Rigol
La del alba ser¨ªa, cuando en la carretera que separa m¨¢s que une a C¨®rdoba con Granada, supe la noticia de la dimisi¨®n de Joan Rigol, conseller de Cultura del Gobierno aut¨®nomo de Catalu?a. Meditaci¨®n y cierre. Si Rigol se hubiera limitado a repartir el magro presupuesto cultural catal¨¢n entre la clientela, seg¨²n uso y costumbre, seguir¨ªa en el cargo. Se tom¨® en serio un proyecto cultural integrador que fue inicialmente instrumentalizado por los unos para demostrar que pod¨ªan integrar y a continuaci¨®n instrumentalizado por los otros para demostrarse a s¨ª mismos que sab¨ªan desintegrar. La bipolarizaci¨®n pol¨ªtica catalana, en v¨ªsperas electorales, ha sido m¨¢s fuerte que la evidencia de un necesario pacto cultural.El pujolismo se saca de encima lo que cree un anticuerpo. Buena parte de Uni¨® Democr¨¢tica (el partido de Rigol) pone en la picota a un bar¨®n inc¨®modo. Los socialistas le echan interesadas flores a la cabeza cortada. La cultura del tortellet y las monta?as sagradas prepara un magno Te Deum de acci¨®n de gracias con todos los virolais por delante. M¨¢s excursionismo al poder. Menos mal que las cosas son como son y las personas tambi¨¦n y no hay sociedad realmente viva que asuma una cultura instrumentalizada por cortesanas cortedades.
En esta larga peripecia de vud¨² a dos bandas, lo que menos ha contado ha sido el inter¨¦s cultural. La tenencia y disfrute de una idea hegem¨®nica de nacionalismo casero y la m¨¢quina de calcular de las matem¨¢ticas electorales, han podido m¨¢s que la inicial y l¨²cida intenci¨®n de Pujol de respaldar una operaci¨®n nacionalmente rentable. Rigol sale de este t¨²nel de zancadillas con un justo halo de jugador limpio y de pol¨ªtico bienintencionado, adjetivos m¨¢s vinculados a antiguos manuales de urbanidad que a la pr¨¢ctica pol¨ªtica estable. En cambio, el presidente Pujol lleva la corbata torcida y la chaqueta un tanto desajustada. Se nota que le han zarandeado y que no ha tenido tiempo de componer el gesto. Liquidado el for¨²nculo cultural, las elecciones ya est¨¢n servidas. La cultura vuelve a su cuesti¨®n de monta?as. Caseras monta?as para los convergentes. El Olimpo para los socialistas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.