En la muerte de un amigo
Pasar¨¦ r¨¢pidamente sobre lo que ya se ha dicho de ¨¦l en la triste ocasi¨®n de su muerte. Tovar era un cient¨ªfico.Latinista y helenista, era una gran autoridad en el campo de la filolog¨ªa cl¨¢sica, pero tambi¨¦n en las lenguas prerrom¨¢nicas de Espa?a, las indoeuropeas, y en las lenguas ind¨ªgenas de Am¨¦rica. Creo que uno de sus grandes libros -en colaboraci¨®n con su mujer- fue el Cat¨¢logo de las lenguas de Am¨¦rica del Sur al que ¨¦l llamaba con modestia y humor gu¨ªa de tel¨¦fonos de las lenguas hispanoamericanas.
Antonio Tovar, como ¨¦l mismo se defin¨ªa, era un estudioso de lenguas a veces m¨¢s bien b¨¢rbaras, y lejanas de la cl¨¢sica antig¨¹edad; autodefinici¨®n ciertamente veraz pero insuficiente, en su modestia, porque si efectivamente era as¨ª, tambi¨¦n alcanzaba en esos estudios una profundidad pocas veces igualada y, trabajando, como ¨¦l hac¨ªa, con vocaci¨®n y con pasi¨®n, convert¨ªa las lenguas muertas en lenguas vivas, y en esa revitalizaci¨®n encontraba las esencias mismas del ser de los pueblos. Con lo que una vez m¨¢s resulta que la palabra es la verdadera expresi¨®n del esp¨ªritu humano, y as¨ª inund¨® de luz la g¨¦nesis de lo espa?ol con su libro Estudios sobre las primitivas lenguas hisp¨¢nicas, tomando el pulso de Am¨¦rica en el cat¨¢logo antes citado. Y desde lo ling¨¹¨ªstico deriv¨® en ocasiones hacia la penetraci¨®n de los rincones de la Vida de S¨®crates o del pensamiento de Plat¨®n.
Desde lo filol¨®gico ascend¨ªa hasta la visi¨®n total del hombre: fue Tovar un aut¨¦ntico humanista.
Hechas estas consideraciones de tipo general, intelectual, me urge ya traer al recuerdo la relaci¨®n humana, la colaboraci¨®n constante que sostuvimos en nuestros d¨ªas lejanos de Salamanca y de Burgos durante la guerra, especialmente cuando fue figura muy destacada en el grupo que se form¨® en torno a Dionisio Ridruejo en el ministerio que yo reg¨ªa, y del que m¨¢s tarde ser¨ªa subsecretario de Prensa y Propaganda. Entonces trabaj¨¢bamos todos con la ilusi¨®n y la esperanza de que el poder, que era en su principio s¨®lo fuerza militar, desembocara en un orden jur¨ªdico y pol¨ªtico con estabilidad y garant¨ªas de futuro. Pero a medida que esta esperanza se iba desvaneciendo, en la conciencia primero, y en la acci¨®n despu¨¦s, se fueron produciendo distanciamientos como el de Ridruejo, al que sigui¨® el de Tovar, entre otros. Se hab¨ªa realizado ya una obra; se hab¨ªa defendido la independencia nacional; roto el cerco diplom¨¢tico; pero en lugar de seguir marchando se ca¨ªa en un estancamiento, "en un perezoso aburrimiento pol¨ªtico", como yo escrib¨ªa en el peri¨®dico Abc; y era preciso salir de ¨¦l. Consideraba necesario implicar a los espa?oles en el ejercicio de las funciones y de las responsabilidades p¨²blicas, aunque -pensaba yo- de una manera gradual y progresiva; Tovar apremiaba y lo consideraba urgente, inaplazable, en sus art¨ªculos de Gaceta Ilustrada, a?adiendo "que hab¨ªa cosas que s¨®lo se aprend¨ªan practic¨¢ndolas".
En este estado de cosas, muy decorosamente, hizo una evoluci¨®n radical a la democracia, mientras yo permanec¨ªa en una discrepancia fundamental, por lealtad cr¨ªtica, contra el inmovilismo, m¨¢s o menos disfrazado.
Mucho m¨¢s tarde, con motivo de una actuaci¨®n m¨ªa en Televisi¨®n, Tovar public¨® un art¨ªculo en este peri¨®dico que yo consider¨¦ inamistoso, y as¨ª se lo manifest¨¦ por carta, a la que respondi¨® dici¨¦ndome "que no podemos ser enemigos nunca porque no nos enfrentamos por nada, ni siquiera por la interpretaci¨®n de las cosas pasadas". "Que en un momento de malhumor hab¨ªa escrito de tu actuaci¨®n en la televisi¨®n, pero ya s¨¦ que no me guardas rencor, pues yo, aunque no puse -e hice mal- la indicaci¨®n de que siempre te considero amigo no quer¨ªa ofenderte". Y terminaba a?adiendo: "Tienes raz¨®n en lo que dices: coincidimos en un tiempo, seguimos coincidiendo en no querer que el desastre vuelva, y guardamos recuerdos comunes, en medio de todo gratos, pues la amistad, aun en ¨¦pocas atroces, siempre es buena. No tienes por qu¨¦ disculparte de nada. Yo s¨ª me disculpo, pues falt¨® en mi art¨ªculo, en la alusi¨®n a ti, la necesaria alusi¨®n a la amistad". Yo respond¨ª a tan noble carta diciendo que hab¨ªa abusado en el tono de la m¨ªa y le dec¨ªa as¨ª: "T¨² has sido amigo m¨ªo; yo estoy seguro de serlo tuyo. Rencor no he tenido en mi vida, porque es incompatible con la paz interior; ser¨ªa un vivir inc¨®modo y ya hay para ello sobrados motivos. He recibido agravios e injusticias que he juzgado en los t¨¦rminos que he considerado adecuados. Pero nada de ello tiene que ver con el gran espacio que he tenido, y tengo, para perseverar en las amistades verdaderas y nobles como la tuya. Todo esto sobra: coincidimos, luchamos con buena fe, y sufrimos. Te encontr¨¦ en la amistad, que est¨¢ para m¨ª por encima de contingencias pol¨ªticas. Discutir no es pelear y con un abrazo pido disculpas".
Una vez m¨¢s la amistad triunf¨® sobre la contingente pol¨ªtica. Se hac¨ªa realidad la frase de aquella novelista que dijo "que en la amistad es donde ¨²nicamente existe la paz".
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