La Europa de color
UNOS 20 millones de emigrantes viven en pa¨ªses europeos. Un 40% procede del Tercer Mundo, lo que indica que tiene unas marcas ¨¦tnicas diferenciales. En sectores de la sociedad europea se manifiesta ya abiertamente una creciente hostilidad hacia esta oleada que crece continuamente. Una hostilidad que toma formas diversas de racismo, desde las m¨¢s atenuadas y legalizadas, como las leyes de extranjer¨ªa, y las invisibles en las discriminaciones de empleo (el n¨²mero de parados es generalmente el doble entre los grupos de migraci¨®n que en los nacionales) hasta las actitudes pol¨ªticas de l¨ªderes nacionalistas que coinciden en algunos puntos de su ideario con ideolog¨ªas de la extrema derecha. Le Pen en Francia, Enoch Powell en el Reino Unido, Dregger y St¨¹ck1en en la Rep¨²blica Federal de Alemania: en cada uno de esos tres pa¨ªses hay unos dos millones de personas del Tercer Mundo, adem¨¢s de otras llegadas de pa¨ªses europeos.Todas estas cifras son aproximadas, porque no pueden tener en cuenta la clandestinidad. Muchos pasaron a ella cuando la situaci¨®n de crisis europea produjo leyes para devolverlos a sus pa¨ªses. Otros llegan con documentos falsos o simplemente como polizones. Los clandestinos no se inscriben en las oficinas por miedo a ser expulsados o no llevan a sus hijos a las escuelas p¨²blicas por temor a la identificaci¨®n, ni acuden a dispensarios o a los servicios p¨²blicos.
Un conjunto de razones explica este fen¨®meno por el que Europa registra cada vez m¨¢s habitantes de otras etnias. Los golpes de Estado -como el de Turqu¨ªa, que arroj¨® al exterior unos dos millones de personas que se unieron a la emigraci¨®n econ¨®mica-, los derechos adquiridos de nacionalidad doble por los antiguos colonizados, las llamadas de familiares establecidos y el crecimiento vegetativo dentro de las diferentes clases de poblaciones son las causas m¨¢s inmediatas. Otra, latente, es el hambre que asola al Tercer Mundo. La gran zona del hambre mundial dispara casi ciegamente las embarcaciones ?legales que atraviesan el Mediterr¨¢neo y los depositan en playas italianas o espa?olas, pero que en caso de riesgo pueden abandonarlos en medio del mar; las c¨¢rceles, las expulsiones, las palizas, las razzias policiacas -como la reciente de Brixton, en el Reino Unido-, la mendicidad, el regreso forzoso a su pa¨ªs, donde pueden esperarles los peores castigos...
Hasta ahora las medidas adoptadas en los pa¨ªses a los que afecta m¨¢s esta emigraci¨®n son contradictorias: unas de asimilaci¨®n, otras de expulsi¨®n, se anulan entre s¨ª o forman un magma burocr¨¢tico. La mentalizaci¨®n de las poblaciones no se ha producido y la resistencia al inmigrante contin¨²a. En conjunto parece tambi¨¦n que los poderes p¨²blicos quisieran mostrarse ajenos a la profunda transformaci¨®n que se prepara para el continente europeo. Ese melting-pot que es Estados Unidos puede ser el caso de Europa a la vuelta de 40 a?os. El modelo de California, lugar de encuentro de poblaciones hispanas, chinas, japonesas, anglosajonas y afroamericanas, puede encontrar un paralelo en la Europa occidental a partir de la corriente demogr¨¢fica que asciende desde la otra orilla del Mediterr¨¢neo. Seg¨²n las previsiones, la poblaci¨®n del Magreb (Marruecos, Argelia y T¨²nez) puede situarse por encima de los 130 millones de habitantes en el a?o 2025. Por la misma ¨¦poca los actuales 48 millones de habitantes de Egipto pasar¨¢n a ser m¨¢s de 100 millones, y aproximadamente otros 100 millones (49 millones hoy) ser¨¢n los turcos, de clara tradici¨®n emigratoria hacia el oeste. En total, desde las orillas del Atl¨¢ntico al Sina¨ª la poblaci¨®n de ?frica del Norte, Sud¨¢n incluido, multiplicar¨¢ su poblaci¨®n por tres en las cuatro pr¨®ximas d¨¦cadas, y sus 165 millones se convertir¨¢n en m¨¢s de 500.
?Qu¨¦ sucede entre tanto en Europa? La tasa de natalidad europea ha disminuido al punto que la Rep¨²blica Federal de Alemania puede perder hasta 10 millones de habitantes en los pr¨®ximos 40 a?os. En conjunto, el Mercado Com¨²n con los 12 miembros no tendr¨¢ m¨¢s de 315 millones de habitantes en el a?o 2025, es decir, unos 10 millones menos de los que posee ahora. Ciertamente los pron¨®sticos sobre el mercaddo de trabajo hablan de una persistencia del paro en Europa a lo largo de la pr¨®xima d¨¦cada. Esto traer¨¢ consigo leyes restrictivas contra la emigraci¨®n y la continuidad del esp¨ªritu hostil que ahora se aprecia. M¨¢s a la larga, sin embargo, el envejecimiento de la poblaci¨®n europea puede hacer cambiar las cosas. Ser¨¢n necesarios j¨®venes de otras partes para hacer el trabajo que no podr¨¢n atender los octogenarios.
Un c¨¢lculo ponderado entre las opciones posibles de migraci¨®n lenta y migraci¨®n r¨¢pida, hasta el a?o 2025, sit¨²a en un flujo superior a los 35 millones de personas el n¨²mero de personas que proceder¨ªan de ?frica y las regiones mediterr¨¢neas. Lo que viene a suponer, aproximadamente, que un habitante europeo de cada ocho provendr¨ªa de esas regiones. Ante este horizonte no resulta temerario afirmar que se est¨¢ fraguando un nuevo dise?o social del viejo continente. Pero tambi¨¦n, claro est¨¢, un nuevo modelo cultural que se har¨¢ presente a comienzos del pr¨®ximo siglo y que cuestionar¨¢ todas las burdas y fatigosas pol¨¦micas en torno a la identidad de los pueblos. La llegada por arriba -por la imparable v¨ªa japonesa y norteamericana de colonizaci¨®n tecnol¨®gica- y por abajo a partir de estos millones de personas acuciadas por la necesidad de comer puede producir en este continente y en sus presupuestos la mayor alteraci¨®n conocida desde los tiempos de Carlomagno.
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