por lo que respecta a la exaltaci¨®n de la virginidad, sino tambi¨¦n por lo que respecta a la exaltaci¨®n de la maternidad. Ninguna mujer piensa en s¨ª misma s¨®lo como madre. Antes bien, sabe que puede ser una buena madre si no concentra en los hijos todos sus deseos, todas sus ambiciones. Las mujeres, hoy, aspiran a ser personas por s¨ª mismas, y no en funci¨®n de la sexualidad masculina y de la maternidad.
EL FEMINISMO
En efecto, el feminismo se ha planteado sobre todo como problema de madurez respecto de la sexualidad. El informe Kinsey dio s¨®lo una vaga idea de lo profundo que era el malestar; sin embargo, el movimiento de 1968 se equivoc¨® en la interpretaci¨®n de este malestar exclusivamente en t¨¦rminos de represi¨®n. La liberaci¨®n sexual no es, no puede ser para el hombre, como cualquier otro sector de la existencia, sino una forma de madurez, de conocimiento, de voluntad, de construcci¨®n psicol¨®gica, intelectual y afectiva. Se trata de cosas que deben ser conquistadas, pues el hombre no vive nunca nada del todo a nivel de instinto, sino que suele interpretar y codificar culturalmente incluso sus necesidades primarias. Esto significa que la relaci¨®n var¨®n-hembra est¨¢ cambiando, aun cuando pueda parecer que lo hace muy lentamente. Se trata de uno de los procesos m¨¢s dif¨ªciles, dado que el papel que la imagen femenina juega en la fantas¨ªa masculina se ha ido estratificando a lo largo de los siglos en todos los campos, desde el arte a la religi¨®n, e innovar las estructuras fundamentales requiere mucho tiempo de elaboraci¨®n cultural, incluso en el nivel simb¨®lico.Lo que s¨ª es cierto, sin embargo, es que la virginidad y la integridad f¨ªsica, el cuerpo femenino como contenedor peligroso y contaminante, como propiedad y posesi¨®n del var¨®n, son elementos, todos ellos, socialmente superados. El ideal del individuo como sujeto, como persona, que es el m¨¢ximo valor alcanzado por la civilizaci¨®n occidental, excluye el que alguien pueda o deba pertenecer a alguien, en cuerpo o en esp¨ªritu. El amor, en el cual est¨¢ incluida siempre la sexualidad, es tal s¨®lo cuando no se apropia de la persona amada, sino cuando deja que el amado sea y se convierta cada vez m¨¢s en s¨ª mismo en el amor. Es un modo totalmente diferente de concebir la relaci¨®n amorosa de la que propone la Iglesia con palabras de san Pablo, que son precisamente palabras de pertenencia, del cuerpo y del alma.
Por eso hoy el amor entre un hombre y una mujer se configura, aun con grandes dificultades e incomprensiones, como un amor en el cual se construye la libertad, y no la dependencia del individuo, su autonom¨ªa. Desde este punto de vista, el papel femenino se convierte cada vez m¨¢s en un papel directo en la sociedad, y no mediato a trav¨¦s de la familia, es decir, a trav¨¦s de la funci¨®n sexual-procreadora. La mujer es persona, y no se la puede identificar ya con el cuerpo, con el sexo. Ha llegado el momento en que no debemos vernos obligados a hablar de pornograf¨ªa cuando hablemos de mujeres, como ha venido haciendo la Iglesia hasta hoy mismo, y como contin¨²a haciendo. El uso y el no uso del sexo es una elecci¨®n que ya no identifica el papel de la mujer. Se plantea as¨ª el enorme problema cultural de la creaci¨®n de un nuevo lenguaje, en el que la figura de la mujer deje de ser un signo de comunicaci¨®n, instrumento pl¨¢stico de simbolizaci¨®n, que permita a los hombres aludir a cualquier realidad pasando a trav¨¦s de la imagen femenina. Pero se trata de una tarea fascinante, de una gran empresa de liberaci¨®n para los varones.
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