Tovar, en aquellos d¨ªas azarosos de Salamanca
Recuerdo ahora, en el momento triste de la muerte de Antonio Tovar, aquellos d¨ªas azarosos de la Salamanca de los a?os cuarenta. En el v¨¦rtigo de la pol¨ªtica en que interven¨ªa activamente (luego se desenga?¨®, pero los entusiasmos y las esperanzas le volv¨ªan siempre) encontraba tiempo para apasionarse ante un c¨®dice de Te¨®crito en la vieja biblioteca de la universidad de Salamanca. ?ste es uno de mis m¨¢s antiguos recuerdos.Fue un pol¨ªtico intelectual o un intelectual de la pol¨ªtica: mala cosa para triunfar en ella en ninguna circunstancia. Tal vez no le interes¨® tanto. Y era demasiado rebelde. Su sed de conocimiento, su capacidad de interesarse por cosas nuevas y diversas, lo compensaba todo, daba salida a su vitalidad. Pasaba del griego o el lat¨ªn al guaran¨ª o al vasco, de Ant¨ªgona o S¨®crates a la narrativa moderna. Catalogaba c¨®dices griegos o trabajaba en el diccionario de la Academia. Siempre con igual ardor. Y luego saltaba con pasi¨®n a escribir un art¨ªculo pol¨ªtico.
Amigo de sus amigos y de sus disc¨ªpulos, les ayudaba y les empujaba a seguir adelante. Se un¨ªa a ellos en sus dificultades: en ¨¦stas y en las suyas propias era capaz de excitarse y de escribir cartas virulentas. Luego se apaciguaba. En realidad, amaba la amistad y la concordia, aunque a veces las circunstancias de la vida le colocaron en disparaderos sin duda no buscados y que m¨¢s tarde procuraba olvidar. Realmente, es dif¨ªcil encontrar una personalidad comparable en la vida espa?ola contempor¨¢nea. Los que en el extranjero le conoc¨ªan por tal o cual aspecto, no imaginaban esa complejidad: era un tipo de sabio impensable en Alemania o en EE UU, tremendamente espa?ol. Y un miembro destacado de la cosm¨®polis cient¨ªfica, al tiempo.
Tovar un¨ªa a ese inter¨¦s polifac¨¦tico y a esa nostalgia de la acci¨®n una ingenuidad y una modestia propias del sabio de verdad. Dej¨¦ de estudiar Derecho -me dijo una vez- porque iba a los tribunales y las dos partes me convenc¨ªan. Pas¨® a la arqueolog¨ªa, luego a las filolog¨ªas m¨¢s diversas, todo ello mezclado con la pol¨ªtica, los viajes, un torbellino de actividad. Pero no fue nunca un aficionado: trabajaba siempre con conciencia casi religiosa de la trascendencia del trabajo cient¨ªfico. No permit¨ªa bromas f¨¢ciles sobre ¨¦l (si nosotros no nos tomamos en serio, dec¨ªa, ?qui¨¦n nos va a tomar?) ?Qu¨¦ diferencia con el tipo moderno del profesor que s¨®lo vive de peque?os trabajos para hacer curr¨ªculo y para salir del paso en simposios, conferencias y Homenajes!.
Lagunas dolorosas
Yo conviv¨ª con Tovar en Salamanca (profesor y alumno), luego segu¨ª su amistad entre el ajetreo de sus m¨²ltiples estancias en Argentina, EEUU, Alemania; despu¨¦s, estando los dos en Madrid. Le he visto actuar con entusiasmo en la presidencia de las sociedades cient¨ªficas (la de Estudios Cl¨¢sicos, la de Ling¨¹¨ªstica, la Hispano-Hel¨¦nica) y en la lucha siempre renovada por la cultura human¨ªstica y por el progreso cultural espa?ol en general. El y otros como ¨¦l han hecho que, por las lagunas dolorosas que se quiera, Espa?a no haya sido un vac¨ªo cultural tan grande como a veces, se pretende en la ¨¦poca que va de nuestra guerra a la democracia.
Al final de su vida yo dir¨ªa que baj¨® levemente su ritmo, se aproxim¨® a una t¨®nica vital m¨¢s asequible y humana -pero humano lo fue siempre- Con estallidos intermitentes, todav¨ªa. Con un leve escepticismo, quiz¨¢. Pero ya en tiempos antiguos usaba como ex libris el lema estoico "ni esperanza ni n¨²edo". ?se era el lema: la esperanza iba y ven¨ªa, nunca se perd¨ªa del todo.
Intermitente fue siempre su contacto conmigo y con los dem¨¢s disc¨ªpulos y amigos, entre sus v¨ªajes, sus mil ocupaciones, sus cambios de inter¨¦s cient¨ªfico. Fue siempre un amigo de todos ellos. Uno pod¨ªa seguirle o no seguirle, seg¨²n las ocasiones, estar de acuerdo o discrepar. Pero era siempre alguien seguro, un personaje inolvidable.
La noche del d¨ªa 13 pasaba yo, extraviado entre la niebla, por delante de la entrada principal del Cl¨ªnico, donde ¨¦l mor¨ªa. Sent¨ª un presentimiento al ver solitario y silencioso, espectral entre la niebla, ese casi fara¨®nico edificio. Y record¨¦ aquel primer congreso espa?ol de estudios cl¨¢sicos, ya lejano que ¨¦l presidi¨® y del que fui secretario. Le record¨¦, luego, en mi casa, cuando los sucesos universitarios de 1965, en uni¨®n de Aranguren, Montero D¨ªaz y Garc¨ªa Calvo. Y en tantas ocasiones m¨¢s. Yo ven¨ªa esa noche de recibir el honroso encargo de regir esa n¨²sma sociedad de Estudios Cl¨¢sicos que Tovar rigiera en aquellos tiempos. El pensar en su muerte me produc¨ªa melancol¨ªa. Con Tovar terminaba todo un per¨ªodo de nuestra cultura, de nuestra vida nacional y de nuestras propias vidas. Ahora tendremos que seguir sin ¨¦l.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.