El control judicial en la ley antiterrorista
M¨¢s all¨¢ de cualquier juicio y sea cual sea el resultado de la investigaci¨®n en curso, la desaparici¨®n de Mikel Zabaltza plantea hoy clamorosamente la inexistencia de un control judicial efectivo en la aplicaci¨®n de la ley Antiterrorista. Se crea o no al comandante jefe de la Guardia Civil de Guip¨²zcoa cuando asegura que en el cuartel de Intxaurrondo, de San Sebasti¨¢n, no se registran las entradas y salidas de los detenidos ni se anotan los telefonemas, el hecho es que los jueces no podr¨¢n ahora servirse de esos registros para esclarecer la verdad en este asunto. El caso Zabaltza re¨²ne los aspectos sombr¨ªos que caracterizan la aplicaci¨®n de la legislaci¨®n antiterrorista en Euskadi y se convierte as¨ª en el paradigma de la falta de constataci¨®n oficial, en un fantasma atrapado en ese agujero negro del tiempo y del espacio en el que se sumerge a los detenidos incomunicados.En estos a?os, jueces, fiscales y abogados han comprobado que, de hecho, el poder judicial no controla la aplicaci¨®n de la ley antiterrorista ni garantiza en la pr¨¢ctica los derechos de los detenidos incomunicados. Los abusos, constatados fehacientemente casi siempre por circunstancias excepcionales, les han permitido confirmar el fundamento de las objeciones que se hicieron al proyecto de ley desde posiciones progresistas.
Hay, por otra parte, decenas de testimonios en los que antiguos detenidos puestos en libertad sin cargos hablan de traslados de dependencias policiales y de salidas nocturnas al monte. Los abogados se?alan que la eficacia de la coacci¨®n y de la tortura se multiplica cuando el detenido se encuentra en el monte, de noche, a merced de unos individuos de paisano, a veces encapuchados. La b¨²squeda del zulo no ser¨ªa en estos casos m¨¢s que la coartada para justificar el traslado del detenido.
Por lo dem¨¢s, no es imposible que Mikel Zabaltza se haya fugado de manos de la Guardia Civil; no es imposible, aunque esta idea parezca hoy como algo remoto, casi extravagante. Y si as¨ª fuera, si Mikel Zabaltza se encontrara actualmente en Biarritz o en Venezuela, por ejemplo, si todo fuera un montaje de ETA Militar, si estuvi¨¦ramos asistiendo a la gran comedia que sugieren algunos -la comedia que exige tantas l¨¢grimas a la familia-, el caso Zabaltza demostrar¨ªa igualmente las lagunas y las sombras de una legislaci¨®n que deja tan frecuentemente en una situaci¨®n comprometida a las Fuerzas de Seguridad del Estado. Porque las sospechas crecen ante lo impenetrable y porque ahora tampoco la propia Guardia Civil puede demostrar que Mikel Zabaltza no muri¨® v¨ªctima de las torturas. Demostrarlo, no evidentemente ante el juez que dirige unas diligencias indeterminadas -orientadas, hoy por hoy, a esclarecer una fuga-, sino ante una opini¨®n p¨²blica que ha aprendido a ser desconfiada.
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