Ense?ar filosof¨ªa
Hace 15 a?os, corr¨ªa por las venas de los nuevos fil¨®sofos una especie de fiebre metafilos¨®fica. Sacrist¨¢n y Bueno estaban en boca de todos los estudiantes a prop¨®sito de su iniciada y siempre inconclusa pol¨¦mica sobre el papel de la filosofia en la ense?anza. Tr¨ªas publicaba su peque?o best seller filos¨®fico, Savater, una de sus primeras diatribas contra la Filosofia acad¨¦mica, y del otro lado de los Pirineos nos llegaban los ataques de Piaget a los fil¨®sofos de las facultades de letras, las reflexiones althusserianas sobre el marxismo y, entre otros escritos, una peque?a obra: La filosof¨ªa de los profesores de Fran?ois Chatelet.Hoy, la fiebre no es tan virulenta. A?os despu¨¦s, Ferrater Mora escrib¨ªa un breve art¨ªculo de Meta-metafilosofia que casi zanjaba la cuesti¨®n priv¨¢ndole de dramatismo, y Muguerza agotaba el repertorio de recursos literarios con una bella alegor¨ªa en la que nuestras sesudas preocupaciones se transformaban en una amable se?ora que nos seduc¨ªa entre brumas. Mientras tanto, el n¨²mero de Zona Abierta dedicado a la filosoflia en Espa?a nos permiti¨® un ajuste de cuentas con nuestra filosofia universitaria, a la manera del ejemplo dado por Chatelet.
La muerte de Chatelet me ha hecho rememorar aquellas batallas. Eran tiempos cercanos al 68 y previos a la crisis del petr¨®leo. Tiempos de ideolog¨ªa y de revoluci¨®n. Los fil¨®sofos pens¨¢bamos que todo hab¨ªa de cambiar por la fuerza de la raz¨®n y apenas nos preocupaba otra cosa que escrudi?ar en los secretos de ¨¦sta. En el librito de Chatelet ve¨ªamos un aliado para enfrentarnos al an¨¢lisis cr¨ªtico de la situaci¨®n de los estudios filos¨®ficos de nuestro propio sistema de ense?anza.
Despu¨¦s hemos aprendido mucho m¨¢s. Hemos conocido, no s¨®lo al Chatelet de Vincennes, sino al historiador de las ideolog¨ªas, al expositor de Plat¨®n, al profesor. Y algunos nos hemos convencido de que se esconde en cada uno de nosotros una pretensi¨®n, quiz¨¢ poco racional, de acceso privilegiado a la racionalidad, pretensi¨®n que desde Plat¨®n, seg¨²n Chatelet, llamamos Filosofia. Y, peor a¨²n, hemos concebido la sospecha de que toda la tradici¨®n cultural filos¨®fica s¨®lo se puede mantener gracias a esa cadena de or¨¢culos que transmiten la propia tradici¨®n y la reducen a t¨®picos.
Decir que es funci¨®n del fil¨®sofo ense?ar a pensar o buscar la verdad no es decir mucho, porque eso es algo que se puede predicar de cualquier persona cultivada. Pero que haya gente que, pensando que es ¨¦sa su misi¨®n, escriba ensayos sobre quienes en el pasado se han ocupado de lo mismo, exponga desde perspectivas originales problemas conceptuales, pol¨ªticos, cient¨ªficos o culturales, o reconstruya la historia de las ideas de forma que ¨¦stas adquieran nuevo significado para sus contempor¨¢neos, es algo que siempre debemos agradecer a los profesores de filosof¨ªa. Y entre ellos, a Chatelet.
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