Punto sin retorno
Lo que va a quedar, el sello del paso de Pilar Mir¨® por el Instituto del Cine, no es tanto su famoso y discutido decreto, considerado en su palabra literal -que puede prestarse a nuevas redacciones y a actualizaciones de m¨¢s o menos fondo-, sino la singularidad de la visi¨®n y el tipo de sensibilidad ante el cine que hay detras de ¨¦l y que lo hicieron posible.La ambici¨®n de la hasta ayer directora del Instituto de la Cinematograf¨ªa ha sido poner en Espa?a cimientos para una futura pol¨ªtica cinematogr¨¢fica global, que nunca antes existi¨® en nuestro pa¨ªs y que, ahora, precisamente como consecuencia de la legislaci¨®n promovida por ella, es al fin posible e incluso est¨¢ al alcance de la mano.
Pilar Mir¨® abri¨® un camino que sigue abierto, no cerrado sobre s¨ª mismo, pues a¨²n le faltan muchos pasos que dar, duras etapas que cubrir. Pero el esfuerzo de arranque de ese camino, que era el impulso m¨¢s dificil de dar, ya est¨¢ dado. Incluso en la hip¨®tesis de que el futuro sucesor de Pilar Mir¨® sea de diferente talante pol¨ªtico y no est¨¦ conforme con su trabajo es improbable -por no decir imposible- que pueda hacer abstracci¨®n de esa labor y comenzar desde un nuevo cero.
Es precisamente el haber barrido del mapa del cine espa?ol el fantasma de ese punto cero -el vac¨ªo pol¨ªtico cr¨®nico que lo ha mantenido en estado de par¨¢lisis o, en el mejor de los casos, de improvisaci¨®n permanente- la conquista que nadie ecu¨¢nime podr¨¢ negar de ahora en adelante a Pilar Mir¨®. Y no es ¨¦sta una conquista de segundo orden, sino primordial.
La producci¨®n cinematogr¨¢fica espa?ola va a tener dificultades que encarar, pero va a poder v¨¦rselas con ellas gracias precisamente a que aquel vac¨ªo de su retaguardia ha sido ocupado por un esfuerzo de racionalidad que est¨¢ ah¨ª y que puede y debe ser llevado a sus ¨²ltimas consecuencias no s¨®lo por quien le suceda en el cargo, sino -y esto es lo esencial por quienes hacen el cine espa?ol.
Estos ¨²ltimos ya cuentan, gracias a la pol¨ªtica de Mir¨®, con instrumentos legislativos y mecanismos de financiaci¨®n que les permiten hacer -en condiciones quiz¨¢s no ¨®ptimas, pero si honorables que es competencia suya hacer. Que lo hagan bien o no, es otro asunto. Mir¨® ha situado la carga de la responsabilidad futura de nuestro cine en quienes intelectualmente lo hacen y materialmente lo venden. Ahora se trata de que estos est¨¦n a la altura de su tarea. Las condiciones para hacer filmes competitivos est¨¢n listas y funcionan. Ahora se trata de si hay talento para crearlos y sagacidad para comercializarlos.
Ah¨ª debe buscarse la segunda conquista de fondo que late bajo la obra y la letra pol¨ªtica de Pilar Mir¨®, pues en ella est¨¢n sutil y en¨¦rgicamente dise?adas las bases para que sean los que hacen el cine quienes tomen sobre s¨ª las decisiones medulares del futuro de ¨¦ste.
Cuando Pilar Mir¨® tom¨® posesi¨®n de la Direcci¨®n General en 1982, se encontr¨® con un hecho pol¨ªtico consumado: que, en las conversaciones para el ingreso de Espa?a en la CEE, el cap¨ªtulo del cine hab¨ªa sido no s¨®lo negociado, sino firmado en lamentables condiciones de entreguismo.
Toda la pol¨ªtica de Pilar Mir¨® se puede desentra?ar ahora, a posteriori, con el conocimiento de esa circunstancia, obviamente no hecha p¨²blica hasta el final del proceso de integraci¨®n en la Comunidad Econ¨®mica Europea, hace unos meses.
Su l¨²cida composici¨®n de lugar fue ¨¦sta: hab¨ªa que dar, frente a esta encerrona, el paso racionalizador inicial y hab¨ªa que darlo pronto y fuerte. De otra manera, hab¨ªa que sacar de la par¨¢lisis del cine espa?ol ese esfuerzo de arranque y extraer de ¨¦l, en plazo muy corto, un conjunto de filmes capaces de competir en nuestro mercado con la previsible invasi¨®n europea. Esto se ha hecho y es, como m¨¦todo, irreversible porque, situado en la historia reciente del cine espa?ol, tiene la marca, el sello de los puntos sin retorno.
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